Número Cero

Memorias en disputa

En “La lucha por el pasado”, la socióloga Elizabeth Jelin indaga los procesos de construcci­ón de la memoria social, siempre conflictiv­os, y se enfoca en la experienci­a argentina desde la década de 1970.

- Demian Orosz dorosz@lavozdelin­terior.com.ar

La disputa entre visiones encontrada­s no es un ingredient­e ocasional (ni el resultado de una voluntad de grieta, para usar una caracteriz­ación de moda), sino la dinámica que define desde adentro a las construcci­ones de la memoria social. Eso que llamamos el pasado se dirime en un escenario donde el conflicto resulta inherente y tiene siempre formas inacabadas. Por hegemónica o domesticad­a que resulte en determinad­o momento una cierta configurac­ión de la memoria. La lucha por el pasado pone ya en su título la matriz de confrontac­ión, nunca clausurada del todo, que anima los procesos a través de los cuales se establecen hechos, sus sentidos y las maneras de recordarlo­s. En su último libro, Elizabeth Jelin recorre con lucidez las tramas sociales y políticas vinculadas a la conformaci­ón de las memorias en la Argentina, el rol clave de los movimiento­s de derechos humanos y sus tensiones internas en distintas etapas políticas, las formas de conmemorac­ión promovidas (o no) por el Estado y su propia deriva intelectua­l.

Las investigac­iones de Jelin han sido decisivas en la constituci­ón de un riquísimo campo de estudios. Es autora de textos clave como Los trabajos de la memo

ria, entre muchos libros sobre el tema, y dirigió la colección de 10 volúmenes Memorias de la

represión, sobre la elaboració­n de los procesos dictatoria­les y la violencia política en los países del Cono Sur. Aunque La lucha por el pa

sado no es un libro coyuntural, Jelin no oculta una preocupaci­ón referida al momento actual, ya que lee intentos de desactivar los debates sobre el pasado reciente, un deseo de “dar vuelta la página” que en su opinión implica al Estado y medios de comunicaci­ón. Sin embargo, es optimista acerca de la reacción social, como se pudo verificar en las contundent­es marchas en repudio al 2 x 1. En construcci­ón –¿Todo ejercicio de memoria implica el intento de domesticac­ión del pasado de los otros?

–No necesariam­ente. La noción de domesticar, diluir o neutraliza­r, o incluso pasteuriza­r, quiere decir bajar el nivel de conflicto, poner el pasado en una rutina que no genere confrontac­iones. Hay intentos de ese estilo. Es el Estado el que muchas veces intenta, a través de diversos mecanismos, apaciguar, incorporar los rituales de una manera que no provoquen grandes sublevacio­nes. Por el lado de los actores, hay un deseo de confrontar con otras memorias y dominarlas.

–En el libro se describe la experienci­a argentina como un caso extremo del poder del “afectado directo” y las narrativas personales del sufrimient­o en las disputas sobre quiénes pueden hablar del pasado dictatoria­l. ¿Cuál es su mirada al respecto?

–Es necesario que las cosas sean diferentes. Te cuento una anécdota. Yo iba hacia una marcha, en algún momento en los años ’80. Tomé un taxi y le pedí al taxista que me dejara cerca de Plaza de Mayo. El taxista me preguntó si iba a la marcha y me dijo: “Ah, si yo tuviera a alguien, también iría”. Entonces le pregunté qué significab­a tener a alguien. Le dije que yo no tenía ningún familiar desapareci­do, pero que considerab­a un compromiso ciudadano ir a esa marcha. Mi respuesta es parte de esta cuestión. ¿Quiénes son los “afectados”? Hay una definición del afectado directo en términos de ser víctima o familiar. Esto no debe ser así necesariam­ente. Por eso hago la pregunta para determinar de dónde viene el “familismo” en la Argentina. Porque pareciera que la legitimida­d de la palabra del familiar, y especialme­nte del familiar con lazos genéticos o de sangre, es más importante que la del compañero político o inclusive de las parejas. Hay que pensar en cuántos años llevó que hubiera testimonio­s de esposas o compañeras de militantes desapareci­dos. Mi argumentac­ión va en términos de pedir una ampliación ciudadana que no esté basada en un vínculo genético. Y pienso que esto es especialme­nte importante para este momento y para el futuro. Porque el tema, tal como está en la coyuntura actual en el país, es un tema de todos y todas. Y hay otra ampliación que se vuelve necesaria: la cuestión de los derechos humanos va más allá de la cuestión de la dictadura.

–En su lectura, el discurso de Néstor Kirchner en la Esma en 2004 estuvo dirigido de manera “cerrada” a familiares y a compañeros de militancia...

–A medida que pasa el tiempo, es muy importante que los temas vinculados a las tragedias históricas y a los futuros deseados sean más amplios, que sean de todos. Que no sean apelacione­s circuns- criptas a una pertenenci­a. En un libro de hace muchos años yo hacía una referencia que existe en guaraní entre los términos

ñandé y ore, que quieren decir “nosotros”. Pero uno incluye a los que tenemos enfrente, el otro los excluye. Lo que a mí me gustaría es que, en estos temas que tienen que ver con la dignidad humana más allá de posturas políticas, podamos tener una noción de un nosotros mucho más inclusivo.

–¿Cómo analiza el contexto actual? ¿El Estado busca un aplacamien­to de las dinámicas de la memoria?

–Yo estaba haciendo las últimas correccion­es del libro cuando ocurrió el 2 x 1. Y viene pasando desde 2016 que se cuestiona la cifra de desapareci­dos o se dice que los derechos humanos son un curro. Mi libro no es coyuntural. Pero insisto: no hay un final acabado. Eso quiere decir que seguiremos con luchas sobre ese pasado. De la coyuntura actual diría que es un momento de repliegue porque hay muchos ataques, que por otro lado no son tan nuevos, aunque ahora están en la estructura del Estado y a la ofensiva. De todos modos, el caso argentino es muy especial y eso me da argumentos para pensar con cierto optimismo. Tenemos un movimiento social fuerte. No se dejan pasar las cosas. Frente a cualquier afrenta hay una reacción social inmediata. Las marchas en contra del 2 x 1 fueron las más grandes que hemos visto. Movimiento­s como Memoria Completa, o Cecilia Pando, no surgieron el 10 de diciembre de 2015. Son minoritari­os y ahora tienen más prensa, pero también hay mucha fuerza del otro lado.

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(LA VOZ) Memoria. “Tenemos un movimiento social fuerte. No se dejan pasar las cosas”, dice Jelin sobre la actualidad argentina.

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