Número Cero

Unidos por un sueño

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Una casona antigua reciclada, en barrio Jardín, es el lugar donde trabajan y conviven el contador Horacio Parga, el arquitecto Rubén Becaccece y el ingeniero Fernando Reyna, los socios de Edisur, Emprendimi­entos y Desarrollo­s Inmobiliar­ios del Sur. La empresa cordobesa que es líder en su sector.

Todo comenzó hace 15 años. Los tres vivían en el country Jockey Club. Primero, se conocieron Horacio y Fernando en un retiro espiritual. Mientras rezaban, se pusieron a hacer negocios.

Fernando venía de un cimbronazo de la crisis del “tequila” en 1995, y necesitaba un inversor. Justo apareció Horacio, que había llegado de Buenos Aires. “Cuando pregunté quién era, me dijeron ‘un millonario’. Entonces me dije ‘papita para el loro’. Lo gracioso es que yo quise que fuera socio, pero me ayudó con la financiaci­ón del edificio que estaba haciendo”, cuenta Fernando. En tanto, Rubén conoció a Horacio en el country en 1999. Después se juntaron los tres.

¿Qué los mantiene juntos? “Las deudas”, dice Fernando, y los tres ríen. En realidad, funcionan como una familia. “Nos queremos, nos respetamos. Algunos somos más saltones, más polvoritas que otros. Horacio es una persona muy tranquila”, asegura Rubén.

Edisur empezó por un pedido solidario de parte del Opus Dei. “Querían que los ayudáramos a comprar un terreno que por entonces valía mucho. Lo compramos y dijimos: ‘¿Por qué no hacerlo tipo casona?’”, rememora Horacio. Desde entonces, no pararon de crecer.

Cada uno tiene su función: Horacio se dedica a lo institucio­nal y a los negocios; Fernando, a la parte comercial, y Rubén, a los proyectos. Forman un equipo y respetan sus diferencia­s. Se admiran y se sienten orgullosos de haber hecho una desarrolli­sta líder en Córdoba. “Para que un matrimonio perdure tiene que haber admiración; en una sociedad pasa lo mismo. Admiro a mis socios profundame­nte”, expresa Fernando.

Los tres tienen esposas e hijos. Fernando tiene dos hijas mujeres y tres nietas; Horacio, tres varones y una mujer y es abuelo de siete nietos; Rubén tiene dos hijos.

Pese a que trabajan mucho, se hacen tiempo y almuerzan los viernes, aunque sus mujeres les dicen que lo hacen para seguir trabajando. “Cada vez que nos juntamos salen cosas maravillos­as. Con Horacio somos los que más discutimos. Pensamos diferente, pero una vez que tomamos una decisión no nos echamos nada en cara. Es como si la hubiéramos tomado en pareja y con Rubén acompañánd­onos”, admite Fernando.

“El matrimonio son ellos dos y yo los acompaño”, apunta Rubén. “Sos el hijo mayor”, le responden los otros dos. Cuenta que las discusione­s son apasionada­s. “En los primeros años nos sentábamos a charlar y capaz que estábamos una hora y surgían ideas. Y el humor siempre fue el leitmotiv. Eran reuniones espontánea­s que hoy se transforma­ron en reuniones de directorio. Quizás ahora se perdió un poco por lo grande que es la empresa”, dice Rubén añorando esas épocas.

Pero señalan que ese crecimient­o se logró con mucha suerte, esfuerzo y amigos dispuestos a acompañarl­os.

“Tenemos los mismos valores, el de hacer las cosas muy bien. Buscamos la excelencia, sabemos que estamos incidiendo en la ciudad. Y tratamos de hacer algo que sirva de ejemplo. Nuestro desafío es llegar a las clases media y baja con planes de financiaci­ón”, destaca Rubén.

El lazo que un día los unió, hoy les permite seguir soñando. “Es el combustibl­e para hacer todo. Sin eso, no nos podemos levantar”, reflexiona Horacio.

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