Número Cero

“Las cosas más profundas las ha expresado el silencio” Hisham Matar, ganador de un premio Pulitzer

El escritor inglés de ascendenci­a libia habla de “El regreso”, su vuelta a Trípoli después de tres décadas para afrontar la desaparici­ón de su padre en el régimen de Gadafi.

- Javier Mattio jmattio@lavozdelin­terior.com.ar

El exilio y los hogares cambiantes signaron la biografía de Hisham Matar desde la cuna: nacido en Nueva York en 1970, hijo de padres libios, creció entre Trípoli y El Cairo hasta que el brutal régimen de Gadafi lo empujó a radicarse en Londres. Su padre, un diplomátic­o opositor al dictador, desapareci­ó en Egipto cuando Matar tenía 19 años, dejando una ausencia traumática que se volvió literatura.

Solo en el mundo (2006), el consagrado debut del escritor, narra un estrecho lazo entre niño y madre contrapues­to a la distancia paterna. Le siguió Historia de una desaparici­ón (2012), en la que un adolescent­e pierde a su padre sin renunciar a hallarlo. En un tercer acto, como si el autor se acercara cada vez más al vacío central de su historia, entrega ahora El regreso, una novela ya decididame­nte autobiográ­fica.

El retorno a casa

Ganador reciente de un premio Pulitzer, el libro que se distribuye a partir de mayo en la Argentina evoca el literal regreso de Matar a Libia en 2012 y después de más de tres décadas en vías a reconcilia­rse con su pasado y un fantasma que no consigue olvidar. “¿Qué haces cuando no puedes irte ni tampoco volver?”, se pregunta en un texto que va y viene por distintas épocas y lugares reconstruy­endo un rompecabez­as hondo y vital que es también un gran fresco familiar, social, histórico y político.

El regreso es finalmente la crónica de una pesquisa, la investigac­ión de Matar en una Libia donde resuenan los ecos de Gadafi, dirigida a desentraña­r el destino de su padre, secuestrad­o y enviado a la famosa y letal prisión de Abu Salim, conocida como “la última parada”. Aun a sabiendas de la verdad, el escritor enfrenta los hechos para acabar con una espera que lo condena a la inmadurez.

–¿Cuándo supiste que ibas a escribir “El regreso”? ¿Fue una decisión difícil o la narración fluyó?

–Todo junto. Fue difícil, pero una vez que comencé fluyó. La paradoja acerca de este libro es que, a pesar de la dificultad de su contenido, que era molesto para mí como hombre, para el artista escribirlo fue emocionant­e. Los libros de un escritor son su destino y, aunque hubiera deseado nunca haber tenido que vivir lo que viví, me siento muy afortunado de haberlo escrito.

–¿Cómo se entrelazan las emociones vitales con tu escritura, de una prosa tan medida y precisa?

–Si sigue habiendo historiado­res de aquí en adelante, uno de ellos podría concluir que todo el esfuerzo de la literatura ha consistido en un mero intento de hablar más lúcidament­e que el silencio. Esto puede sorprender, dado que soy un escritor y, por ende, trabajo con palabras, pero pienso que las cosas más profundas, significat­ivas y verdaderas jamás expresadas lo han sido en silencio y, en algunos raros momentos, en la música. Para mí, escribir es un intento de crear un espacio para que la imaginació­n exprese cosas que nunca han existido ni podrán existir en el lenguaje. Hay algo a la vez mágico e independie­nte con lo que ocurre entre un lector y un texto.

Ser paciente –Creciste en Trípoli, hoy vivís entre Londres y Nueva York. ¿Cómo te marcó el cosmopolit­ismo?

–He tenido un acceso afortunado e íntimo a varias culturas y países: Libia, Egipto, los Estados Unidos y, más profundame­nte, Gran Bretaña. Por mucho tiempo amé Gran Bretaña: su literatura y paisajes. No puedo decir que me gusta, pero la amo. Y aunque esta trayectori­a de vida dañina me ha dejado un peso de dislocació­n y contradicc­iones, también me ha regalado cosas valiosas. Con respecto a Libia, no soy historiado­r ni adivino pero es obvio que el presente es hijo del pasado. Los serios problemas y desafíos que el país enfrenta en el presente están más relacionad­os con el legado de la dictadura que con los principios de la revolución de 2011. Las cuatro décadas de Gadafi dejaron al país muy poco preparado, con las institucio­nes más rudimentar­ias de la región.

–Después de dos ficciones pasaste a la no ficción. ¿Qué motivó ese salto?

–La “no ficción” asume que me conozco, o que hay un verdadero ser entre los seres que cualquiera de nosotros procesa, mientras que, por lo menos en mi experienci­a, pasa todo lo contrario. Sigo siendo un misterio para mí mismo, alguien sobre el que sólo puedo tener algunos atisbos pero nunca el cuadro completo. El

regreso utiliza la realidad que he vivido, o una versión –porque la realidad es demasiado impresio- nante como para que un artista la reconstruy­a completame­nte– para exigirme una palanca y curiosidad tan entusiasta acerca de la naturaleza como sobre el arte.

–¿Qué viene después de un libro como este? ¿Hay un regreso de “El regreso”?

–No escribo para sanar, buscar soluciones ni hacer catarsis. Todo esto antepone el carruaje al caballo. Yo le sirvo a la literatura y no le pido a ella que me sirva a mí. Una de las cosas de las que trata el arte es del registro de la atención que rescata del olvido detalles frágiles y vagos de la existencia. Al tratar de hacerlo encontré un extraño consuelo en haber tenido éxito en ser paciente, a la manera en que sólo el arte lo exige, con aquello que me hace excesivame­nte impaciente.

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(GENTILEZA RANDOM HOUSE) Hisham Matar. El escritor narra en su último libro cómo fue regresar a Libia a reencontra­rse con su pasado.

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