Punto de fuga
Un instante, menos que un instante, tres versos, duran los poemas de Ciertas partículas del mundo sobre la página, y desaparecen en su propia belleza, que aquí más que nunca es sinónimo de fugacidad.
La tipografía minúscula, los asteriscos que enumeran los textos desde uno hasta 29, el espacio en blanco alrededor de las palabras, todo converge en ese punto de fuga que Juliana Bonacci traza para que la ausencia coincida con la presencia: “Sustancias amarillas resplandecen/ lo diminuto en el instante:/ té de ámbar para no olvidarte.
Al igual que todos los ejemplares publicados por la editorial Dínamo Poético, se trata de una edición artesanal y casera, pero en este caso más despojada que las otras, sin ilustraciones, sin datos de la autora (que ya publicó Hebras y lluvia y Herbario), como si de manera tácita advirtiera que en la poesía no importan los antecedentes literarios sino sólo el acto con palabras que crea su mundo y lo deshace enseguida: “Corto mi cabello. Se desprenden/ corolas y nectarios./ Poética de la caída”, dice el primer poema, más como un símbolo que como una parábola.
La extrema concisión no le impide a Juliana Bonacci esbozar toda una cosmogonía, que parece provenir no de la física moderna sino de los presocráticos y Empédocles, con el amor como fuerza cohesiva del universo y la muerte como fin y principio: “Las muertes se disuelven en el oleaje”.
Pero, más allá de la posible regeneración, lo que desaparece en ese vaivén constante, por minúsculo que sea, también merece un duelo: “En la cajita sin fósforos/ la flor de lavanda./ Un jardín en su último día”.