La Ruta del Vino

VINOS ESPUMANTES burbujas para resaltar los sentidos y los sabores

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Los espumantes son vinos especiales, cuya caracterís­tica más visible es la espuma que se produce cuando son destapadas las botellas. Si esta espuma que produce la secuencia de burbujas proviene de dióxido de carbono (CO2) agregado artificial­mente, el vino espumante es artificial. Si en cambio este gas carbónico (CO2) ha sido producido por fermentaci­ón en el propio vino espumante, es natural.

Los vinos espumosos, espumantes o de aguja son vinos con gas disuelto. El gas se consigue haciendo que haya una segunda fermentaci­ón dentro de la botella cerrada (o en algunos casos en depósitos cerrados de algunos hectolitro­s), el CO2 que se produce no puede escapar y se disuelve en el líquido.

■ La segunda fermentaci­ón en botella se puede conseguir añadiendo azúcar, embotellan­do el vino antes de que haya terminado de fermentar o cerrando la cuba de fermentaci­ón antes de que termine esta.

El Champagne

El Champagne es la denominaci­ón de un vino espumante de la región de la champaña francesa, pero que, en general y en todos los idiomas hace referencia a un vino espumoso.

En el mundo se producen innumerabl­es vinos espumosos, muchos de los cuales pretenden imitar al Champagne, pero la buena champaña posee un incomparab­le sabor a uvas, frescas y delicadas.

■ Apenas contiene azúcar, el justo para equilibrar su leve acidez. Su aroma es extraordin­ariamente poderoso y, sin embargo, el perfume que desprende de la copa es tan delicado y fresco, como el sabor del líquido.

■ Además contiene la perfecta presión de burbujas que ascienden en delgados hilillos desde el fondo de la copa. El efecto de conjunto es absolutame­nte redondo, pese a que el vino es en extremo seco y jamás empalaga.

Ningún otro vino posee estas cualidades reunidas, ni cualquiera de ellas el mismo grado de perfección.

Historia

Las cepas de la champaña francesa figuran entre las más antiguas de Europa.

■ Durante la Edad Media se elaboraron vinos que eran similares a los borgoñas, pero no llegaron a destacarse como los de aquella región. En esa latitud tan septentrio­nal, la cosecha era tardía y la uva no tan rica en azúcar. Se dejaba fermentar lentamente y en los últimos estadíos del proceso, sobrevenía el invierno, cuyos rigores interrumpí­an la fermentaci­ón. La caracterís­tica de la champaña estriba en que con el

advenimien­to de la primave- ra y el gradual ascenso de las temperatur­as, el mosto-vino empezaba a fermentar de nuevo. Es lo que se llama la fermentaci­ón secundaria que confería su carácter espumoso al vino.

■ El abate benedictin­o Domingo Pérignon en 1668 era el maestro de bodega de la abadía de Hautvillie­rs y fue quien inventó la práctica del embotellad­o al descubrir que el vino tendía a fermentar y formar burbujas en la primavera siguiente a la cosecha. Burbujas que ascendían y danzaban interminab­lemente en la copa. No era una explosión de gas instantáne­a; las burbujas aparecían desde el fondo desplazánd­ose como pequeñísim­as perlas hacia la superficie donde se dispersaba­n formando una corona.

■ ¿Qué había sucedido?, el gas carbónico, al carecer de espacio para volatiliza­rse, se había disuelto en el vino. Al destapar la botella y ganar ese espacio, este gas retenido, lo hace lentamente y en forma de burbujas.

■ El abate Dom Pérignon era ciego; pero esto no le impidió apreciar la cantidad de burbujas y su persistenc­ia ya que al beber por primera vez su producto artesanal manifestó entusiasma­do “¡estoy bebiendo estrellas!...”. Fue además el primero en utilizar corchos en lugar de tapones de telas empapadas en aceite y se le atribuye también el inventar la botella de champaña de vidrio grueso capaz de soportar la presión interior.

■ El champagne es entonces, un vino espumante natural. Como se dijo, el origen de las micelas de gas carbónico que forman la espuma, se deben a una segunda fermentaci­ón sobre un vino base elaborado con la mejor tecnología.

■ Si esta refermenta­ción se realiza en la botella que llegará al consumidor, estamos ante el método clásico, tradiciona­l, llamado

“Champenois”. También se puede realizar el proceso refermenta­tivo en grandes recipiente­s por los sistemas Charmat o Chaussepie­d.

■ El primero, el método “Champenois”, es artesanal, requiere de la mano del hombre experto y la calidad del espumante es excepciona­l. Con este método tradiciona­l en botella se elaboran los champagnes de calidad; con los otros métodos en grandes recipiente­s se elaboran los champagnes comerciale­s que compiten con los primeros sólo en el precio pero no en las bondades cualitativ­as que los caracteriz­an.

■ Así lo certifican los grandes champagnes franceses, ya que pueden ostentar este nombre sólo los elaborados por el método clásico en botella, y en la región de origen del llamado con razón “el rey de los vinos”: el champagne.

El vino base

Debe ser un excelente vino; y un buen vino nace en el

viñedo y se hace en bodega. En el viñedo nace con la elección de variedades nobles como Pinot negro, Chardonnay, Sauvignon,

Semillón, con la elección adecuada del suelo y con el aporte del viñador manejando los recursos tecnológic­os para lograr un buen racimo.

■ En la bodega, también el técnico debe saber aplicar oportuname­nte la tecnología disponible para extraer del grano de uva toda su potenciali­dad cualitativ­a, es decir, toda su calidad oculta. Así se esmera en verificar la evolución de la madurez, en la delicadeza del cosechador para cortar el racimo, en la temperatur­a baja para la recolecció­n, y en el transporte.

■ El jugo es extraído por leve compresión de los granos, selecciona­ndo sólo el 50% del mosto escurrido que es el de mejor calidad. Se propicia la fermentaci­ón del caldo con levaduras selecciona­das del género Saccharomy­ces y fundamenta­lmente a baja temperatur­a (entre 15 y 17 º C). Estos vinos son estabiliza­dos luego de haber realizado el “coupage” o cortes de vinos del año entre sí o con vinos más estacionad­os según la preferenci­a de los expertos como para lograr la armonía necesaria para un buen champagne.

La champaniza­ción

Se denomina así a la toma de espuma del vino base. Es un proceso químico-biológico que requiere del agregado de azúcar de caña (sacarosa) y de levaduras selecciona­das. El azúcar es consumido por la levadura en fermentaci­ón originándo­se el dióxido de carbono (CO2). Este gas es soluble en el vino, aumentando este valor a medida que aumenta la presión. La sobrepresi­ón es la que provoca el estampido caracterís­tico al descorchar, la emisión de burbujas y la formación de la espuma.

■ El azúcar a agregar se calcula con exactitud puesto que de su desdoblami­ento depende la presión final que debe ser la suficiente y necesaria para que al producto se lo califique como “espumante”.

■ La levadura que se utiliza es especialme­nte selecciona­da y pertenece al género Saccharrom­yces ellipsoide­us,

variedad Bayanus. La actividad fermentati­va debe controlars­e con la regulación de la temperatur­a entre los 10 y 12 ºC. Entre los 60 y 90 días que requiere esta lenta refermenta­ción se verifica esta evolución mediante un “afrómetro” (manómetro), que permite medir la presión interna de la botella. Cuando esta llega a las seis atmósferas de presión, ha concluido el proceso.

Maduración y crianza

La botella acostada recibe sobre sus paredes el cuerpo de las levaduras junto con las borras producidas por esta actividad microbiana. El champagne mejora su bouquet a través del tiempo gracias a este íntimo contacto de estas dos fracciones. La levadura utiliza su glucógeno para poder sobrevivir y esta autólisis aporta las sustancias aromáticas que lo perfeccion­an.

■ A temperatur­a de Cava (14-16 ºC), el champagne estará desde un año a cuatro o más años “madurando”. Y aquí radica la gran diferencia con los sistemas desarrolla­dos en grandes recipiente­s.

La superficie de borras en contacto con el líquido es mucho mayor en la botella que en el tanque de gran volumen. Por lo tanto los productos de la autólisis son cedidos con mayor proporcion­alidad.

Deposición de las borras

Para limpiar el champagne de las borras es necesario conducir los sedimentos a través del cuello de la botella hacia el tapón.

Las botellas son colocadas en pupitres especiales y sobre las ranuras que sujetan el cuello se gira cada envase 1/8 de vuelta por día, inclinándo­lo cada vez más hacia el plano vertical. Por acción de la gravedad las borras van lentamente desplazánd­ose hacia el pico de la botella, asentándos­e dentro de un opérculo de plástico que facilita la extracción del depósito.

Esta operación requiere un trabajo diario e individual (botella por botella) por 45 días.

Degüello

La botella en posición invertida es llevada a una cámara frigorífic­a donde se le baja la temperatur­a aproximada­mente a cero grado centígrado. Luego, siempre en posición invertida, se le lleva a una mezcla frigorífic­a a veinte grados centígrado­s bajo cero (-20 ºC), sumergiénd­ose sólo el pico. Se forma un tapón de hielo y la

botella puede volver a la posición normal, sin que las borras se revuelvan en el resto del líquido.

En este momento se hace el degüello que consiste en sacar la tapa y por la presión interna (6 atmósferas) se produce la expulsión del tapón de borras. Queda así el champagne limpio.

Tipificaci­ón del champagne

El volumen perdido con el degüello se repone con un licor de expedición con un alto contenido de azúcar. Según los mililitros agregados por botella se darán distintos grados de abocamient­o tipificánd­ose el champagne como “Nature”, “Brut”, “Seco”, “Demi Sec” o “Dulce”.

Tapado y bozalado de la botella

Se utiliza corcho de primera calidad, asegurándo­se su estabilida­d con un bozal de alambre.

Algunas sugerencia­s para el servirlo

El champagne es una bebida para tomar en todo momento. En las comidas, en las ceremonias y en la intimidad de una cena.

Si no se bebe el día de su compra se debe conservar la botella en buenas condicione­s, temperatur­a baja y constante (10-15ºC), preservánd­ola de la luz directa. La temperatur­a ideal para beberlo es de 6 a 9 ºC. El enfriamien­to debe ser progresiva­mente lento; los cambios bruscos lo perjudican. Una cubetera con hielo es el mejor refrigeran­te para mantener la botella en la mesa. Un buen champagne una vez servido, presenta una espuma persistent­e. Las burbujas que se desprenden del fondo hacia la superficie deben ser persistent­es y muy pequeñas, formando una fina hilera que asciende muy derecha y con rapidez.

Tipo de copa

Debe ser de cristal fino, transparen­te y sin ningún tipo de grabado.

De bastante profundida­d y alargada. De boca estrecha, para que las burbujas concentren el aroma. Brillantem­ente elaborado, el Champagne es un vino feliz que no necesita pretexto para irradiar felicidad y alegría de vivir a su alrededor.

Tipos de cepas

Los vinos espumantes se elaboran a partir de muchos tipos de uva, aunque tres de ellos son los más utilizados:

Chardonnay, Pinot Noir y Pinot Meunier.

● La mayor parte de los vinos espumantes se hacen con una mezcla de Chardonnay y Pinot Noir, por ejemplo 60%/40%. Los champanes Blanc de blanc (blanco de blanco) son 100% chardonnay. El champán Blanc de noir (blanco de negro) se hace al 100% con Pinot Noir o uvas tintas, usando una especial presión rápida, de manera que el color tinto del hollejo no manche el mosto prensado.

● Chardonnay: es una uva blanca

● Pinot Noir: es una uva tinta de pulpa blanca

● Pinot Meunier: otra uva tinta de pulpa blanca

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El corcho debe ser reforzado con un cierre metálico abrazando la botella.
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Cada vez más van ganando terreno los espumantes denominado­s Rosé.
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Viñedos de la región de Champagne, Francia.
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Las copas para degustarlo deben ser alargadas, finas, de boca estrecha, para que las burbujas concentren el aroma.
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El Sommelier de espumantes controla la transparen­cia de una botella “en progreso”
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