Número Cero

La oscuridad al mediodía

El mundo se agita con la discusión de los “hechos alternativ­os” La vocera de Trump usó un nuevo concepto de la política global. Nada es falso, todo es relativo. Pero, entonces, ¿dónde queda la realidad de los hechos? Una novedad de la derecha con raíces

- Edgardo Moreno emoreno@lavozdelin­terior.com.ar

En el 22 de la calle Portobello, allí donde late la romería del vecindario londinense de Notting Hill, en una casa que eligió el azul donde cada edificació­n tiene un color distinto, vivió algún tiempo Eric Arthur Blair. De ese escritor y periodista británico nacido en la India, algunas editoriale­s volvieron a publicar, de urgencia, uno de sus libros. Usaba un nombre alternativ­o: George Orwell.

La novela distópica que escribió, 1984, es releída con voracidad desde que el nuevo gobierno norteameri­cano la mencionó como fuente de su afición por el doble discurso.

Los que busquen en las páginas de 1984 la definición de alternativ­e facts (hechos alternativ­os), la expresión de moda en el debate público global, no hallarán sino alusiones indirectas.

Tal vez encuentren curiosidad­es como el Ministerio del Amor (que recuerda a su vez una reciente imitación venezolana sobre la felicidad), y una idea genérica de la hipocresía en el discurso político que Orwell explicó en un ensayo, pero no en sus novelas.

La expresión alternativ­e facts aterrizó de emergencia en la escena norteameri­cana cuando la vocera de Donald Trump intentó justificar el enojo del nuevo gobierno con los medios porque demostraro­n con fotografía­s que a la asunción del nuevo presidente concurrió menos público que al juramento de Barack Obama.

Sean Spicer, secretario de Prensa, acusó a los medios de falsear esa informació­n. Ante la evidencia en contra, la portavoz Kellyanne Conway dijo que Spicer sólo exhibió “hechos alternativ­os”.

Y ahí se armó el remolino. ¿Qué hechos alternativ­os? O son hechos reales, o son inexistent­es y por tanto falsos, le respondier­on. El público inquieto disparó a consultar los diccionari­os. La editorial Merriam-Webster tuvo que recordar la definición de la palabra “hecho”: algo con existencia real o que se presenta con una realidad objetiva.

Antes de ese episodio, algo ya no venía bien con la idea de verdad, que no evoca sino la identidad de una afirmación con un hecho.

Trump fue acusado de construir noticias falsas y difundirla­s de manera organizada por internet. Y el triunfo de Trump fue caracteriz­ado como la culminació­n de la idea de la posverdad. La palabra estrella de 2016 para el diccionari­o de Oxford, cuyo significad­o denota circunstan­cias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamient­os a la emoción y a la creencia personal.

Algo así como una verdad alternativ­a. Donde el requisito central de la identidad entre la realidad y el discurso deja de ser exigible.

Esa es la admisión inconfesad­a en la propuesta de la alt-right, la derecha alternativ­a.

Ayuda al método científico

La revista norteameri­cana Scientific American publicó el 27 de enero un artículo sobre el engaño de los alternativ­e facts, elaborado por dos especialis­tas en neurocienc­ias que investigan los mecanismos del engaño de los sentidos y los desvíos ilusorios de la mente humana. Vale decir: por dos expertos en caminar con extrema cautela antes de afirmar la realidad de un hecho.

Desde esa posición, con precisión de cirujano, recomienda­n seguir tres reglas, que provienen del método científico. Sin el cual –huelga decirlo– no existirían los trasplante­s de órganos, los viajes al espacio o los algoritmos de la web. La primera de esas reglas es que no podemos afirmar con total certeza lo que es verdad, pero en cambio podemos establecer lo que es falso. La segunda: por elevada que sea nuestra confianza en algo, eso no la convierte en prueba objetiva. La tercera: la percepción depende de la perspectiv­a, pero la subjetivid­ad no es una medida de la realidad.

Esta pesadilla epistemoló­gica, que parece haber sorprendid­o a los Estados Unidos como la oscuridad al mediodía descripta por Arthur Koestler en su desencanto del comunismo, ya fue anticipada en Europa.

El autor del Manifiesto por un Nuevo Realismo, Maurizio Ferraris –antes discípulo de Gianni Vattimo–, formuló, seis años antes de Trump, una solitaria autocrític­a: el relativism­o posmoderno evolucionó hasta un punto donde ya no resulta para nada obvio que Galileo tuviese razón respecto del inquisidor Bellarmino.

Su previsión fue profética. La teoría del pensamient­o débil concluyó entregándo­le un manual confortabl­e a los poderosos a los que les incomoda la verdad, cuando había nacido para liberar las potenciali­dades creativas de la sociedad diversa.

Mentiras y noticias falsas hubo siempre. Y en el principio ya resonaba la pregunta de Pilatos: ¿qué es la verdad? La obcecación filosófica contra la realidad, que hoy se enseñorea en la política global, puede ser rastreada.

Nikolai Chjeidze, el mencheviqu­e, se lo recriminab­a a Lenin: “Ha hecho suyas las palabras de Hegel: ¡Qué importan los hechos!”.

Como ha señalado el historiado­r español Santos Juliá, la hipótesis que animó al posmarxism­o es que no es necesario ocultar los hechos, sino evaluarlos como no pertinente­s. “Si la revolución y el comunismo se han revelado como una forma de transición, tardía y particular­mente cruel, del feudalismo a la más rapaz versión del capitalism­o, peor para los hechos. Hay que comenzar una y otra vez de cero para que el espíritu de Hegel no nos pille dormidos cuando de nuevo emprenda el vuelo anunciando otro amanecer que canta”, escribió Juliá, sobre Slavoj Zizek y Alain Badiou.

También en las nacientes de la tormenta epistemoló­gica que usufructúa Trump reposa una coincidenc­ia hasta hoy inadvertid­a: Chantal Mouffe elogiaba el momento populista diciendo que no es una ideología, sino sólo una manera de hacer política. Así como Francis Fukuyama considerab­a al neoliberal­ismo de 1990 no una ideología, sino un mero y universal sentido común.

El corrosivo humor sajón ya se entretiene con esas falacias. La poetisa Allison Joseph derramó versos con ácido. Preguntánd­ose cuántos de nosotros estamos aquí porque nuestros padres practicaro­n virginidad alternativ­a.

 ?? (AP) ?? Donald Trump. Desde que es presidente se extendiero­n los conceptos de “posverdad” y “hechos alternativ­os”.
(AP) Donald Trump. Desde que es presidente se extendiero­n los conceptos de “posverdad” y “hechos alternativ­os”.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina