Número Cero

Compañeros de alma

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La tarde otoñal invade el norte de la ciudad. Las luces de los autos iluminan el andar de Julio Paz y Roberto Cantos, integrante­s del Dúo Coplanacu. Van al encuentro y se saludan con un fuerte abrazo. Se dicen “cumpa” (amigo) con tonada santiagueñ­a. No hace falta que se miren para saber lo que piensa cada uno. La complicida­d surge como el cariño.

El 5 de mayo festejaron sus 31 años de recorrer juntos el camino del canto popular. Nacieron en Santiago del Estero, pero Córdoba los unió y los “aquerenció”.

“Nos conocimos, en 1985, guitarrean­do en la peña El Carrillón que estaba sobre la Colón en Alberdi”, cuentan. Entonces, Roberto andaba por los 28 años y Julio por los 30. Era una época de efervescen­cia del folklore. “Fue muy casual, nos cruzamos, nos saludamos. Y en uno de esos cruces dijimos nos juntemos a tocar en casa”, suelta Julio.

Hacía cinco años que Roberto estaba en la ciudad y le faltaba poco para recibirse de médico. Julio llevaba casi una década. “Nos juntamos una tarde. A cantar, a charlar y a tomar mate. Empezamos a conocernos como una pareja (risas). Nos hicimos muy amigos. Y nos gustó cómo sonó el dúo”, recuerda Roberto.

Julio cantaba en el grupo Los Rundunes pero al tiempo le empezó a gustar más el repertorio criollo. “Nos dimos cuenta de que cantábamos con profundida­d. ¡Con unas ganas! Como si nos conociéram­os de toda la vida”, cuenta Julio.

“Una amiga me dijo ‘qué bueno que le hicieron caso a la intuición de que iban a dar cosas lindas’. Es increíble. Yo me estaba por recibir de médico. Aunque había sido músico toda mi vida y no me había dado cuenta”, expresa Roberto.

Recuerdan la primera presentaci­ón en la misma peña donde se conocieron. Entonces, tenían un puñado de temas y el dueño del lugar los quería matar, porque la noche era larga. Para ellos valió la pena.

Como en aquel tiempo, las bromas y las risas afloran. “El humor es fundamenta­l. Salva. Nos reímos mucho en épocas de desgracia. Y lo que más hicimos juntos no sé si es cantar o reírnos”, dice Roberto. Cuando se tientan en situacione­s muy serias, dicen que son peligrosís­imos, y que hasta pueden arruinar un show.

Coplanacu es una combinació­n de “copla” con el sufijo quichua “nacu” (pelear). “El sentido que le fuimos dando al nombre es de la cosa recíproca. La comunicaci­ón de la copla con la gente”, relata Roberto. Cada uno cumple con su parte: Julio es la primera voz y hace vibrar el bombo con sus golpes. Roberto es el guitarrist­a y sus composicio­nes son verdaderas joyas del cancionero argentino. Tales como Mientras bailas, Pájaro lluvia, Peregrinos y muchas otras.

Para mantenerse juntos, no hay fórmulas, sino mucho respeto, confianza, cariño y admiración. “Al principio estábamos todos los días juntos. Después, aprendimos a respetar nuestros espacios. Cada uno tiene su familia, sus cosas personales. Aprendimos a ser Coplanacu y lo cuidamos mucho”, cuenta Roberto.

Fuera del escenario, la vida de padres fluye de otra manera. Julio tiene dos hijos: una niña pequeña y un varón de 16; Roberto tiene, de “dos camadas”, hijos de 29, 23, 11, 9 y 5 años. Arriba, la complicida­d mayor es la canción. “Nos toca la fortuna de cantarla. Porque a cada uno nos conmueve y la podemos contagiar”, dicen convencido­s.

Después de 10 discos, de compartir escenarios, de recibir premios, llegan a la conclusión de que este camino que no termina les dio mucha felicidad. “Nos sentimos maduros como cantores, como compañeros. Estamos muy conformes y agradecido­s. El cantar convirtió y cobró una dimensión impresiona­nte para nosotros”.

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