Número Cero

Historias de vida de las obras maestras

- DEMIAN OROSZ

Una pequeña tabla de madera de álamo se multiplica en las pantallas de los celulares. Miles de personas de todo el mundo acuden cada día al Museo del Louvre para ver la pintura de 77 x 53 centímetro­s, algo que muchos apenas logran debido a la cantidad de gente que se amontona a varios metros del vidrio blindado que la protege de nuevos ataques.

El objetivo parece ser, en cambio, llevarse un registro (el inglés Martin Parr hizo una foto famosa de la selva de manos con los teléfonos en alto). Como si tener en sus smartphone­s una toma in situ de esa imagen reproducid­a al infinito en internet les asegurara una experienci­a de contacto o una intimidad profunda.

El retrato de Lisa Gherardini que se conoce con el nombre de Mona Lisa podría ser, según algunas versiones condimenta­das por el chisme, un homenaje secreto de Leonardo Da Vinci al joven Salai, quien ingresó como asistente al servicio del pintor cuando era un niño, fue uno de sus discípulos predilecto­s y posiblemen­te su amante.

La historia oficial dice que la señora del cuadro era la esposa de Francesco del Giocondo (de ahí que se la llame también La Gioconda), un rico mercader de seda florentino capaz de disputarse el talento de Da Vinci con reyes y papas.

Giorgio Vasari, un biógrafo poco afecto a dejar de lado la invención, cuenta que las sesiones de retrato incluían a un grupo de cantantes, músicos y bufones encargados de divertir a Madonna Lisa y a mantenerla de buen talante. Un dato que cuesta creer si se considera la misteriosa semisonris­a de la muchacha, que hasta el día de hoy promueve interpreta­ciones opuestas.

Leonardo empezó la pintura y fue dilatando su conclusión. Viajó varios años con la tabla y al momento de su muerte, el 2 de mayo de 1519, en un castillo francés, estaba inconclusa. El señor Giocondo nunca vio su encargo.

La devoción que genera la Mona Lisa y las muchedumbr­es que atrae son un fenómeno con- temporáneo cuya historia puede ser contada. ¿Cómo se convirtió en la obra de arte más conocida del planeta? ¿Cómo se explica su atracción? ¿Por qué terminó en París y qué tipo de pasiones despertó? ¿Cómo fue que Picasso tuvo que declarar en una comisaría poco después de robo del cuadro, que desapareci­ó del Louvre el 21 de agosto de 1911 y apareció escondido debajo de un colchón, en un hotel de Florencia?

Elenco estelar

Estas y otras preguntas tienen respuesta en Historias increíbles del mundo del arte, un libro de la periodista francesa Maureen Marozeau, quien despieza en 12 capítulos los relatos de vida de otras tantas obras maestras.

El elenco estelar reunido por Marozeau va del busto de Nefertiti, casi con seguridad una falsificac­ión que genera colas de visitantes en un museo alemán, al Guernica, de Picasso, pasando por el Cordero místico, de los hermanos Van Eyck; La deposición de Cristo, de Rafael Sanzio; El astrónomo, de Johannes Vermeer; el Retrato del duque de Wellington, de Francisco de Goya, o la controvert­ida pintura El origen del mundo, de Gustave Courbet, un pubis femenino en primerísim­o primer plano que tardó más de un siglo en exhibirse al público.

Las peripecias son asombrosas. Codiciadas por reyes, obispos y dictadores, robadas, guardadas en bóvedas o encerradas en túneles subterráne­os, muchas de las obras sufrieron atentados que las dañaron, se salvaron de milagro de ser devoradas por las llamas tras un bombardeo o fueron objeto de oscuros manejos por parte de museos que lucran con su exhibición.

El siempre enigmático poder del arte se cruza aquí con tramas políticas y personajes que parecen salidos de una novela policial.

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Historias increíbles del mundo del arte Maureen Marozeau Editorial Edhasa 229 páginas $ 295
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