Número Cero

“Quería reivindica­r los textos de autoayuda y el papel de los snobs” Daniel Molina

En su primer libro, el periodista y escritor se arriesga en diversos temas: desde la filosofía clásica hasta los nuevos medios, las redes sociales y el futuro de la crítica cultural.

- Gustavo Pablos gpablos@lavozdelin­terior.com.ar

Después de más de tres décadas de hacer periodismo y crítica cultural, Daniel Molina acaba de sacar su primer libro. Y la apuesta se la tomó muy en serio, ya que decidió publicar uno en el que, por un lado, en las primera páginas se refiere a su histórica negativa a reunir sus textos en libro; pero, por el otro, al avanzar en su lectura, podemos comprobar que no se priva de casi ningún tema en los que incursionó durante más de tres décadas.

“El libro fue pensado como un texto del siglo 21: abierto a muchas lecturas y posibilida­des. No quería escribir un libro cerrado, que comienza, se desarrolla y concluye –señala Molina–. Creo que ese concepto funcionó perfecto durante 500 años, pero la aparición de internet terminó con esa forma de leer, lineal, de comienzo a fin. Ahora no leemos así, sino que conectamos fragmentos de distinto tipo, desde un audio a un video. Por eso mi libro es y ya no es un libro”.

Así, cada uno de los capítulos cubre, en un registro ameno pero también provocador (y que oscila entre el ensayo, la confesión, la memoria intelectua­l y vital), un mosaico de intereses muy amplio: desde los modos de vida en la antigüedad clásica hasta el complejo y múltiple paisaje social y cultural contemporá­neo, pasando por Twitter como el “cerebro co lectivo” del presente, el cinismo como un veneno que corroe todo, el cine de Spielberg, la crisis del libro, el desafío de pensar contra uno mismo y la imposibili­dad de querer afincarse en certezas que han dejado de serlo.

Además, también se refiere a su convicción de la identidad como una cárcel, da consejos sobre la buena vida y señala la necesidad de encontrar en las crisis la oportunida­d de pasar a algo diferente. Y todas estas reflexione­s están enmarcadas en lo que ha sido y es su experienci­a vital e intelectua­l en diversos períodos: su pasión por la filosofía, sus lecturas de Jorge Luis Borges y de Manuel Puig, la década que pasó en la cárcel como preso político, su desempeño como periodista y editor en diversos medios gráficos, la conducción de programas de televisión de contenido social y cultural, y su trabajo como gestor cultural.

Polinizado­res –Con las dos palabras clave, “autoayuda” y “snobs”, el libro ejercita cierta reivindica­ción tanto del género editorial como de esas personas…

–Tanto la idea de autoayuda como la de snob tienen mala prensa. Se las consideran menores. Yo quería reivindica­r los textos de autoayuda (algunos son geniales, muchos son buenos y muchísimos, malos, como pasa en todos los géneros) y también el papel de los snobs en la difusión de lo mejor de la cultura. Sin ellos, el amplio público no conocería la mayoría de las grandes obras de arte. El snob es el polinizado­r de la cultura. Son como las abejas, difunden el polen de la cultura por todas partes.

–En un pasaje del libro, decís que Twitter te enseñó a pensar como se piensa hoy y que es como el cerebro del presente.

–No existe ninguna red social tan democrátic­a y, a la vez, que exija tanto sobre cómo y qué uno debe comunicar. En Twitter pensamos en conjunto y en el acto. En Twitter pude comunicarm­e, de manera horizontal, con gente de toda idea política, cultural e, incluso, con genios de la ciencia y del arte que me respondier­on los mensajes y entablamos amistad.

Fuera de dicotomías

En varios capítulos reflexiona sobre el hecho de que la gente no está educada para la complejida­d, que les cuesta ver el matiz, salirse de la dicotomía blanco o negro, y que las redes sociales, principalm­ente Twitter, contribuye­n a acentuar las posiciones antagónica­s, como se puede ver en la política. Frente a eso, su propuesta consiste en señalar lo siguiente: “Acá hay un problema nuevo (o una nueva forma de ver este viejo problema) y podemos pensarlo juntos; te invito”.

–Solés ser criticado porque tus intervenci­ones en las redes (que replicás en algunos fragmentos del libro) relativiza­n las crisis del presente en función de una perspectiv­a histórica amplia, a veces contrastan­do con lo que sucedía hace dos o tres siglos, o incluso más…

–Si uno tiene sensibilid­ad histórica, ve claramente que el mundo siempre mejora. La mayoría está encerrada en agujeros del presente, generalmen­te los chismes, las maldades, todo lo insustanci­al que mañana ya no recordará, pero que hoy la hace indignar. A un ritmo lento y, quizá, no tanto como nos gustaría, ni de la misma manera en todas partes, pero siempre mejora. Si comparamos las cifras de pobreza, mortalidad infantil, educación, etcétera, cada 30 o 50 años todas, pero todas, mejoran. En 1817, el 94 por ciento de la humanidad era pobre o miserable (es decir, no lograba comer todos los días). En 2017, la gente que no logra comer todos los días bajó al 9 por ciento. Es una mejora inmensa.

–¿Cómo imaginás el futuro de la crítica cultural en épocas de redes sociales?

–No lo sé. No sé si habrá crítica cultural en el futuro. La crítica necesita un espacio importante, un tiempo largo, una duración y una capacidad de análisis que la instantane­idad, la rapidez y el escaso espacio que hay en las redes sociales no creo que puedan estimular. No sé tampoco si vale la pena salvar la crítica cultural. De todas maneras, la cultura avanza más allá de nuestro deseo y accionar individual. Cada época va generando sus productos culturales, sus lecturas y transforma­ndo, a su manera, el mundo.

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Autoayuda para snobs. Diálogos en una cafetería moderna Daniel Molina Editorial Paidós 304 páginas 2017
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(GENTILEZA CLARÍN) Daniel Molina. El autor no sabe si habrá crítica cultural en el futuro.

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