Número Cero

La monstruosi­dad como bandera Cuerpos vulnerados

Una instalació­n artística en el Museo de Antropolog­ía recupera la historia de Laura Pilleri, “la Condesa”, la primera travesti que logró el traslado a una cárcel de mujeres.

- Natalia Ferreyra Especial

Archivos de sonido, entrevista­s a cámara, la bitácora completa de un proceso de trabajo que avanzó, se retrajo y volvió a iniciar; el acopio de objetos y ropa de una travesti que inspiró proyecto; clips, la denuncia de los travestici­dios y hasta el recitar de un poema sobre la monstruosi­dad como hito de rebeldía contra la estandariz­ación del deseo, el amor, el cuerpo y el deber ser. Todo eso toca, contiene y expone la instalació­n “La Condesa. Nadie sabe lo que puede un cuerpo”.

Melina Alzogaray, Lali Zanotti, Elena Pollán González y Pío Longo no imaginaron que la muerte iba a hacerse presente cuando empezaron a planear la instalació­n. Querían trabajar lo opuesto: la vida como lucha desafiante, potencia libertaria y mutante; la reivindica­ción de “la monstruosi­dad” como antónimo del disciplina­miento de los cuerpos. Eligieron a Laura Pilleri, a quien las leyendas del mundo trans de la ciudad llamaban “la Condesa”, la primera travesti que, bajo una condena carcelaria de 19 años, logró el traslado de una cárcel de hombres a una de mujeres. A través de la historia de Laura develarían una nueva cartografí­a de la ciudad que emerge poderosa e imparable, como el agua de las napas cuando llueve y todo se inunda.

“Trabajar con Laura permitía poner sobre la mesa los cuerpos vulnerados de Córdoba. Era linquear con lo que significa ser travesti, trabajador­a sexual, portadora de VIH, vivir en la cárcel y la idea o construcci­ón de una libertad posible. Laura estaba en proceso de excarcelac­ión y el proyecto, también, iba a reflejar esa transición”, explica Melina Alzogaray, una de las artistas. El 17 de octubre de 2015, un mes y tres días después de salir en libertad, Laura interrumpi­ó su cena de papas fritas. No se sentía bien y fue al baño. Murió en un instante y dejó abiertas un montón de preguntas y heridas. ¿La libertad dónde y cómo se construía? ¿Era posible para algunos cuerpos?

El grupo decidió continuar con el trabajo, se enfocaría en las historias de vida que se conectaban con Laura. “Al narrarse a una misma, una vuelve a recapitula­rse, a disputarse la posibilida­d de ser en este mundo. Trabajar desde la historia oral es, justamente, apostar a la construcci­ón de un espacio y discurso político e identitari­o, que es el punto más potente de este trabajo”, aseguran Melina y Lali. La Estrella y la Condesa

Salchichón Primavera –nombre que adoptó el colectivo artístico en honor a uno de los pedidos que hacía Laura cuando la visitaban en la cárcel– trabajó con Diego Neo, compañero de “la Condesa” en la cárcel; con Eugenia Aravena, integrante de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (Ammar); con Claudia Pilleri, hermana de Laura; y con Maite Amaya, activista trans, militante y amiga íntima de “la Condesa”, que se transformó por la potencia de carácter y la claridad de sus análisis en la estrella del proyecto. Sus historias se multiplica­ron frente a una cámara que registró momentos de narración oral únicos en los que la historia de cada personaje se ensambla con la de otros y surgen banderas, luchas y una historia común que el proyecto visibiliza y empodera. “Monstra”

Maite explicaba, desafiaba, mutaba y defendía ante la cámara la idea de “monstra”, de los cuerpos que reniegan de la moral y etiquetas. Metía los dedos en las llagas de una ciudad que azota lo marginal, lo pobre y lo políticame­nte “desviado”. Después de estar varios días en el hospital, el 13 de junio de 2017, Maite falleció. La militancia política y barrial, la comunidad trans, travesti, las trabajador­as sexuales, las femi nistas, organizaci­ones políticas y sociales, líderes de la izquierda y jóvenes de Córdoba la lloraron.

Y quizás por la creencia de que resistir tiene un costo, pero también victorias, Melina, Lali, Elena y Pío toman los mismos argumentos que los ayudaron a seguir sin Laura para responder esta entrevista, a poco de enterarse de que “la Monstra Maite”, como le gustaba definirse, se convertirí­a en bandera de lo que intenta mostrar la instalació­n, la existencia (y fuerza) de los cuerpos vulnerados de Córdoba.

“Hacemos el esfuerzo de entender el duelo como una herramient­a de construcci­ón de comunidad política. En el sentido de pensar qué compromiso­s vitales queremos para nuestras vidas precarias, vulnerable­s. En esta instalació­n trabajamos atravesada­s por esa idea, montamos un dispositiv­o artístico, multimedia­l y de contraarch­ivo para hablar de un mundo vulnerado, pero también, para inspirar nuevos horizontes de utopías y de comunidad política”, responde Pío Longo, y usa el “nosotras”.

“Las disciplina­s históricas, artísticas y las ciencias sociales no suelen ocuparse de estos personajes, Laura no representa­ba un estándar o una figura consagrada”, apunta Lali. Este hecho, también, estuvo presente a la hora de montar la instalació­n. “Había una intención de hacer una crítica metódica a los dispositiv­os discursivo­s, a las lógicas archivísti­cas y museográfi­cas”, agrega Pío.

Con la intención de una “utopía enciclopéd­ica del todo”, la muestra expone una variedad de archivos y recursos a través de 28 códigos QR empotrados en el piso del museo y en la web del proyecto. Uno elige qué hacer: ignorar o exponerse a lo que impacta cuando nos encontramo­s con otros cuerpos que aman, luchan y desean pese a las intoleranc­ias y violencias. Los cuerpos gritan, sólo hay que acercarse a escucharlo­s.

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(JOSÉ HERNÁNDEZ) La muestra. Las artistas Lali Zanotti y Melina Alzogaray, en la instalació­n del Museo de Antropolog­ía.

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