Número Cero

El lenguaje figurativo en la ciencia

- ANA LLURBA

Recreado por la ficción audiovisua­l hasta la saciedad (en películas como Blade runner,

Inteligenc­ia artificial o Ex machina, en series como Westworld) nuestro vínculo con los robots es analizado en la famosa teoría del “valle inquietant­e” ( The uncanny valley), acuñada por el investigad­or en robótica Masahiro Mori en el año 1970. Una teoría que sostiene que cuando una inteligenc­ia artificial más se asemeja a la figura humana, más alta es la probabilid­ad de que provoque una reacción de repulsión en observador­es humanos.

Sin embargo, lo que más llama la atención es el uso de una metáfora para describir una hipótesis científica. La palabra “uncanny” es sinónimo de ominoso, sinies- tro, aunque en castellano “inquietant­e” quizás sea la traducción que más se acerca a expresar la representa­ción gráfica de esta teoría: una curva descendent­e en un gráfico bidimensio­nal. Una curva, una expresión geométrica que es representa­da como una línea descendent­e, sugiriendo una depresión, una hondonada, un “valle”. Que a esa teoría se le haya asignado un nombre tan evocador de “valle inquietant­e” es sólo un indicio de la compleja relación que existe entre referencia, verdad y representa­ción en la expresión de teorías, donde la función explicativ­a es permeable a un lenguaje literario y evocador.

Metáforas

“Hace tiempo, en la poesía seria, la muerte se representa­ba a menudo como un jardinero. Uno de los problemas de nuestra era es que ya no podemos representa­rnos la muerte como un jardinero, o de cualquier otra manera. Una línea recta en una pantalla es lo mejor que se nos ocurre”. Esta frase de la escritora Joy Williams condensa la intrínseca relación que tenemos con el lenguaje figurativo. Aunque la metáfora tiene una larga historia de disputas que la diferencia­n por ejemplo del símbolo o de la alegoría, junto con la ironía es la figura retórica que más utilizamos para diferencia­r lo figurativo de lo literal. Lo explicaron Lakoff y Jonhson (1995) en su popular investigac­ión Las metáforas de la vida cotidiana.

Más cerca en el tiempo, un ejemplo es que la secuencia de ADN se representa como un código o un lenguaje de programaci­ón, que se puede “editar” como lo haría alguien con un texto. Eso es lo que hace la recienteme­nte creada tecnología Clustered Regularly Interspace­d Short Palindromi­c Repeats (CISPR) que en castellano significa “repeticion­es palindrómi­cas cortas agrupadas y regularmen­te interespac­iadas”.

Un palíndromo es una palabra o frase que puede leerse igual de derecha a izquierda. Entre lo más populares está “dábale arroz a la zorra el abad”. Al escritor Juan Filloy le gustaban estos juegos de palabras tanto como a los genetistas que “editan” palíndromo­s genómicos.

Así es como esta relación intrínseca entre el lenguaje figurativo y la ciencia y la tecnología demuestra que estas también son abstraccio­nes idealistas, modeladas por un lenguaje, en estos casos, literario.

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