Máquinas de fusión
La vida cotidiana, la astronomía y la mitología oriental no parecen estar demasiado cerca como para integrar el mismo mundo, ni siquiera en un volumen de poesía. Sin embargo, si algo nos enseñaron los libros de Marcelo Díaz es precisamente que sus poemas son delicadas máquinas de fusión.
“El arquero real”, que en un poeta de la década de 1990 designaría probablemente al jugador de fútbol encargado de evitar los goles del equipo contrario, aquí remite a un soldado japonés o chino (sólo real en el sentido de regio, a la vez anacrónico y mitológico). Un soldado que como la constelación de Sagitario puede lanzar rayos (“La puntería es precisa/ un mundo idéntico al mundo/ centellea/ en la voz del rayo”).
En tres secciones, compuestas de siete poemas cada una, Díaz desarrolla un largo poema fragmentado en unidades que tienen sentido por sí mismas y que a la vez se articulan en un texto mayor. Y en ellos, despliega las imágenes y las escenas de ese universo donde la madre puede ser identificada con un dragón y el padre con un Gólem.
La fantasía en El arquero real no es una forma de evasión sino de saturación. Todo significa más de lo que suponemos. Todo tiene varias dimensiones y todo está relacionado: “También los monstruos/ precisan de nosotros/ para existir”. El arquero real Marcelo Díaz Borde Perdido Córdoba