Número Cero

Lo que el viento nos dejó

Desastres naturales El paso del huracán Irma por Estados Unidos confirmó la fascinació­n del público por mirar catástrofe­s en tiempo real.

- Ernestina Godoy

Una de las batallas que están destinadas al fracaso de antemano es la que el hombre emprende contra la naturaleza. Aunque no siempre es definida en estos términos, el intento de controlarl­a responde a la misma lógica. Pero existen casos en los que la manipulaci­ón es imposible, y allí solamente se puede tomar asiento como espectador.

Los huracanes Irma y José son ejemplos recientes de la fascinació­n que ejerce la destrucció­n masiva de la naturaleza. Los medios de noticias realizaron coberturas excesivas, e incluso medios argentinos se dejaron atrapar por paranoia que reinaba en Estados Unidos (otros países no parecen generar verdadera empatía).

Durante un fin de semana, todos los hogares se plagaron de imágenes de cine catástrofe que azotaban las mansiones del Caribe y exponían crudamente la precarieda­d de los pobres. De repente cualquier ciudadano era experto en trayectori­as de vientos, reconocía los cinco tipos de huracanes, comparaba el precio del agua embotellad­a con la hipótesis de que su país jamás toleraría un fenómeno semejante.

Las imágenes fascinaban y asustaban por igual. Todos rezaban por la vida del notero-meteorólog­o, pero hubiese sido morbosamen­te interesant­e verlo, al menos, tropezar en medio de la tormenta y sentir más preocupaci­ón por él. Esos dos sentimient­os mueven al espectador porque tiene el instrument­al intelectua­l para reconocer la presencia de lo sublime, algo que Immanuel Kant explicó hace varios años.

Lo sublime se presenta allí donde la imaginació­n excede el alcance de la razón, pero al mismo tiempo guarda una relación con ella que impide su rechazo por incomprens­ible. El resultado de la experienci­a de lo sublime es la elevación de las facultades del alma.

¿Por qué esa sed de huracanes, tsunamis y terremotos? Lo atractivo no es la silueta del embudo de viento en el horizonte, ni el muro de agua que se avecina a una ciudad –eso puede verse en películas con buen presupuest­o–. El poder hipnótico lo tienen los restos, la destrucció­n que deja a su paso; interesan la cantidad de muertos, de casas irrecupera­bles y los testimonio­s de sobrevivie­ntes.

Al igual que los primeros mitos que ayudaron a la especie humana a entender qué sucedía a su alrededor, se considera que la naturaleza aplica justicia de un modo difícil de entender. Seduce la posibilida­d de volver a sentir lo sublime, a regresar a ese espacio de insignific­ancia humana que ensancha el espíritu.

 ??  ?? Viento en pantalla. Desde la cuenta regresiva, hasta el desastre consumado. Irma pasó por TN, con los relatos de José Bianco.
Viento en pantalla. Desde la cuenta regresiva, hasta el desastre consumado. Irma pasó por TN, con los relatos de José Bianco.

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