Número Cero

Manejando el amor

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Hablan y ríen al mismo tiempo. Después, enlazan sus manos y miran a la cámara. En 54 años de estar juntos, Eduardo Gesumaría (“Sprinter”) y su esposa, Mirta Celia Romero (“Chela”), tienen miles de fotos y de historias para contar.

Ambos se eligieron. Ella tenía 15 y el 25. Chela, una colegiala. Sprinter ya era periodista deportivo, apasionado por el automovili­smo. El comienzo no fue fácil. “Trabajaba en el diario Los Principios y salía a la 1 de la mañana. Entonces la iba a ver y su mamá me echaba porque era tarde”, rememora Sprinter. “Mi madre no entendía el trabajo de él y le hacía la vida imposible”, interviene Chela.

Cuando se vieron por primera vez en los estudios de Canal Doce quedaron obnubilado­s. Por entonces, Sprinter tenía el primer programa de automovili­smo en televisión, Motor y camino. “Yo había salido finalista de Miss Córdoba. El día que se hacía la final tuve un accidente en el pie y no fui. Pero ‘Chiche’ Gilardini, directivo del canal, me buscó y me puso como coordinado­ra de un programa de televisión. En un brindis, Sprinter me invitó a bailar La Cumparsita. Cuando nos íbamos, me gritó ‘¡llámeme!’ desde el techo corredizo de un Peugeot 404”, cuenta Chela.

No pensaba llamarlo, pero estaba aburrida. Lo buscó en la guía. El problema es que no sabía que “Sprinter” era un apodo. Luego vendría una rosa y una muñeca española (aún la conserva), regalos que fascinaron a Chela. Después, una salida a tomar el té en Río Ceballos, pero terminaron comiendo sándwiches de salame con cerveza en un bodegón en Saldán.

No tardaron mucho en ponerse de novios. Fue en una cena con amigos, que incluyó una carrera de autos en Carlos Paz. “Cuando volvimos me consideró su novia. Desde allí estamos juntos”, rememora Chela. El detalle es que él no se le declaró, sino que lo hizo recién al cumplir los 40 años de casados. Mediante una gran tarjeta le preguntó si quería ser su mujer para toda la vida.

En 1974 terminaron viviendo al lado de donde se conocieron y hace unos años volvieron con el programa Autodinámi­ca. “Trabajamos juntos desde novios. Yo salía del colegio y me iba a ayudarlo”, relata Chela.

Armaron una gran familia. Tienen tres hijas, un hijo y siete nietos. Pero explican que, para mantener tantos años de pareja, debe existir el complement­o. “Soy un desastre en la parte administra­tiva, por suerte a ella le encanta. Hace todos los trámites. Se encarga de la puesta al aire. Yo sólo hablo de autos y hago la producción”, manifiesta Sprinter. Todos los domingos, cruzan el patio y hacen su programa en Radio Mitre. Antes estuvieron en Radio Universida­d, LV3 y LV2.

Es tal la conexión entre ambos que se sienten mimetizado­s. “Somos una simbiosis. Mi hijo dice que estamos enfermos porque pasamos las 24 horas juntos”, dice Chela, y ambos ríen. Para Sprinter, la fórmula para permanecer juntos es el respeto al otro.

Aunque el amor platónico de Sprinter fue Marilyn Monroe, no podría estar sin Chela. Y ella sin él. “Compartimo­s mucho con la familia, y somos muy felices. Nos contenemos”, comenta Chela, y Sprinter dispara con un poco de picardía: “Que siga así esta historia, si no aparece nada mejor...”.

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