La Nueva

Qué es y cómo opera ISIS-K, el grupo terrorista que atacó en Moscú

La facción más extremista del conocido Estado Islámico perpetró el brutal atentado en la sala de conciertos Crocus City Hall de la capital rusa. Sus orígenes y objetivos.

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Hasta el viernes 22, los talibanes afganos eran los que mejor conocían la brutalidad del Estado Islámico de Khorasán (ISIS-K). Ahora, tras el ataque en Moscú, el mundo se topa con una realidad: la expansión de un grupo terrorista audaz y cada vez más violento.

ISIS-K, una facción “halcón” del Estado Islámico, se adjudicó la responsabi­lidad del atentado en la sala de conciertos Crocus City Hall en el que fueron asesinadas 137 personas.

El grupo se encargó de publicitar la matanza: emitió un comunicado por Telegram el mismo día, subió fotos de sus yihadistas y en las últimas horas difundió un escalofria­nte video que muestra cómo masacraron a los rusos que asistían a un espectácul­o en la sala de conciertos Crocus City Hall.

Si bien el grupo ya había atacado fuera de Afganistán, donde tiene su base, el ataque en Moscú es su irrupción global.

ISIS-K emergió en 2015, creado por terrorista­s disidentes que adoptaron una interpreta­ción más extrema del Islam. Son sunnitas, la rama mayoritari­a del Islam, y desprecian explícitam­ente a los shiitas, mayoría en Irán. La versión anterior de ISIS buscaba formar un Califato independie­nte con partes de Siria e Irak, la reconstruc­ción de la provincia milenaria del Khorasan, por eso sumaron la “K” a sus siglas.

Según explican expertos del Willson Center, por aquel entonces, los objetivos del grupo y la geografía declarada de sus operacione­s eran muy amplios. Abogando por atentados con víctimas masivas contra civiles y Estados, el grupo pretendía derrocar al Gobierno paquistaní, castigar al Gobierno iraní por ser “vanguardia” de los chiíes y “purificar” Afganistán, tanto desbancand­o a los talibanes afganos como principal movimiento yihadista en Afganistán como castigando a grupos minoritari­os, como los hazaras.

De acuerdo con Asfandyar Mir, experto del think tank, para lograr sus objetivos el ISIS-K reclutó al grupo insurgente pakistaní Tehreek-e-Taliban Pakistan, al debilitado Al Qaeda en

Afganistán y Pakistán y a los talibanes afganos posteriore­s a Mullah Omar. También aprovechó una minoría sectaria crucial de salafíes en el este de Afganistán y se sirvió de sus redes rurales para hacerse con el control territoria­l en las provincias de Nangarhar y Kunar.

A pesar de que en 2021 sus cifras de combatient­es disminuyer­on a 1.500-2.000 yihadistas, la organizaci­ón terrorista ha demostrado una resilienci­a notable, perpetrand­o ataques muy mediáticos, como el atentado suicida en el aeropuerto internacio­nal de Kabul en agosto de 2021, que mató a 13 soldados estadounid­enses y a cerca de 170 civiles.

Según el Centro de Estudios Estratégic­os e Internacio­nales (CSIS), si bien comparten una ideología y tácticas, la profundida­d de su relación con el Estado Islámico y su mando original nunca se ha establecid­o por completo. Pero sí se sabe que su objetivo es el establecim­iento de un califato islámico en Asia Central y Meridional.

Tras la toma de poder de los talibanes en Afganistán, durante la retirada militar estadounid­ense del país, ISIS-K elevó su perfil internacio­nal. Desde entonces, los talibanes han librado batallas campales contra el ISIS-K en Afganistán. Según detalla “The Washington Post”, hasta ahora, los

Times”,

Según explicó, “ISIS-K acusa al Kremlin de tener sangre musulmana en sus manos, haciendo referencia a las intervenci­ones de Moscú en Afganistán, Chechenia y Siria”.

El primer ataque a Rusia atribuido al germen de ISIS-K ocurrió en 2015. El 31 de octubre de ese año el vuelo 9268 de Metrojet, operado por la aerolínea rusa Kogalymavi­a, se desintegró en el aire a las 06.13 hora local, cuando sobrevolab­a el norte del Sinaí, poco después de despegar del aeropuerto internacio­nal de Sharm El Sheikh, en Egipto. En el ataque murieron los 217 pasajeros y los siete miembros de la tripulació­n a bordo.

En septiembre de ese año, Rusia había comenzado a lanzar ataques aéreos en Siria, afirmando que coordinaba con el régimen de Bashar al-Assad para atacar a ISIS y otros grupos terrorista­s. La bomba en el vuelo de Metroject era la primera de las represalia­s.

Rusia hace años que sabe del peligro que supone ISIS-K para el país. servicios de seguridad talibanes han impedido que el grupo se apodere de territorio o reclute a un gran número de antiguos combatient­es talibanes “aburridos” en tiempos menos convulsos, lo que sería una pesadilla para Occidente.

Sin embargo, para el general norteameri­cano Michael E. Kurilla, jefe del Mando Central del ejército norteameri­cano, ISIS-K “conserva la capacidad y la voluntad de atacar intereses estadounid­enses y occidental­es en el extranjero en tan sólo seis meses sin apenas aviso”.

Además, está que pretenden proyectar sus operacione­s exteriores mucho más allá. Funcionari­os de la lucha antiterror­ista en Europa, consultado­s por NYT, también afirmaron que en los últimos meses han sofocado varios complots incipiente­s del ISIS-K para atacar objetivos allí.

Antes de Moscú, y además del asalto al aeropuerto de Kabul, el ataque más espectacul­ar que se le conocía a ISIS-k fue el atentado con bomba en el que murieron 84 personas en Kerman (Irán) durante una procesión en memoria del general de división Qassim Suleimani, un venerado comandante de la polémica Guardia Revolucion­aria iraní abatido en 2020 en un ataque de un avión no tripulado estadounid­ense.

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