¿Leer o no leer?
Un desafío del diseño La tipografía y la edición de un libro pueden ser fundamentales a la hora de elegirlo y de seguir leyéndolo.
Un texto siempre comunica más de lo que su contenido dice.
La elección de cierta letra, su tamaño, color, si va en mayúsculas o minúsculas, el interlineado –por citar algunos recursos del diseño– tienen el objetivo de ordenar un conjunto de palabras a través de un formato que agrega un plus de información tácita que el ojo humano ve primero como una forma para recién después, luego de prejuzgarla y sin importarle las virtudes literarias del autor, decidir si conviene quedarse a leer o no aquel texto.
Aparte del desafío de ir asimilando lo que leemos, en muchas ocasiones, la intención del diseño de un texto es hacerle trampa al ojo.
En el común de la gente, estas trampas que utiliza son una picardía para tratar de impresionar al lector. Por ejemplo, agrandar la letra y abusar del interlineado para ocupar más espacio, de modo de aumentar el volumen del escrito presentado.
También están sus gustos personales a la hora de formatear un texto. Es común enfrentarse al desafío de entender un mensaje en proyección de presentaciones,
e-mails o chats cuando el emisor ha elegido tipografía ilegible en un color que se confunde con el fondo y que repercute en los tiempos de lectura y asimilación e interés del contenido.
Pero, en el campo profesional, los recursos utilizados para formatear un texto buscan otros fines: dominar el ojo del lector para controlar sus tiempos de lectura, colaborar con la decodificación de la información o confundirlo y engañarlo sin la necesidad de tener que ocultar información.
Diseñado para leer
Un libro bien diseñado, por ejemplo, permite leer la historia con los tiempos y pausas necesarios que se adecuan a los deseos de un lector.
El tamaño de la tipografía es el justo, el interlineado, preciso y el ancho que ocupa esa sucesión de palabras, el correcto para que el recorrido que debe hacer el ojo permita disfrutar la historia sin prisa pero sin pausa.
En los diarios, a diferencia de un libro o de una carta, el texto está dividido en columnas. El diseño está pensado para cubrir la necesidad de informar rápida y claramente. El recorrido del ojo es menor y la velocidad de lectura, mayor.
Leer es placentero, siempre y cuando las formas para transmitir la información sean una ayuda y no un desafío.