Imágenes alteradas
En el campo de la fotografía, la manipulación de las imágenes en el laboratorio o mediante programas informáticos puede obrar como recurso artístico o marca de sello personal. En el ámbito del fotoperiodismo, está prohibido. Pero se hace.
Tomada en 1855 durante la guerra de Crimea, la foto titulada El valle de la sombra de la muer
te, del fotógrafo Roger Fenton, es una de las primeras en retratar la guerra. La imagen muestra balas de cañón desparramadas a través de un campo de batalla. Sin embargo, otra foto tomada por él mismo, y el mismo día, muestra las balas apiladas en una zanja, lo que da la pauta de que fueron movidas para armar la foto.
A más de 150 años de lo que se considera la primer fake shot (imagen manipulada) del fotoperiodismo, el tema mantiene su vigencia.
Como vemos, no es un tema privativo de la actualidad con el uso del Photoshop. Las imágenes se han manipulado muy frecuentemente en el laboratorio manual. Era más complicado, sin dudas, pero se hacía. Lo hacía adrede Man Ray con sus solarizados (dar un golpe de luz durante el proceso de revelado en el cuarto oscuro): velaba algunas zonas y conseguía ese efecto de definición en bordes. Lo hacía también Philippe Halsman, con la superposición de imágenes. Esto formaba parte de sus obras y de sus estilos. Sin embargo, no pretendían el rigor que exige la fotografía periodística.
En la actualidad, en el ámbito del fotoperiodismo, la manipulación se puso de manifiesto en imágenes en las que de ninguna manera estaba permitido, lo que llevó a resonadas descalificaciones en renombrados concursos, cuando no al despido del fotógrafo en cuestión. En ese ámbito, estos trucos se pagan caro, y Google y las propias agencias noticiosas no dejan que nadie haga de cuenta de que no ha pasado nada. Las imágenes atraviesan las redes a la velocidad del rayo.
Retoques para realzar colores y sombras, mejorar figuras o transformar la totalidad de una foto: todo un abanico de posibilidades que ofrece el desarrollo de softwares especializados en editar imágenes. Esta modificación digital genera debates y el tema llegó a un renombrado concurso internacional. Según Ética Segura, “el 8 por ciento de las finalistas del World Press Photo fueron fotografías manipuladas”.
A raíz de esto, World Press Photo lanzó su primer Código de Ética, que durante el último año llevó a la descalificación del 20 por ciento de los seleccionados de la ronda final. Las nuevas reglas definen la manipulación ilegal como “puesta en escena o eventos representados” y “agregar o eliminar el contenido de la imagen”.
No es aceptable eliminar las marcas físicas en el cuerpo, los objetos pequeños en las imágenes, reflejos de luz, sombras u objetos extraños de una imagen. También está prohibido añadir elementos clonando, resaltando o pintando los detalles del objeto. Escenificar una foto viola una de las principales reglas de la ética del fotoperiodismo, que se basa en la captación de eventos reales tal y como suceden.
Como contrapartida, sí se permiten recortes para eliminar detalles extraños y reducir el polvo del sensor o los arañazos
en las exploraciones de negativos. Las normas para 2016 permiten también “ajustes de color y la conversión a escala de grises que no alteran el contenido”.
Las cuestiones de moral religiosa también aparecen entre los motivos para alterar imágenes. Hubo dos casos recientes muy resonantes: El diario judío ultraortodoxo
HaMevaser quitó a Angela Merkel y a la alcaldesa parisina Ann Hidalgo de la fotografía de la marcha de la solidaridad en París, después del ataque terrorista a
Charlie Hebdo. Las críticas no se hicieron esperar y HaMevaser se pronunció, en su editorial, diciendo que la medida fue adoptada debido a que el periódico ortodoxo no publica fotos ni nombres de mujeres en sus páginas.
El otro caso fue el de ILNA, la Agencia Iraní de Noticias del Trabajo, que mostró las imágenes censuradas del dorado escote de Charlize Theron en la última entrega de los premios Oscar. La escena resultó tan grotesca que quedó casi como un meme.
Palabra de experto
Fernando Gutiérrez, fotoperiodista y uno de los jurados del concurso de fotos de prensa que organiza la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa), explica cómo se trabaja en estos temas en nuestro país.
Confirma que en los certámenes sólo se permite el ajuste de color, tono/contraste, y que esto no se considera manipulación, ya que es lo que se hacía manualmen- te en el laboratorio. Gutiérrez coincide con el código mencionado y reafirma: “De ninguna manera permitimos incorporar o quitar elementos en la imagen”.
“A menos que se nos escape, la manipulación, en este momento, cuando todo se difunde de manera global e inmediata, es muy difícil que pase por alto”, agrega. En publicaciones como Rolling
Stone, por ejemplo, es diferente. Es que la foto no necesita del purismo periodístico. “Si hacemos volar a un tipo, lo aclaramos en el epígrafe. De hecho, el retocador firma junto con el fotógrafo y con el periodista”, apunta.
Pero en los concursos nacionales de fotoperiodismo, donde participan reporteros de todo el país, es raro que una foto manipulada pueda pasar, según estima Gutiérrez. Por lo general, retratan lugares y sucesos que se han visto anteriormente. Y en el caso de que haya sospechas, se pide una imagen raw (un formato que contiene la totalidad de los datos de la imagen tal y como ha sido captada por el sensor digital de la cámara).
“Te pongo un ejemplo –sigue–. Una de las fotos ganadoras del último premio Adepa, la del fotógra- fo Marcelo Gómez, de La Nación, se ve a Lázaro Báez con chaleco antibalas, esposado, dentro de un auto policial. La imagen tiene una serie de elementos que, al verlos, dan la impresión de una puesta en escena, es una imagen cinematográfica. La mueca de Báez, la luz que entra en el vehículo. Esta foto fue apenas retocada. De hecho, en la ráfaga de imágenes, hay sólo dos expuestas de esa forma”.
Alterados de por acá
Gutiérrez comenta también otros casos interesantes, como aquella foto que transmitió la agencia oficial Télam de una entrevista a César Luis Menotti y en la que reemplazaron la imagen de un cuadro del Che Guevara que tenía detrás por uno de Messi. Con mofa, los medios titularon: “A Menotti le sacaron el Che”.
Y si hablamos de fotógrafos de campañas políticas, podemos dar más de un ejemplo de mamarrachos periodísticos. Pueden encontrarse verdaderas perlas entre el material que envían a los medios periodísticos quienes trabajan en la prensa de los candidatos. Un ejemplo fresquito fue la desaparición del sushi de la mesa donde estaban Sergio Massa y Rogelio Frigerio, entre otros. Para ser candidatos en el llano, el sushi quedaba un tanto paradójico, por lo que fue, literalmente, esfumado. La grosera intervención deja la mano de Frigerio con nudillos fuera de lugar y los vasos con gaseosa transformados en vasos de whisky. ¡Un poco de seriedad!
“Somos responsables de que la gente siga creyéndonos –concluye Gutiérrez–. Esta rigurosidad es algo que hay que conservar. Es de las pocas cosas que quedan para seguir confiando”.