La invención de Bartual
Un español relató durante días una serie de hechos en su cuenta de Twitter, sin aclarar si eran ciertos o una ficción.
Las denuncias acerca del peligro de “lo inmediato” como signo de nuestra era tuvieron felices frutos. En contra de un apocalipsis metafísico, la aceleración del tiempo fue capitalizada para dar lugar a un género narrativo que no sólo no necesita del formato papel, sino que lo excluye.
Durante seis días Manuel Bartual, historietista y director de cine, escribió una tuit-novela. Empezó el 21 de agosto con un tuit de lo más trivial: “Ando de vacaciones desde hace un par de días, en un hotel cerca de la playa. Iba todo bien hasta que han comenzado a suceder cosas raras”. Las siguientes publicaciones explicaban esos hechos y narraban en un falso tiempo real los nuevos extraños acontecimientos, en un clima de thriller con condimentos de ciencia ficción.
A esa sucesión de hechos le siguió la aparición de su doble exacto, un hotel idéntico a aquel en el que se alojaba y la huida de ese doble amenazante. Al borde de la desesperación, el narrador decide terminar sus vacaciones y regresar a su casa. Una vez allí, descubre que su doble lo había seguido y que ya no había posibilidad de evitarlo.
Bartual apeló a las herramientas de la red social –fotos, videos, memes– para exacerbar la verosimilitud y lograr que millones de usuarios actualizaran sus cuentas para leer una nueva entrega. La historia tiene su final y, a modo de epílogo, Bartual explica que todo fue mentira, que quiso hacer una historia divertida, y agradeció a quienes se preocuparon de verdad por su vida.
El resultado fue un grupo enorme de personas abducidas por lo verosímil del relato, al menos en sus primeros tuits. La idea que grita nuestra época y tiene ya varios años –“no hay que creer en las redes sociales”– se reactualiza en fenómenos como el de Bartual.
En términos de consumo literario, sorprende que millones de usuarios estén leyendo la misma historia en formato digital, dudando de su carácter ficcional. En términos filosóficos, la inmediatez del tiempo propia de la globalización fue la condición de posibilidad de la narración y lectura de una historia.
La realidad se expande en la ficción que habita la misma realidad; es (de)formada por artilugios estéticos para hacerla más atractiva, o un producto literario. En términos de disfrute, la pregunta se vuelve más interesante. ¿Quiénes disfrutaron más de la historia de Bartual? ¿Los que sabían que se trataba de una ficción o los que se dejaron llevar por lo verosímil del relato?