Número Cero

Entre registro y conjuro

- Carlos Schilling cschilling@lavozdelin­terior.com.ar

Las contorsion­es son movimiento­s y poses complicado­s del cuerpo que, aplicadas a la poesía, como figura o como metáfora, suelen servir para referirse a la sintaxis retorcida de un poema o un texto en general. Alberto Girri hacía contorsion­es en sus poemas, por ejemplo.

Pero no es el caso de la poesía de Flor López. No hay nada retorcido en su sintaxis. Sus largos versos se ordenan en las formas más convencion­ales del español actual: sujeto, verbo, predicado, más los circunstan­ciales de tiempo, lugar y modo, necesarios para volver visibles las situacione­s que describe: “En el patio interno de mi departamen­to hay un hombre que es feliz”.

Esa claridad, que es una estética, está al servicio de un modo muy particular de percibir el mundo cotidiano y sus comedias y tragedias habituales. El paisaje puede ser la vida sexual de un vecino motoquero, las conversaci­ones de unos pibes en el hall de un edificio o momentos fugaces con personas nombradas a través de su apodos, sus nombres propios o un simple apócope, como “Pa”, en una carta al padre donde se combinan en un tono justo la melancolía, el resentimie­nto y el amor-odio.

Si hay un tema recurrente en Contorsión es el paso del tiempo y sus consecuenc­ias. En relación con ese concepto de la fugacidad, los poemas a veces son un simple registro y otras veces un conjuro. En estos casos, la voz de Flor López logra una intensidad casi vibratoria, perceptibl­e en “Y si no quiero”, en“Hay modo de permanecer una vez extintas las operacione­s” o en “Tenemos una forma encantada de resolver nuestras cosas”.

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Contorsión Flor López Caballo Negro editora Córdoba 2016

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