“Les advertí de que soy megalómana”
Norma Morandini es la curadora de la 32ª Feria del Libro de Córdoba. “Se han convertido en grandes hechos sociales”, dice la exlegisladora sobre estos eventos.
Desde 2012, la Feria del Libro adopta a un curador que engloba a la grilla en un criterio general. Este año la tarea recayó en la periodista, exdiputada y exsenadora Norma Morandini, que hace expresa su moción curatorial en el texto “México y Córdoba, unidas por la Reforma”. Allí traza lazos históricos entre Córdoba y el país del Norte –invitado de la Feria– tanto en afinidades como en diferencias, y señala la coyuntura de vallas y exclusiones globales como una oportunidad para afianzar y replantear vínculos continentales a un siglo de la Revolución mejicana y de la Reforma Estudiantil. “El calendario nos jugó una coincidencia –dice Morandini–. Cuando me enfoqué en la idea de los muros por el muro de Trump, di con la coincidencia fantástica de la Reforma del ’18 y de la Revolución mejicana, cómo inspira una a la otra y cómo Córdoba inspira a los universitarios en México. A la vez encontré esta tradición mejicana de embajadores escritores mientras que en nuestro país hay todavía prejuicios con los intelectuales. José Vasconcelos, el Sarmiento mejicano, decía que México repugna por lo sanguinario, pero que se hace perdonar por los poetas. Amado Nervo y Alfonso Reyes fueron embajadores, se solidarizaron con la República en tiempos de la Guerra Civil Española. Deodoro Roca realizó el primer gran homenaje a la política exterior mejicana. 100 años después tenemos la continuidad de reconocernos en esas coincidencias”.
Y continúa: “En México, la mayoría de buenos escritores son ensayistas que escriben columnas de opinión en los diarios. Si uno quiere ver qué pasa en México y encontrar un pensamiento original, tiene que leer hoy a autores como Zepeda Patterson, quien fue director de El Universal y fundó el medio digital SinEmbargo. Ellos pueden aportar a un debate actual en relación con el periodismo, lo digital, el rol de los intelectuales. México está lejos de Argentina, pero el desprecio de Trump nos hace mirar hacia al continente”.
–En el texto señala que los ensayos son hoy más útiles que las novelas. ¿Podría ampliar la idea?
–A veces son más útiles las novelas que las declaraciones políticas. Pongo como ejemplo Patria, de Fernando Aramburu, que ha tenido tanta repercusión en España como en la Argentina, sobre el proceso de ETA. Sirve más esa novela que los trabajos académicos. Pero, en el caso de México es mucho más útil por la inmediatez el ensayo intelectual, para explicar el México de hoy, la relación con los Estados Unidos, lo que significa el muro, los inmigrantes. La remesa de inmigrantes es mayor que los ingresos por petróleo, pero después México tiene problemas violentos con los migrantes de Centroamérica. Para escribir novelas hay que esperar que se vayan la ira y el miedo.
–Los intelectuales recobraron un papel importante en la Argentina. ¿Piensa que sigue el prejuicio?
–Estos últimos años, los intelectuales hemos asistido a algo novedoso que es la participación en el debate público, frente a una clara desconfianza por una concepción o cultura autoritaria que cargamos en las espaldas históricas. En la medida en que nos separamos de ese pasado autoritario, han empezado a aparecer actores a los que antes no se escuchaba. A mí me gusta más un debate de argumentos que de descalificaciones, pero ese es un tema que lo vamos a ir corrigiendo en la medida en que tengamos más práctica, más democracia, aprendamos a escucharnos y sobre todo a dudar de las certezas, porque un debate es imposible cuando los argumentos están tan cerrados.
–Esta edición de la Feria hace hincapié en el avance de lo digital. ¿Qué piensa del fenómeno?
–Me fascina el mundo digital. Lo que nos cambia es esta maravilla de haber democratizado la expresión. Antes a una firma en un diario se llegaba después de muchísimo tiempo, las mujeres siquiera firmábamos. Lo que a veces circula en la red perturba, pero ese es un tema de responsabilidad que vamos a tener que trabajar para no caer en la tentación de controlar la red. Ante algo que nace libre, democrático, hay que tener cuidado de que no se impongan tentaciones de control, lo que no quiere decir que no se pueda debatir el límite del decir. No incitar al odio y a la violencia es un fundamento de los derechos humanos, la libertad de expresión tiene esa contrapartida. Yo veo lo digital y me gusta lo que cambia, ahora también sé que el insumo de la prensa, de la actividad intelectual, es la libertad, sin libertad no hay creatividad y menos libertad de prensa. Hace poco publiqué un artículo en La Nación que tuvo repercusión y la gente para elogiarme me decía “Qué coraje”. Y a mí me corrió un frío. Cómo puede ser que 30 años después de democracia, decir lo que se piensa sea un acto de coraje y no de honestidad.
–¿Qué implica ser la curadora de una Feria del Libro de Córdoba? ¿Cómo encaró el rol?
–Las ferias del libro se han convertido en grandes hechos sociales y como tal en hechos culturales, estamos construyendo algo que era ajeno a nosotros. Que la Feria empiece en el ’86 advierte de que hace falta tener libertad para la creatividad artística, el encuentro con el otro, la palabra que circula, provoca, une, enoja. Es un lugar simbólico maravilloso en una ciudad donde se han quemado libros. Me siento honrada de ser parte. Cuando Tomás Eloy Martínez presentó Santa Evita, me pidió que se lo presentara en Tucumán. En el avión me contó que él nunca presentaba los libros en Nueva York, donde había vivido, en Buenos Aires o en Madrid, donde era conocido, sino en Tucumán, su lugar de nacimiento. Me contó la anécdota simpática de que viene contento y le dice a su madre: “Mamá, voy a escribir en el New York Times”. La madre, señora del patriciado tucumano, le dice “¿y eso es importante, hijo?”. “Mamá, me van a leer un millón de personas”. “¿Algún tucumano?”. Por eso recopilé mis notas poniéndole ¿Algún cordobés? El exilio me dio una vida internacional, pero nada me hace sentir más emocionada como el lugar al que uno pertenece.
–¿Qué libros la formaron, qué libros recomienda? ¿Qué invitados pensó para la Feria?
– Las memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, fue un antes y un después, yo vivía en España y a Felipe González le preguntaron cuál era el libro que estaba leyendo. Habló de Las memorias de Adriano, fuimos todos a leer el libro. A mí me gusta la literatura filosófica, en estos años de legisladora he leído filosofía política, Hannah Arendt, Giovanni Sartori. Ahora estoy con Peter Sloterdijk, que ha escrito la trilogía de las Esferas. Cuando me propusieron ser curadora, les advertí de que soy megalómana. La primera persona que propuse fue a Sloterdijk. Y a Michael Ignatieff, un canadiense que también cayó en la tentación de la política y hoy es rector de la Universidad de Budapest. Como las ferias son hechos sociales, muchas veces es más atractiva una persona que aparece en la televisión que alguien que nos ha conmovido por un libro. Mi propuesta ha sido intelectual, después hay un tema de presupuesto y de disponibilidad. Ahora estoy leyendo Contra el odio, de Carolin Emcke, que me traje de Alemania. Les debo a los aviones la posibilidad de leer. Esperar, algo que puede resultar odioso, para mí supone un momento de placer.