La distancia en la cercanía
La familia es una reserva de anécdotas y experiencias buenas y malas, simpáticas y antipáticas, profundas y superficiales; y por eso entre sus miembros terminan cristalizando sensaciones y sentimientos contradictorios y a veces irrevocables.
En esa zona se ubican los 10 cuentos de Seres queridos, de Vera Giaconi (uruguaya residente en Argentina desde su infancia), quien pasó del universo principalmente femenino de Carne viva (2011), a una serie de historias que se sumerge en las posibilidades narrativas de los conflictos familiares.
El volumen (que estuvo entre los cinco finalistas del Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero 2015) presenta diversos cuadros de personajes en general agrupados bajos el mismo techo (aunque hay cuidadores, parientes cercanos, amigos íntimos) y las tensiones que sobrevuelan: los enconos irreconocibles, las venganzas premeditadas, los murmullos soterrados de desdén y rechazo.
En “Survivor”, una chica sigue a la distancia, y mediada por Skipe, a su hermana que vive en Los Ángeles y se puso de novia con el exprotagonista de un
reality show. En “Dumas”, un joven abuelo es testigo de cómo la dictadura le arrebata a su nieta, que al poco tiempo de nacida debe irse del país con su madre. En “Pirañas”, un niño que acaba de sufrir la perdida de dos dedos por el ataque de una piraña en un río, percibe en sus padres y su hermana la misma hostilidad e indiferencia de siempre (“Ni siquiera se dan cuenta de que él está ahí, parado junto a la puerta. Víctor siente que po- dría atravesarlas, que su madre y su hermana ya no tienen cuerpos, sino que son polvo y partículas que flotan en el aire formando siluetas, pero que ahí ya no hay nada verdadero”, se lee en el cuento).
Los demás relatos de la serie transitan por una zona semejante. En “Los restos”, dos hermanas se quedan solas preparando la casa para el velatorio de su hermana recientemente muerta, y mientras tanto aprovechan para entrar en las habitaciones, esconder fotos e inspeccionar los objetos privados.
En “Limbo”, la narradora no tolera la decadencia física de su médico de cabecera, el mismo que le ha acertado con un diagnóstico y un tratamiento para su enfermedad, pero que ahora, ante el asombro y la bronca de su paciente, se está apagando irremediablemente en una pieza de su clínica.
En “Tasador”, el narrador y su anciana madre ven por televisión un programa inglés de subasta, y enseguida la mirada del hijo se desplaza a los objetos y los muebles de la casa materna, al cuerpo deteriorado de su misma madre, y al futuro que no tardará en llegar. Mientras que en “Bienaventurado”, la empleada de la familia, para estar lo más cerca posible de su patrona e impedir que ésta caiga nuevamente en la depresión que un año atrás la llevó a intentar quitarse la vida, pone en funcionamiento un conjunto de celosas disposiciones.
Con una prosa tersa, sólida y madura, Giaconi crea un universo de personajes que deben aceptar su fragilidad y su impotencia. A veces sucumben ante las condiciones, y otras aprenden a protegerse con pequeñas tretas de esa pequeña comunidad que, al mismo tiempo que une, también separa.