Número Cero

PIensmeoar­tal SÍ MISMO Un clásico argentino

Una entrevista nunca publicada con el autor de “Ficciones”, realizada durante su visita a Córdoba en 1982, en tiempos de la Guerra de Malvinas. Habla de literatura, de la situación política y de su fama. “Creo que me he convertido en una superstici­ón arge

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En los últimos días del invierno de 1982, el país deambulaba entre las sombras de su derrota reciente en la Guerra de Malvinas y rechinaban los cimientos de la dictadura. A su pesar, el régimen comenzaba a admitir la forzada posibilida­d de una salida electoral a la crisis.

Jorge Luis Borges aún sostenía entonces que la esperanza es un deber del hombre. Pero admitía sentirse, como todos los argentinos en esos días, perplejo y temeroso. Hablar de la poesía, en cambio, lo seducía como un mandato inexorable. En el escenario cordobés del teatro del Libertador, disertó en aquellos días sobre ese tema infinito. .

“Suele empezarse por pedir definicion­es. Yo creo que las definicion­es son inútiles en el caso de algo elemental como la poesía. Creo que la poesía es algo tan elemental como el sabor de una fruta, el olor del campo, la cercanía del mar, la cercanía de una mujer”.

Cara a cara

Unos minutos antes, un estudiante universita­rio lo había detenido en el ingreso del antiguo hotel Nogaró, a metros de la Plaza San Martín. Mientras esperaba, encogido en los gastados sillones, jugaba con un bastón irlandés de espino negro y empuñadura con forma de martillo. La conversaci­ón quedó registrada en un vetusto grabador de cinta. Un registro que hoy se publica, por primera vez, en Número cero.

El estudiante le comentó que el teatro estaba colmado esperándol­o, como si la palabra de Borges, se hubiese vuelto accesible para el gran público. Respondió con una ironía: “Creo que me he convertido en una suerte de superstici­ón argentina. Pero yo no he hecho nada para buscarlo. Eso me ha sucedido. Y hasta podría decirse que he hecho mucho en contra. Hasta he publicado libros”.

El tono de Borges era cálido y afable. Acaso por cortesía, transformó la ironía en argumento.

–Realmente encuentro tanta buena voluntad. Cuando viajé a

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