Número Cero

Un secreto en la montaña La Silla del Inca

Es un tesoro arqueológi­co en la precordill­era de Salta, de difícil acceso en las alturas, pero el esfuerzo se compensa por el paisaje impresiona­nte.

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l Tren de las Nubes eclipsa la imaginació­n: uno transita por la Quebrada del Toro y cree que ya nada puede superar ese recorrido.

Quizá por eso haya sobrevivid­o al tiempo, oculto en las montañas que rodean el viaducto, un verdadero tesoro arqueológi­co de la época incaica.

La sola mención de sus varios nombres enciende de nuevo la fantasía: silla del Inca; trono del Inca; Incahuasi o Casa del Inca. ¿El Inca o un enviado especial de él estuvo ahí?

Después de 70 kilómetros desde Salta por la ruta nacional 51, aparecen los gendarmes. Es el puesto de control de Ingeniero Maury, un caserío con estación de trenes ubicado a unos 2.300 metros sobre el nivel del mar (msnm).

Allí nace un viejo sendero inca que trepa la montaña. El ascenso es arduo, hasta los 3.600 msnm del abra del Gólgota, donde se contempla la inmensidad de la quebrada y montañas pintadas por un fuego vivo.

Del otro lado hay otra quebrada. Corren vicuñas. El color es un amarillo viejo. Con la vista se puede divisar, a lo lejos, el poblado.

Antes de la llegada del Inca, este era un sitio menor en relación con Santa Rosa de Tastil, ubicada unos 40 kilómetros al oeste, con ruinas de fácil acceso para los visitantes.

Pero cuando los cuzqueños arribaron desarticul­aron ese otro enclave, para doblegar a los locales, y potenciaro­n Incahuasi, donde hay ruinas preincaica­s y rastros de otras construcci­ones incaicas, según explica el arqueólogo de montaña Christian Vitry, actual director del Programa Qhapaq Ñan (Camino del Inca), de Salta.

Cruzando el arroyo, llegan las murallas de piedra y el sendero incaico aparece más ancho y mejor preservado. Y de pronto, de espaldas al curso de agua, una casita de adobe. En el interior está la recompensa. Es un sillón contra el respaldo del adobe. Tiene apoyabrazo­s y una laja que hace de asiento: la silla del Inca.

El revoque de la pared se mantiene por sectores. En el techo queda paja y algunos troncos de cardón funcionan aún como vigas. Sorprende que haya quedado en pie aunque sea esta parte de todo lo que era. Como si el tiempo hubiese pasado en puntas de pie.

“Se asume que la silla era justamente donde el jerarca se sentaba para administra­r. Pero hice un rastreo sobre todos los sillones que tenía el Inca, y puedo asegurar, con alto grado de certeza, que esa silla fue construida por los incas pero en función de los europeos, posconquis­ta española”, explica Vitry.

“El detalle de los apoyabrazo­s es un concepto totalmente europeo. No hay en los Andes, dentro de todas las estructura­s incas, algún sillón con apoyabrazo­s. Nos lleva a pensar que esta silla fue construida por los incas. Pero en función de otra idea”, asegura. Fin del mito.

La hipótesis de este arqueólogo –quien dos veces al año sube al volcán Llullailla­co para seguir investigan­do el sector donde fueron encontrada­s las tres momias incaicas a mayor altura de todo el imperio– es que los españoles quisieron doblegar simbólicam­ente un lugar de culto.

En las paredes se observan hornacinas donde los pobladores hacían ofrendas. “Así como donde había un santuario se puso una cruz o se construyó una iglesia, se hizo lo mismo en este caso”, remarca.

Este poblado fue habitado entre los años 1000 y 1450 por los originario­s (llamados “diagui- tas” por los españoles). Entre 1450 y 1532 fue el período incaico. Ya en 1945, Incahuasi fue consignado como monumento nacional, pero desde entonces poco ha cambiado. Hoy, como parte del Qhapaq Ñan, es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

En la zona quedan el puesto de la familia Lamas, de ocupación inestable, y un cementerio cristiano con lápidas de 1914.

Los temblores, algunas tormentas y los que practican enduro en la zona son las únicas amenazas a la preservaci­ón de este sitio, que fue un lugar estratégic­o porque articulaba el paso a los Valles Calchaquíe­s y al Valle de Lerma, donde hoy está Salta.

En el regreso, la vista enmudece. El cambio de luz por el transcurso del día ofrece nuevos paisajes. Como esa montaña roja que se cubre de a partes por una piel de elefante. Es el mismo lugar que visitamos en la mañana, claro, y al mismo tiempo es otro.

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Multicolor. De una ladera a la otra cambia el paisaje.
 ??  ?? Altura. Se trepa hasta los 3.600 msnm.
Altura. Se trepa hasta los 3.600 msnm.
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Cementerio. Hay lápidas de 1914.

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