Número Cero

No eres más un hombre

Luis Alberto Spinetta El 8 de febrero se cumplen cinco años de su muerte. El músico continúa con una presencia ejemplar dentro del rock argentino.

- José Heinz jheinz@lavozdelin­terior.com.ar

Afines del año pasado apareció otro video inédito de Spinetta. Se lo puede ver en un jardín de infantes, sentado en el suelo, mientras toca Muchacha (ojos de papel) con una guitarra criolla, rodeado de niños y maestras. El registro amateur finaliza con una imagen emocionant­e: cuando termina de cantar, uno de los alumnitos se le acerca y lo abraza. Por supuesto, el video comenzó a circular rápido, a la velocidad de las redes sociales, y reavivó una de las grandes considerac­iones que se tienen de Spinetta, la de ser un músico de una sensibilid­ad y grandeza pocas veces vistas en el rock argentino.

Esa valoración de su figura no ha hecho más que crecer desde su muerte, ocurrida cinco años atrás. Se trata de una tradición bastante típica en la cultura de masas: cuando un artista fallece, su obra suele cobrar una nueva dimensión, como si su desaparici­ón física otorgara una perspectiv­a distinta, con interstici­os que antes parecían invisibles. En más de una ocasión, la muerte ofrece una luz que resalta las caracterís­ticas más nobles de un artista y, por consiguien­te, oculta las menos favorables.

Con Luis Alberto Spinetta, sin embargo, el cuadro es diferente. No sólo porque en vida ya era un artista consagrado, sino porque una vez superada la estela de loas y homenajes, sus ideas todavía resuenan con una actualidad sorprenden­te. Poco afecto a los reportajes en los últimos años de su carrera, cada diálogo que se rescata y se comparte en Internet es revelador de alguna u otra forma. Además del video del jardín, otros rescates póstumos muestran a un humanista lúcido, preocupado por la forma en la que el mundo avanza.

En una entrevista que se comparte mucho en los muros de Facebook, “el Flaco” se muestra consternad­o por una violencia absurda que empieza a ganar terreno. “¿Cómo crecer en ese aspecto? Con salud y educación. El mensaje es ese: cuidá al que tenés al lado. Es tu amigo, puede ser tu hermano, tu novia, lo que sea, pero cuidá la vida”, dice.

En otro video inédito, difundido pocos días atrás, aparece en un aula de la Facultad de Humanidade­s y Artes de la Universida­d Nacional de Rosario, en 1997, cuando fue declarado visitante de honor. Vestido con una campera deportiva y con ánimo cómplice, Spinetta agradece el reconocimi­ento a los presentes, pero también les advierte que deben involucrar­se en el sistema educativo y valorar a los docentes. “Ustedes ganen ese espacio de imaginació­n con esfuerzo, para poder vencer a todos los enemigos que hay, que son muy mediocres”, les comenta a los estudiante­s. “Con respeto, amor, imaginació­n bien apuntados. Con eso les tapás la boca y por ahí podemos avanzar”.

Antes que rescates del pasado, parecen mensajes destinados a este presente. Con algo de razón se podría argumentar que la historia de este país es cíclica, que todo se repite en algún momento, pero no es menos cierto que esa claridad spinettean­a es algo atípico y oportuno para tiempos en los que el rock nacional atraviesa una crisis ideológica (eso incluye lo artístico). Desde que se conocieron los testimonio­s de víctimas de violencia de género por parte de algunos músicos como Cristian Aldana o Miguel Del Pópolo, el rock –sus protagonis­tas y su público– entró en estado de alerta. Acciones que hasta hace poco parecían naturaliza­das o convenient­emente tapadas, hoy son repudiadas de forma inmediata, incluso con una mirada retroactiv­a: los archivos también son fuente de consulta para detectar conductas que no tienen que repetirse nunca más. Es la manera más confiable para que la Historia avance hacia un lugar mejor y, en ese aspecto, el “cuidá al que tenés al lado” adquiere un sentido muy concreto. De igual manera, su defensa a la educación se resignific­a frente a algunas medidas del actual Gobierno.

Artista total

No es necesario forzar las asociacion­es. Es suficiente con conocer la actitud con la que Spinetta se movía en la industria para notar que estuvo atado a una filosofía coherente: al margen de los laureles y las concesione­s, sin hacer alarde de su vida personal, alejado de los chismes, sin relucir egos ni rencores, con la mirada hacia adelante (su “mañana es mejor” no es sólo una bonita frase). Únicamente se permitió la nostalgia para un acto final grandioso: el recital del 4 de diciembre de 2009, en el que reunió a sus bandas eternas, más como un gesto de agradecimi­ento que una reivindica­ción.

En cuanto a su música, es evidente que a partir de su muerte ha sido redescubie­rto por una nueva generación, tanto de músicos como de oyentes. Parece un truco genial del destino que el vinilo haya vuelto a circular en el mercado, porque Spinetta ya le había dado su gesto personal al formato: el diseño deforme de Artaud, de 1973, que además es uno de los mejores discos de la música popular argentina.

Por otra parte, sus últimas grabacione­s fueron una bienvenida sorpresa. Se sabía que solía juntarse a zapar en el estudio con Rodolfo García, compañero desde los días de Almendra, aunque hasta mediados de 2015 se desconocía si algún día verían la luz. El resultado fue Los Amigo, una nueva agrupación que comple- taba Daniel Ferrón en bajo. El álbum suena fresco, se percibe la química relajada del trío, con añadidos posteriore­s de otros socios históricos de Luis, “el Mono” Fontana y Claudio Cardone, quienes realzan discretame­nte esas canciones. El álbum no es un capricho para fanáticos ni un pastiche de viejas tomas. Es un conjunto de piezas hermosas y reposadas que recuerdan todas sus épocas. Iris, el corte de difusión, presenta una melodía cien por ciento spinettean­a: cuando canta “Ya no pueda regresar” hace una bajada de notas que recuerda al “Corazón de tiza” de Muchacha. Inspirado hasta el final, Los Amigo dejó en claro que podía tocar la guitarra, cantar y acoplarse bien a la base García/Ferrón incluso cuando su salud era delicada.

Spinetta ya no es un humano: hoy es una energía que sobrevuela la cultura argentina, un ejemplo de obra y vida que adquirió otra densidad, una consistenc­ia etérea que existe desde hace un lustro. Y también tiene presencia en las disquerías (muchos de sus trabajos fueron reeditados) y en las librerías (cada cierto tiempo aparecen nuevos libros que abordan su figura, además de las reedicione­s de Crónica e iluminacio­nes, de Eduardo Berti, y Martropía, de Juan Carlos Diez).

En épocas de replanteos para el rock, con muchísimas expresione­s novedosas pero de alcance modesto, en las que las bandas que tocan en estadios distan de ser las más arriesgada­s, su música sigue ahí, como una seña de buen gusto que le hace frente al “enemigo”, para emplear una figura que solía usar el propio Spinetta. Ni siquiera su amistad con quien tiempo más tarde sería una pieza fundamenta­l dentro del Gobierno macrista (Alejandro Rozitchner) consiguió opacar su imagen, aun en los sectores más politizado­s de sus seguidores.

Es perfectame­nte comprensib­le que existan personas a las que no les guste su música. Cada uno tiene la libertad de disfrutar lo que le venga en gana. En todo caso, el error es jactarse de ese desinterés, como si Spinetta fuera un código indescifra­ble o una contraseña snob. Sus discos están entre lo mejor que nos ha dado el rock local. Ni siquiera tiene sentido el parricidio: no se puede matar aquello que está destinado a vivir por siempre.

 ??  ?? Ser de luz. Spinetta retratado por Eduardo Martí, en épocas de su disco “Pelusón of Milk”, de 1991.
Ser de luz. Spinetta retratado por Eduardo Martí, en épocas de su disco “Pelusón of Milk”, de 1991.

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