La política local bajo la lupa de la historia
Facciones, partidos y clien
telismo político... estudia las agrupaciones políticas que actuaron en Córdoba entre 1890 y 1912, en un contexto en el que se produce la transición a una democracia de partidos. Si bien fue abierta y clausurada por acontecimientos e iniciativas no originadas en la provincia (la Revolución del Parque y la Ley Sáenz Peña, respectivamente), expuso a las dirigencias políticas ante nuevos desafíos.
Norma Pavoni reconstruye la experiencia de la asociación abocada a disputar el poder mediante elecciones y así revela la dimensión práctica de una cultura política que no lograría superar su impronta elitista. Más allá de que en esa Córdoba aferrada a una tradición unanimista la noción de partido será valorizada y acogida en leyes que regularían su funcionamiento para los comicios, estas no pluralizaron los espacios institucionales de representación (legislaturas, colegios electorales).
Dos ejes vertebran el texto. Uno: el proceso de conformación y los modelos organizativos de los agrupamientos. Se distingue, por un lado, los promovidos por quienes gobiernan la provincia y la Nación desde la crisis del Partido Autonomista Nacional. Por otro, los nacidos en la oposición externa al régimen oligárquico, desde la matriz de la Unión Cívica de Córdoba y del socialismo.
Dos: las bases sociales y las reglas de juego que caracterizan a esos partidos. Se trata de un cuadro complejo y diferenciado de espacios urbanos y rurales, donde se entrecruzan instituciones, actores sociales, prácticas, valores y expectativas. La mayoría de esas asociaciones comparte la misma dificultad para afianzar liderazgos y condensar identidades definidas.
El origen común, el fraccionamiento y los desmembramientos de la dirigencia propician migraciones y alianzas inestables que comprometen desde los puestos más prominentes hasta los niveles ínfimos de la administración.
Para dirimir sus conflictos internos o seleccionar candidatos, esas asociaciones no promueven un aprendizaje práctico de sus propios estatutos, y modifican poco las formas de movilizar votantes.
Pese a filiaciones ideológicas, que en otros campos se muestran irreductibles, las identidades partidarias son fluidas en la búsqueda de apoyos muy diversos. A fines del período, esa es la clave aglutinadora tanto del “movimientismo” de la UCR como del “coalicionismo” de la Concentración Popular.
Rol de la élite
La explicación de Pavoni contiene una clave sociológica: la experiencia partidaria del período –gubernista u opositora– es conducida por una élite procedente de los sectores socio-económicos dominantes.
La capacidad económica para financiar la asociación, su propaganda y las campañas electorales define un estatus privilegiado para decidir candidaturas y cargos partidarios, ejercitar la influencia y poner en marcha un entramado clientelístico que recorre toda la estructura social.
Una formidable y documentada reconstrucción sobre los departamentos de campaña echa luz sobre la articulación entre burocracia estatal y dominio socio económico, que habilita modalidades del usufructo privado de lo público para sumar los liderazgos rurales a la estrategia de los partidos.
En 1912, quienes inauguran el nuevo régimen político no resignan esa experiencia, en la que la autora advierte la génesis de una disyuntiva ética sobre los usos del poder público. En el futuro, los partidos habrán de debatirse entre ser canales de políticas de interés general o de meros objetivos personales o facciosos.
Tal disyuntiva remite al problema de la distorsión entre los valores y promesas que funda un sistema político y su traducción institucional y práctica, del que por cierto –como lo analizara Norberto Bobbio– no han escapado las democracias liberales.