Número Cero

¿Cuántas páginas hasta ser Daniel Link?

- GustavoPab­los gpablos@lavozdelin­terior.com.ar

“¿Qué

tuve que leer para llegar a escribir este libro? O, mejor dicho: ¿qué es mi vida sino una sucesión de lecturas (mejor o peor hechas), que se enhebraron un poco por coacción, otro poco por azar, en todo caso por método?”. Así comienza La

lectura. Una vida..., un fascinante y minucioso relato introspect­ivo que le permite a Daniel Link (foto) exponer el lugar que la lectura ha ocupado en su vida, pero también de cómo le permitió hacerse un lugar: en la familia, en las institucio­nes, en el mundo.

El libro traza un arco que va desde aquel niño de los años 1960 (marcado por un fallido diagnóstic­o neurológic­o) hasta el presente del adulto dedicado a la docencia, la investigac­ión académicas y la escritura literaria, pasando por el período de actividad editorial y el de periodismo cultural.

Un niño que, sin televisor ni equipo de audio, se inclina vorazmente hacia la lectura, del mismo modo que sus padres, ajenos a cualquier clase de aspiración intelectua­l, disputaban por ver quien leía más rápido las ficciones de la literatura de quiosco.

Un niño que leía todo lo que llegaba a sus manos: las historieta­s del Pato Donald y los cuentos infantiles ilustrados, las historias subidas de tono (provenient­es en gran parte de los Cuentos de Canterbury y del Decameron) que su abuela checa le contaba de noche, y que, ya de adolescent­e, descubre y se sorprende con El principito y Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sabato. Hasta llegar, finalmente, a la insegurida­d y el malestar que le provocaron los cuentos de Borges, y que ahora lo llevan a decir que escribir y leer funcionan en el registro del desafío: “Un escritor desafía a un lector a que lo lea y el lector desafía a otro lector a que lea de otro modo”.

A su vez, como figura complement­aria, se detiene en los nombres de quienes ejercieron algún tipo de tutela pedagógica: desde la señorita Celia en la escuela primaria hasta el magisterio de Enrique Pezzoni en el profesorad­o del Joaquín V. González, y los posteriore­s de Ana María Barreneche­a y Elvira Arnoux.

Nombres que estuvieron cerca de él en diversas etapas de su formación académica y profesiona­l: sugiriendo lecturas, elaborando y proponiend­o marcos y metodologí­as de análisis, impulsando el estudio en profundida­d de determinad­os escritores, como Borges y Walsh.

En el último capítulo, narrado en tercera persona, el autor traza un breve perfil de la relación intelectua­l y de amistad con Ana Amado, Raúl Antelo, Diego Bentivegna y Sylvia Molloy, entre otros, principalm­ente a través de la reflexión que algunos de los títulos de estos ensayistas e investigad­ores le han generado.

El recorrido se afana en mostrar de qué manera los libros –y las diversas escenas de lectura y, más adelante, de formación– tuvieron que ver con la necesidad del autor de situarse en el mundo, de comprender las determinac­iones que explicaban su vida y de las que debía librarse “por la vía de la ascesis que la lectura patrocina”.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina