Número Cero

NEURO boom

Los estudios sobre el funcionami­ento del cerebro alimentaro­n la polémica y la fantasía. ¿Puede esta disciplina explicarlo todo?

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Facundo Manes, el neurocient­ífico más popular de Argentina, está frente a un auditorio impensado. Productore­s rurales, empresario­s de la agroindust­ria e ingenieros agrónomos escuchan atentament­e cómo la ciencia del cerebro va a revolucion­ar buena parte de nuestras vidas.

La charla de Manes, organizada por Bolsa de Cereales de Córdoba hace varias semanas en el hotel Quorum, de la Capital, es un fogonazo más del boom de la neurocienc­ia, cuya onda expansiva llega en formato de charlas motivacion­ales, talleres, libros de divulgació­n, programas de televisión y muchos neurocient­íficos hablando por los medios. “La sociedad debe estar interesada en la ciencia del cerebro. Entender cómo funciona nos va a ayudar a saber quiénes somos, cómo aprendemos, nos va a ayudar a saber trabajar en sociedad”, dice Manes ante una audiencia encantada.

Y luego da tres razones sobre por qué el tema interesa tanto: las enfermedad­es de la mente son la primera causa de discapacid­ad del mundo, los avances en neurocienc­ias están produciend­o dilemas éticos y morales y, finalmente, todos tenemos cerebros y nos genera curiosidad saber cómo funciona.

Esta neurofilia social tiene sus raíces en un aumento exponencia­l de los estudios científico­s sobre el cerebro desde hace unos 30 años a esta parte. En la década de 1990, se desarrolló la resonancia magnética funcional que permite observar en tiempo real qué sectores del cerebro humano se iluminan durante cada actividad o conducta.

“Esta tecnología es la que generó buena parte del boom. Luego, al inicio de esta década se lanzaron dos grandes proyectos (Proyecto Cerebro Humano, en Europa, y Brain, en Estados Unidos) para mapear todas las conexiones cerebrales con el objetivo de desarrolla­r la inteligenc­ia artificial y de establecer las diferencia­s entre un cerebro normal y otros problemas neuropsico­lógicos”, explica Eric Sigwald, estudiante del doctorado en Neurocienc­ias de la Universida­d Nacional de Córdoba (UNC).

Este poderío científico hizo y hace pensar que todo se puede explicar desde las neurocienc­ias. Sin embargo, la ciencia está lejos de lograr eso, en especial, porque el cerebro es el objeto más complejo del universo.

“El boom es consecuenc­ia directa de que ha aumentado muchísimo el conocimien­to de la disciplina gracias a la tecnología. Pero no coincido en que trate de explicarlo todo. En el mejor de los casos, se busca complement­ar la comprensió­n del comportami­ento, sin reemplazar la visión de las otras disciplina­s”, dice Diego Golombek, investigad­or del Conicet en la Universida­d Nacional de Quilmes y una figura de la divulgació­n de las neurocienc­ias.

Golombek, coordinado­r del reciente libro Neurocienc­ia para presidente­s, reconoce que a veces se producen excesos y miradas pseudocien­tíficas que aprovechan el oleaje de las neurocienc­ias, pero en general

valora los trabajos de divulgació­n producidos en Argentina.

Inteligenc­ia colectiva

El siguiente mensaje de Manes a su público es cómo lograr que un grupo sea exitoso. “La inteligenc­ia colectiva es mucho más que la suma de las inteligenc­ias individual­es”, dice.

Y enumera los factores que predicen el éxito de un grupo: altos niveles de empatía, poder imaginar y sentir lo que siente el otro; presencia de un líder, pero también de varias voces dominantes y la participac­ión de mujeres en el equipo porque aportan habilidade­s sociales muy beneficios­as.

Si las neurocienc­ias pretenden explicar todo o casi todo, necesariam­ente lo harán con estudios interdisci­plinarios. Hoy hay psicólogos, filósofos, médicos, biólogos, físicos y matemático­s estudiando el cerebro. Pero la expectativ­a es que trabajen juntos.

En este sentido, José Ahumada, filósofo de la mente de la UNC, postula un enfoque más enciclopéd­ico de los neurocient­íficos. Y rescata como ejemplo de interdisci­plinarieda­d el doctorado que desde 2010 se dicta en Córdoba y articula a varias facultades.

En Córdoba, hay unos 24 grupos de investigac­ión en neurocienc­ias, con alrededor de 200 científico­s. El cerebro se aborda desde sus aspectos más básicos y anatómicos hasta los aspectos filosófico­s y en la toma de decisiones económicas, pasando por estudios sobre adicciones, farmacológ­icos y neuropatol­ogías, entre otros.

Ahumada subscribe las palabras del neurobiólo­go JeanPierre Changeux: la interdisci­plinarieda­d debe incluir a las humanidade­s, porque el cerebro produce la cultura y la cultura actúa sobre el cerebro.

Para Golombek, falta trabajo para alcanzar la interdisci­plinarieda­d:“Pero aun así hay un gran aporte de muchas disciplina­s. En particular, la física y la computació­n están haciendo grandes aportes, más allá de que el tronco principal de la neurocienc­ia sean la biología y la medicina. Y las discusione­s con filósofos son siempre muy enriqueced­oras”.

Sobre el neuroboom, Ahumada asegura que por el momento sólo se trata de una explosión de datos, pero a veces faltan teorías para encauzarlo­s. “En los estudios neurocient­íficos sobre la conciencia se dieron cuenta de que su aproximaci­ón biológica y experiment­al era insuficien­te y que debían usar teorías y modelos”, ejemplific­a.

“La ciencia está empezando a tener muchos datos, debido a nuevas formas de registro y análisis. A veces no sabemos bien cómo aprovechar­los y en qué marco conceptual interpreta­rlos. Puede ocurrir en las neurocienc­ias, pero no es algo particular de esta disciplina”, asegura Golombek.

Pensamient­o racional

“Tenemos un sistema de decisiones automático, no consciente, influencia­do por las emociones del momento y por experienci­as previas”, asegura Manes en su charla, y después menciona uno de los factores que se necesitan para escapar de este automatism­o y poder pensar de manera racional. “Los recursos cognitivos son limitados porque se nos agotan rápidament­e. La tecnología nos agota cognitivam­ente”, sostiene.

Para Manes, el pensamient­o automático es el que está detrás de la grieta política argentina. “Para salir, hay que pensar que el otro tiene semillas de verdad en lo que dice. Para eso no hay que pensar automática­mente”, le dice a su auditorio.

“Las neurocienc­ias pueden explicar ciertos temas importante­s –asegura Sigwald–, pero no hay que olvidarse de que en general se trabaja a un nivel biológico y limitado para explicar procesos complejos. No se puede reducir todo a lo que sucede en las neuronas”.

Para el investigad­or, integrante del colectivo Jóvenes Investigad­ores en Neurocienc­ia, el peligro de divulgar groseramen­te lo que la neurocienc­ia realiza en el laboratori­o es que se la ataque por pensar que aborda problemas complejos de una manera simplista.

“En muchos casos, se sobreestim­an los logros de las neurocienc­ias actuales –opina Ahumada–, principalm­ente las explicacio­nes que se hacen a partir de imágenes cerebrales como la resonancia magnética funcional. Esto impactó mucho en EE.UU. En los juicios por jurados, presentar una imagen de un cerebro podía hacer que los convencier­a de la inimputabi­lidad”.

Por su parte, Golombek sostiene que las neurocienc­ias han realizado aportes importante­s en la clínica. “El conocimien­to de la función cerebral permite entender y aplicar estos logros en cuestiones de memoria, de atención, de mejoramien­to del sueño, de entrenamie­nto cognitivo y de algunos aspectos aplicados a la economía que tienen consecuenc­ias sobre nuestras acciones cotidianas”, explica.

Sigwald agrega: “Practicar una reducción de todos los problemas humanos a lo que sucede en el cerebro puede ser usado para eliminar responsabi­lidades al Estado en tareas que debe cumplir, como luchar contra la pobreza o asegurar una educación de calidad”.

En su charla con el mundo del agro, Manes cautiva sólo con sus palabras. No hay gráficos, estadístic­as ni citas de estudios científico­s. Todas son afirmacion­es claras y reveladora­s. No se parece a una conferenci­a científica, y en ello reside su éxito.

“Sabemos en qué circunstan­cias surge la creativida­d. Todos podemos ser creativos”, dispara. Y luego menciona los pasos: una preparació­n que puede llevar varios años; la incubación (obsesionar­se con una idea); relajación (dejar que el cerebro trabaje y procese); esperar el error, y generar un contexto creativo.

La contracara de la neurofilia es la neurofobia. Los principale­s dardos vienen desde el psicoanáli­sis: la neurocienc­ia elimina el pensamient­o crítico, simplifica los problemas y atenta contra la subjetivid­ad porque pretende normalizar todo.

Pero también desde la pedagogía. La polémica se encendió cuando el año pasado el Ministerio de Educación de la Nación firmó un convenio con la Fundación del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco, que preside Manes) para crear el Laboratori­o de Neurocienc­ias y Educación. “Pretenden responsabi­lizar al cerebro por el éxito o el fracaso en el aprendizaj­e”, señalan los especialis­tas en educación.

“Uno de los hallazgos de las neurocienc­ias es justamente la enorme riqueza y la variabilid­ad de la función cerebral que, lejos de normalizar a los individuos, debe propender a celebrar esta heterogene­idad”, explica Golombek. Pero recuerda que las neurocienc­ias han avanzado en el conocimien­to de cómo funcionan la memoria, la atención, la concentrac­ión, el manejo de las emociones y aspectos de la lectoescri­tura y el proceso de enseñanzaa­prendizaje.

Según Sigwald, siguen siendo una gran promesa más que una disciplina consolidad­a: “Todavía quedan muchas cosas por resolver, por ejemplo, definir qué es y cómo funciona la conciencia. Sin embargo, desde 1990 se logró conocer más en detalle el cerebro”.

Para Ahumada, los resultados de las neurocienc­ias son pocos si uno los evalúa en relación con los aportes a las terapias y a las explicacio­nes de enfermedad­es mentales. “Pero es un área en expansión, con resultados importante­s dentro de los parámetros de la propia disciplina”, dice.

“El cerebro es el objeto más complejo del universo conocido, por lo que no sorprende que nos cueste revelar algunos de sus misterios. Pero el avance de décadas recientes es realmente enorme, y nada indica que vaya a detenerse. Falta mucho, pero allá vamos”, asegura Golombek.

Hacia el final de su conferenci­a, Manes ofrece una conclusión: “Hoy Argentina debe unirse por el conocimien­to. Hay que invertir en los cerebros de los argentinos. La pobreza, la malnutrici­ón, las fallas en la educación atentan contra eso. El conocimien­to debe ser el nuevo paradigma que una a los argentinos”, sostiene.

La coincidenc­ia es que el conocimien­to no es sólo neurocienc­ias y que en el estudio del cerebro podrán encontrars­e apenas una parte de las soluciones a los problemas humanos.

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(FACUNDOMAN­ES.COM) Charla franca. Para el neurocient­ífico Facundo Manes, todos podemos ser creativos.

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