Aprender para el siglo 21
¿Cuál es el modelo de escuela que necesita el país para formar personas capaces de enfrentar los desafíos del mundo globalizado?
El 8 de julio de 1884, en la presidencia de Julio Argentino Roca, se promulgó la ley número 1.420 de educación común, laica, gratuita y obligatoria.
Fue una de las herramientas básicas que se planteó la Generación del 80 para dar forma al proyecto de Nación que ya habían soñado Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi y el propio Domingo Faustino Sarmiento antes de la caída de Juan Manuel de Rosas.
Cuando Sarmiento vuelve de su viaje por Europa y América, en 1848, para estudiar comparativamente los sistemas educativos, financiado por el gobierno de Montt desde su exilio chileno, manifiesta claramente que es el aplicado en Estados Unidos el modelo deseable para una educación moderna en una sociedad democrática. Dice, en sus memorias de viajes, que Estados Unidos es el país del futuro porque allí todos los ciudadanos, cualquiera fuera su situación económica o social, egresaban de la escuela sabiendo leer y escribir y manejando las cuatro operaciones básicas. Es decir, preparaban ciudadanos conocedores de sus derechos y obligaciones y con capacidades para insertarse positivamente en el mercado laboral.
Se trataba, entonces, de formar ciudadanos y dar capacidades suficientes para su empleabilidad. A partir de estos fundamentos, elabora lo que se conocería como ley número 1.420, o de Educación Laica.
Por supuesto, en el Congreso no hubo unanimidad sino fuertes debates, y oradores católicos de la estatura intelectual de Pedro Goyena o José Manuel Estrada dieron batalla en contra de su sanción.
Lo que sí se obtuvieron fueron consensos amplios, que permitieron que lo proyectado por la ley mantuviera vigencia durante más de 80 años y convirtiera a la República Argentina en un país líder en el mundo por su sistema educativo hasta hace aproximadamente 50 años.
Tras la decadencia
Después comenzó una lenta degradación, y hoy nos encontramos con un sistema en estado terminal, en el cual la máxima aspiración es que la escuela esté abierta para recibir a sus alumnos y que estos puedan cumplir mínimamente el calendario escolar.
Todos los sectores de la política, de los gremios y de la propia sociedad declaman la importancia de la educación pública, pero en el fondo todo se reduce al sueldo de los docentes y a la duración del año escolar.
La educación argentina requiere hoy un cambio tan revolucionario como el que planteó Sarmiento en su momento. Pero no se trata de volver a la escuela sarmientina, porque ella estuvo pensada para el siglo XIX.
Educación universal, gratuita, obligatoria y laica es el marco que se planteó en la ley de 1884 y que 133 años después mantiene plena vigencia y mayoritaria aceptación social.
¿Pero qué contenidos curriculares? Necesitamos que el sistema educativo forme ciudadanos y facilite la empleabilidad para el siglo 21. ¿Qué es ser ciudadano en un mundo globalizado? ¿Y cuáles son las capacidades que debe tener ese ciudadano para insertarse productivamente en el mundo laboral en este siglo?
Ese es el gran debate que deberíamos darnos como sociedad y allí sí plantear cómo formar a los mejores docentes para esa nueva escuela y con los mejores salarios.
Plantearnos las escuelas con horario extendido, el uso cotidia- no de las tecnologías como herramienta pedagógica, el aprendizaje sólido de una segunda lengua.
Esa escuela pública es la que nos puede ayudar a disminuir la brecha social y a situar a todos los chicos, cualquiera fuera su nivel económico o social en el mismo umbral de educabilidad.
Lo demás no es defender la escuela pública sino añoranza de un pasado de gloria, frases vacías, palabras al viento.
* Exsecretario general de la UNC, especialista en Educación Superior (UBA)
LA EDUCACIÓN ARGENTINA REQUIEREHOYUN CAMBIOTAN REVOLUCIONARIO COMOELQUE PLANTEÓ SARMIENTO ENSUMOMENTO.