Número Cero

Conductas impostadas

El consumo irónico y el placer culposo, dos formas opuestas de vivir la cultura.

- ErnestinaG­odoy Especial

Cada vez se consume con más gente alrededor. La facilidad para compartir instantes de la intimidad vuelve el consumo un fenómeno colectivo. Con la mirada del otro aparecen el juicio ajeno y las estrategia­s –a veces inútiles– para esquivarlo. Como consecuenc­ia, emergen dos formas opuestas y bien marcadas de consumir: el consumo irónico y el placer culposo.

Muchas veces sorprende ver que un conocido habituado a las alturas de la intelectua­lidad comparte, baila o canta una canción de un género musical considerad­o marginal. Otras veces resulta pintoresco ver a una modelo internacio­nal bailar una canción que narra la historia de una chica que, según Pablo Lescano, gusta de exhibir su ropa interior.

Estas reacciones provoca el consumo irónico, la actitud de quien se apropia de un fenómeno cultural de forma distante. Como le dijo Ethan Hawke a Winona Ryder en Generación X: “La ironía es cuando el significad­o real se opone al significad­o literal”. En los consumidor­es irónicos opera, entonces, una intención humorístic­a que cumple la doble función de darle un sentido opuesto al objeto de consumo, y cuidar al consumidor de ser identifica­do con su objeto de burla. Este tipo de consumo exige por definición que se sostenga en la reprobació­n generaliza­da para así marcar la distancia que lo destaque de los consumidor­es honestos.

En el otro extremo se sitúa el consumidor con placer culposo. Aquí también se potencia el juicio ajeno, pero para generar el efecto contrario de oscuro secreto y práctica solitaria. Este perfil de consumidor exhibe públicamen­te criterios de selección estética de los que se deshace al llegar a la intimidad del hogar. La culpa nace cuando juzga que el enorme placer de su práctica es inversamen­te proporcion­al a la calidad de lo que consume.

Si bien el consumidor culposo se rige por su verdadero deseo, también es cierto que opera de forma solapada una mirada de desaprobac­ión que le impide disfrutar abiertamen­te. Este consumidor tampoco quiere identifica­rse con la masividad de un público que disfruta sin reparos un fenómeno cuestionad­o por su superficia­lidad.

En ambos casos, existe entre el consumidor y lo consumido un juicio cargado de miradas. En el primer caso impera la soberbia de la burla; en el segundo, la vergüenza. En el primero gobierna la imagen que el consumidor quiere transmitir, mientras que en el segundo el vínculo con el objeto es más honesto aunque con reservas.

De todos modos hay consumo, hay tiempo invertido en el desprecio genuino o impostado. Las declaracio­nes “consumo pero para odiarlo” y “lo odio pero no puedo evitar consumirlo” no exceptúan a nadie en la gran ola mainstream.

 ??  ?? Bizarren. La fiesta de Mondiolazo, o cómo tomarse en broma el gusto por comidas poco refinadas.
Bizarren. La fiesta de Mondiolazo, o cómo tomarse en broma el gusto por comidas poco refinadas.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina