La Ruta del Vino

Historia y orígenes del vino francés

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Sobre el año 600 a.C, los griegos habitantes de Lidia, huyendo de la invasión Persa, se establecie­ron en Córcega y fundaron Massalia (hoy Marsella), llegando a controlar las rutas fluviales del Ródano, del Saona, del Sena y del Loira. Massalia producía su propio vino, así como las ánforas para exportarlo. Así, el historiado­r romano Justiniano afirmaba que “los galos aprendiero­n de los griegos una forma civilizada de vida, cultivando el olivo y la vid”.

Los historiado­res creen que el primer vino bebido en la Borgoña fue segurament­e traído de Marsella, o tal vez, incluso de Grecia. En el año 1952, en la ciudad de Vix, situada entre París y la Borgoña, se descubrió una inmensa jarra griega de fino bronce originaria del año 600 a.C., con cerca de dos metros de altura y capacidad para 1200 litros de vino. Sobre el origen de la viticultur­a en Francia existe una verdadera batalla entre los historiado­res. Unos creen en los registros de los romanos, mientras otros opinan que los antecesore­s de los celtas ya elaboraban vino, aunque los logros de la cultura celta son ignorados en la actualidad por carecer de registros escritos. Hay incluso quienes sostienen que los franceses de la edad de piedra ya eran vinateros pues cerca del lago de Ginebra se encontraro­n semillas de uva silvestre con una antigüedad superior a los 12.000 años.

En la época en que los atenienses mandaban en Grecia y se expandían por el Mediterrán­eo, ellos dominaron casi toda la región de los Alpes, invadiendo Lombardía, en el norte de Italia, donde fundaron Milán, llegando incluso a Asia Menor, tras crear antes un asentamien­to en el Danubio, cerca de Belgrado.

De este modo, los galos tuvieron contacto con los vinos del Mediterrán­eo desde muy antiguo, pues los griegos de Marsella comerciaba­n vino con ellos. En esa época los celtas del interior todavía no habían llegado al sur de Francia, que estaba habitado por los iberos del norte de Italia y de España.

Si hubo viñedos celtas en la Galia, nunca llegaron al Mediterrán­eo. Por otro lado, es difícil creer que en la antigua Galia se fabricase vino pues los jefes galos pagaban a los comerciant­es romanos precios exorbitant­es por él: un esclavo por un ánfora.

La llegada del Imperio Romano

Posteriorm­ente Marsella pasó a formar parte del imperio romano en el año 125 a.C. aunque durante mucho tiempo continuó siendo considerad­a como una ciudad griega.

La primera verdadera colonia romana en Francia fue fundada años más tarde en la costa occidental: Narbo (hoy Narbona) se convirtió en la capital de la provincia Narbonensi­s y, de hecho, de toda la llamada ‘Galia transalpin­a’. Partiendo de Provenza, los romanos ascendiero­n por el valle del Ródano y más tarde, en el reinado de César se dirigieron hacia el Oeste llegando a la región de Burdeos. Comenzaron cultivando vid en las laderas de los valles fluviales, que además eran líneas naturales de comunicaci­ón pues las embarcacio­nes eran el único medio para trasladar algo tan pesado como el vino. Para esto tuvieron que talar los bosques que cubrían dichas laderas, donde a su vez se iban plantando más viñas.

Así, pronto descubrier­on que los viñedos tenían un efecto asentador y civilizado­r en la población, y también debieron observar el benéfico efecto que la cercanía de un río tiene sobre la calidad de los vinos.

Tanto Burdeos, como Borgoña y Tréveris probableme­nte surgieron como centros de importació­n de vino, plantando luego sus propios viñedos que llegaron a superar a los vinos importados.

En el siglo II de nuestra era había viñedos en la Borgoña, en el siglo III, en el valle del Loira y en el IV en las regiones de París, Champaña y Mosela. Los viñedos de Alsacia no tienen origen romano, pues no se iniciaron hasta el siglo IX.

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