Número Cero

El Einstein menos conocido La personalid­ad de un genio

La gran figura de la física del siglo 20, que revolucion­ó la ciencia con su teoría de la relativida­d, también fue un personaje más que tolerante con quienes lo desconocía­n o interpreta­ban mal sus ideas.

- Pablo López*

En 1905, Albert Einstein, un joven empleado de las oficinas de patentes de Berna, Suiza, presentó las primeras publicacio­nes acerca del efecto fotoeléctr­ico y de la física de la luz que revolucion­arían el concepto que se tenía de ella hasta el momento y que luego derivarían en la teoría de la relativida­d especial, presentada hacia fines de junio de ese mismo año. Por sobre su genialidad, conocida ya por todos, hay una faceta del gran genio de la física que, quizá, muy pocos conocen.

En el ámbito científico, a principios y mediados del siglo pasado, se vivía un clima de muchos cambios y descubrimi­entos. Esto llevaba –en algunas ocasiones– a que los científico­s de esa época tuvieran reacciones un tanto desmesurad­as ante comportami­entos o comentario­s poco morales o estéticos a sus trabajos.

A veces, eran fruto de apresurami­entos o de malas interpreta­ciones, lo que los conducía a tomar posturas que quizá no eran las que realmente la situación merecía.

A Einstein se lo catalogaba de demasiado tolerante ante la crítica infundada a su trabajo, y es parece válido considerar la manera con que desarrolla­ba sus proyectos como un ejemplo aplicable a esta sociedad, tan impregnada de competitiv­idad, en la que tratamos de desarrolla­rnos. Extraña versión

Existe una anécdota memorable que sirve para ilustrarlo. Se cuenta que un amigo de Einstein leyó en los borradores de un tratado de historia de la ciencia, escrito por sir Edmund Whittaker en 1953, que les atribuía explícitam­ente el trabajo más original sobre la teoría de la relativida­d a Lorentz y a Poincaré.

Este amigo de Einstein (llamado Max Born), que conocía su teoría desde hacía años, estaba admirado y, a la vez, fastidiado por esta equivocada versión y le escribió a Einstein desalentad­o al ver que Whittaker había persistido en su plan para publicar su versión, a pesar de todas las pruebas en contra que le había proporcion­ado. No obstante, Einstein nunca intentó defenderse públicamen­te en ese sentido y siempre alentó a su amigo Born a que no atacara a Whittaker.

Algunas preguntas a modo de reflexión podrían surgir a raíz de esta postura por parte del amigo Albert, por ejemplo:

¿Por qué Einstein (conocedor como ninguno de su teoría) nunca hizo una declaració­n voluntaria para tratar de demostrarl­e a aquel historiado­r de las ciencias su versión distorsion­ada de los hechos?

La respuesta habría que encontrarl­a, quizás, en la norma general seguida por Einstein en sus contestaci­ones. Habría sido totalmente inusual en él tomar la pluma para atacar la posición de Whittaker.

Incluso en temas netamente científico­s, rara vez publicaba correccion­es o ataques a las muchas interpreta­ciones erróneas que existieron de su trabajo. Jamás intentaba publicar alguna cosa que pudiese parecer que aumentaba el grado de originalid­ad de sus resultados o que, de alguna forma, significas­e la disminució­n del estatus de otro colega.

Las implicacio­nes que sus postulados les producían a otros científico­s a veces lo dejaban un poco perplejo, pero nunca apelaba al desprestig­io o a la agresión para convalidar sus descubrimi­entos. Al ser la de Einstein una teoría nueva e inédita produjo muchos celos y equívocos sobre su interpreta­ción, debidos, en gran parte, a su nombre.

“Como dijo Einstein, todo es relativo”, decían algunos. Einstein, por supuesto, nunca dijo nada eso. Porque esa célebre teoría no introduce elementos de la relativida­d en la física, sino que, más bien, los elimina.

Tiene relevancia, en este sentido, su tolerancia humorístic­a y quizá sorprenden­te a los ataques más depravados e injustific­ados a su obra y a su persona por parte de científico­s (y no científico­s).

Sin rencores

Volviendo al tema anterior, es muy probable que Einstein se haya sentido un poco dolido por esta versión de los hechos de Whittaker, pero, y no obstante ello, esto le respondió en una carta a su amigo Born para tratar de calmarlo, el 12 de octubre de 1953: “No pienses más en el libro de tu amigo. Todo el mundo se comporta como le parece bien, o, expresado en lenguaje determinis­ta, como tiene que hacerlo. Si convence a otros, eso será problema suyo. En cualquier caso yo encuentro satisfacci­ón en mi esfuerzo y no creo que sea un asunto sensato el defender como ‘propiedad’ mis pocos resultados igual que un viejo avaro que hubiese reunido laboriosam­ente unas pocas monedas. No creo que él tenga mala intención... Y no tengo obligación de leer nada de eso...”.

De hecho, la prestigios­a academia de ciencias británica, la Royal Society, confirmó luego esas teorías como propias de Einstein.

El 9 de junio de 1905 (112 años atrás) se marca como el comienzo de lo que fue el annus mirabilis de Albert Einstein, el momento único en el que un hombre cambió para siempre la física y el mundo.

En estos tiempos de vorágine que transcurre­n, estas humildes palabras de semejante genio suenan notables, sobre todo si se tiene en cuenta de que vienen de uno de los cerebros más capaces e intuitivos de la historia de la humanidad y dueño de los descubrimi­entos, quizás, más sorprenden­tes y originales que nos haya regalado la ciencia. * Ingeniero

 ?? (PIXABAY.COM) ?? Albert Einstein. La mente científica más brillante del siglo 20 obtuvo el Premio Nobel en 1921.
(PIXABAY.COM) Albert Einstein. La mente científica más brillante del siglo 20 obtuvo el Premio Nobel en 1921.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina