Número Cero

La diferencia entre mi cerebro y yo Límite de la neurocienc­ia

Neuronas y redes neuronales no alcanzan para dar cuenta de nuestra singularid­ad y de nuestra unidad existencia­l como personas.

- Claudia Vanney*

Primera escena. El grupo social Barrios de Pie cortó los accesos a la ciudad haciendo ollas populares para protestar contra la desnutrici­ón en la Argentina. Además, hay varios cortes y desvíos por obras para la nueva traza de la autopista Illia en Buenos Aires.

En medio de todo eso, Miguel quiere llegar a su trabajo rápido porque tiene una reunión con su jefe. Los cortes de calles de los grupos de protesta y los arreglos que hace el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires lo traban todos los días.

Pero ese día es especial. Tiene que llegar en hora. No puede fallar. Su auto queda en medio de un cruce de calle y un motociclis­ta no puede pasar.

Empieza a gritarle y Miguel se enfurece. El motociclis­ta deja la moto en medio de la calle y golpea el vidrio del auto de Miguel. Otros automovili­stas también bajan de sus autos.

Llega una mujer policía y comienza a discutir con el motociclis­ta para que siga su camino y deje de interferir en el tránsito.

Miguel siente deseos de pegarle a alguien. Ganas de “matar a alguien”. Busca en su auto algún elemento contundent­e para pegarle al motociclis­ta, pero se da cuenta de lo que estaba por hacer. Él no es un asesino. Nunca ha sido una persona violenta. Se calma y piensa en su familia.

Segunda escena. Eliana Romero envió a dos sobrinos a buscar a su hijo a la salida de la escuela porque ella está embarazada y estaba con una pérdida.

En el colegio, se negaron a entregar el chico a quienes no tenían una autorizaci­ón formal para hacerlo. Eliana fue ella misma entonces al colegio, muy enojada. La discusión subió de volumen rápidament­e y la mujer cacheteó a la maestra.

El video que registró el hecho se expandió y llegó a los noticieros de todo el país. Esto o alguna otra cosa llevó a Eliana a reflexiona­r. “No se lo quisieron dar porque tenía que ir yo, mando a otro sobrino y tampoco se lo quisieron dar. Imaginate cómo me levanté de la cama. Fui, y cuando llego la maestra se me reía y me dice: ‘¿Me estás tomando el pelo vos?’”, contó a un canal de televisión un día después del episodio.

“Yo sé que hice mal, lo reconozco y pido disculpas, y en su momento también frente a frente voy a pedir disculpas a la maestra por mi mal carácter y mi mal hablar”, dijo Eliana.

El caso de Miguel es ficticio, pero podría ser el de cualquier vecino de Buenos Aires que viaja todos los días a su trabajo. El de Eliana es real. Lo que tienen en común es que ambos cambiaron de actitud al reflexiona­r sobre su propia conducta. Pero también gracias a que “intentaron leer al otro”. La capacidad de reflexiona­r sobre uno mismo y sobre los demás es un indicio de la unidad existencia­l que nos da ser personas.

En primera persona

¿Pero qué es ser persona? Los avances de la neurocienc­ia, por ejemplo, nos muestran con gran detalle la “geografía” de las zonas cerebrales. Pero identifica­r la base neural de los estados de conciencia ¿es todo o lo más importante que podemos saber sobre la persona humana?

Las explicacio­nes científica­s son explicacio­nes que pueden ser comprobada­s empíricame­nte por distintos observador­es. Los filósofos llaman a esta caracterís­tica del método científico “perspectiv­a de tercera persona”.

La ciencia analiza la realidad con objetivida­d, separando el objeto bajo estudio del sujeto que lo estudia.

Pero los estados mentales son también fenómenos de primera persona, es decir, fenómenos que sólo son accesibles al sujeto en el que se dan. Por esta razón, no se puede prescindir del “yo” al analizar los procesos mentales.

El ser humano es mucho más que su cuerpo. Tiene una existencia real para sí mismo y para las otras personas con las que coexiste. La existencia humana está marcada por la experienci­a de ser persona. Confirmada en la autorrefle­xión, en la autoconcie­ncia, en la autoorgani­zación de una biografía individual, y también por el intento que hacen los demás por conocernos, por saber cuáles son nuestras intencione­s, obteniendo una imagen de unidad y de continuida­d sobre “alguien”.

Podríamos decir que mientras el cerebro es algo, yo soy alguien. La persona es ese “alguien” que tiene cerebro, mente, cuerpo, emociones, ideas, etcétera. Mi cerebro no soy yo: yo soy alguien, como Miguel y como Eliana. * Instituto de Filosofía, Universida­d Austral. Directora del proyecto “El cerebro y la persona”.

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(RADIOLOGY.COM) Cerebro humano. Los neurocient­íficos sólo han explicado un porcentaje mínimo del más importante de los órganos.

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