Hasta la vincha con Frida
El uso y el abuso de la imagen de la artista mejicana desactivan el poder de su obra.
Un escritor que se entregó a la literatura y a los vicios dijo una vez: “Encuentra lo que amas y deja que te mate”. Algo parecido sucede con ciertos personajes fetiche: “Encuentra lo que te guste y mátalo”. Actualmente resulta casi imposible disfrutar cierta estética o personaje de la cultura popular sin que meses después ateste todas las vidrieras de todos los comercios.
Desde hace tiempo se asiste al uso y abuso de la figura de Frida Kahlo. Todas esas vinchas de flores enormes y colorinches que lucen algunas mujeres no son casuales, mantienen una conexión con las estatuillas de cerámica que emparientan la fisonomía de Frida con Buda. También están relacionadas con las remeras y manicuras decoradas con la cara de la artista, y la lencería de diseño que exhibe entre puntillas un cejijunto dibujo infantiloide.
Frida –la mujer, no esa reducción de fealdad interesante con la que se intenta reemplazarla– la pasó bastante mal. Nunca terminó de dejar ciertos complejos de lado, sufrió eternas dolencias físicas, disfrutó y adoleció su enamoramiento con un pintor e intentó matarse varias veces. Pudo elegir amoldarse al “deber ser” de los criterios sociales, pero optó por ser ella y dejar que su nombre trascendiera de la mejor manera.
Resulta una ganancia para la cultura popular tenerla como referente de la invención de una nueva estética, de definiciones de pareja, de género, de vidas truncadas y, sobre todo, de talento. ¿Saben eso las marcas que venden remeras con su rostro o sus obras a miles de pesos? ¿Alcanzan a verlo los que compran ceniceros con las Fridas tomadas de la mano para apoyarlos sobre revistas que enseñan a las mujeres a ser sexies?
Esos vestidos inmortalizados por Frida que tienen un significado de peso en la cultura mejicana, y que –según dicen– intentaban ocultar su discapacidad, ¿tenían reservado un lugar en un cuaderno con la inscripción “¡Feliz Día de la Mujer!”? ¿Escasea tanto la imaginación como para pintar las cejas, trenzas y flores en un termo, en un individual y en una maceta?
Como todo lo que se manosea en exceso, lejos de proponer nuevos cánones estéticos, se vacía a Frida Kahlo de todo su contenido al recortarla groseramente de su vida. Para honrar su figura no es necesario usar su semblante como filtro de Snapchat, ni estampar su torso en una bolsa para guardar pan. Basta con hacerse eco del ímpetu que colapsó los límites propios y ajenos, anteponer el talento y la creatividad.