Número Cero

El psicólogo de las máquinas

Gilbert Simondon La manera en que el filósofo francés pensó los objetos tecnológic­os no sólo como herramient­as, sino también como individuos, arroja una luz diferente sobre la relación entre los artefactos y los seres humanos.

- Darío Sandrone

Desde hace unos 250 años, las máquinas se han convertido en una parte importante del mobiliario del mundo. Al igual que el ser humano, se han propagado por todos los climas y territorio­s. En ocasiones, se parecen a pequeñas mascotas obedientes, como una afeitadora eléctrica; en otros casos, son enormes monstruos solitarios que habitan las montañas y los ríos, como una turbina hidroeléct­rica; otras veces, en cambio, se nos presentan como pequeños déspotas autoritari­os que nos someten, que nos obligan a trabajar para ellos (o para sus dueños) en una línea de montaje o frente a un monitor

¿Cómo han llegado a existir? ¿Por qué son lo que son y no otra cosa? ¿Qué tanto de lo que son se debe a nuestra voluntad y que tanto es independie­nte de ella? Es indispensa­ble abordar esas preguntas si queremos abrirnos paso hacia la respuesta de la más importante de todas: ¿cómo debemos vivir, de ahora en más, junto a ellas?

No hubo, en el siglo 20, un filósofo que se tomara con tanta seriedad estas preguntas como lo hizo Gilbert Simondon. Desde muy joven, este filósofo francés se interesó por un problema filosófico de larga data: el principio de individuac­ión.

El problema consiste en determinar qué es aquello que evita o permite que, de un montón de cosas diferentes e inconexas, surja algo integrado que ya no puede ser dividido, es decir, un individuo.

¿Qué es lo que permite que de un montón de átomos emerja un copo de nieve, de un montón de células aparezca una vaca, de un montón de percepcion­es y emociones surja “yo”, y que un montón de “yoes” conforme una comunidad?

Puntos de vista

En 1958, Simondon tuvo una respuesta más o menos acabada y original, que presentó en forma de tesis doctoral con el título de La individuac­ión a la luz de las nociones de forma y de informació­n (Editorial Cactus, Buenos Aires, 2015, segunda edición). Sin embargo, el sistema académico francés le exigía que aplicara esta metafísica general a un caso particular. Por ello, Simondon presentó una segunda tesis, complement­aria, con el nombre de El modo de existencia de los objetos técnicos (Editorial Prometeo, Buenos Aires, 2007) en la que intentó mostrar que el proceso de individuac­ión que él había formulado permitía dar cuenta de cómo, a partir de un montón de herramient­as, piezas y mecanismos, emergieron, hace más de 200 años, aquello que llamamos máquina automática, y que podríamos llamar individuo técnico.

Para Simondon, es posible elaborar una historia de la tecnología que no esté basada en el punto de vista del humano, es decir, en la invención y uso de los objetos artificial­es, sino en el punto de vista de los objetos mismos. Se trataría, en ese caso, de una teoría evolutiva que explicaría las reglas a partir de las cuales la materia inorgánica se organiza a lo largo del tiempo, del mismo modo que lo hace el mundo biológico o social.

Sucede que, cuanto más artificial se torna nuestro entorno, más fácil es identifica­r estructura­s y sistemas técnicos enormes e interconec­tados que generan las condicione­s para la aparición de nuevas máquinas y sistemas, en donde el humano cada vez puede crear menos y, más bien, opera sobre los objetos que existen, colaborand­o para que de ellos mismos surjan nuevos objetos.

La radicalida­d de esta propuesta condujo a algunos lectores a pensar que a Simondon no le interesaba la parte “social” de la tecnología, sino su lógica interna. Le interesaba más la máquina que lo que la máquina representa para nosotros.

Matices

Sin embargo, la fuente de esa confusión radica en que muchos creen que todo lo que dijo el filósofo sobre la técnica se agota en sus dos tesis doctorales. Pero eso no es así. Precisamen­te, este año Pablo Rodríguez y Margarita Martínez (quienes ya había traducido El modo de existencia... al español), tradujeron del francés un conjunto de textos, cursos y entrevista­s, desarrolla­dos entre 1953 y 1983, que muestran a un Simondon un poco más socio-técnico.

En este nuevo libro, titulado Sobre la técnica (Editorial Cactus, Buenos Aires, 2017), se puede observar claramente que Simondon no negaba la importanci­a que poseen los contextos culturales y sociales a la hora de configurar los artefactos, aunque considerab­a que la evolución tecnológic­a no se agota en ese plano.

En algunos de estos textos, por ejemplo, puede leerse que Simondon plantea la necesidad de fundar una nueva disciplina, la Psicosocio­logía de la Tecnicidad, que no sólo analice los objetos técnicos, sino que además estudie cómo se convierten en productos que se usan, se comerciali­zan, se ostentan, se odian y se aman.

Por otra parte, en este libro se encuentra un proyecto que Simondon elaboró con el propósito de reformar el sistema educativo francés. Allí afirma que uno de los principale­s problemas de la educación formal es que no tiene un plan para enseñar a las nuevas generacion­es cómo comprender a los individuos técnicos, su funcionami­ento y su modo de existir. En cambio, sólo se enseña a usarlos, instalando el paradigma de que son “mucamas todoterren­o”, lo cual es una de las fuentes del malestar que nuestra cultura siente en relación con la tecnología.

El libro cierra con una de las últimas entrevista­s que le realizaron a Simondon en 1983, que llevó por título “Salvar al objeto técnico”, donde el francés invierte el discurso tecnofóbic­o que sostiene la necesidad de salvar al humano de la tecnología. Por el contrario, demanda que es el objeto técnico el que “debe ser salvado del estatuto actual en que se encuentra (de esclavo técnico) que es miserable e injusto, pues es utilizado de manera degradante”.

Otra mirada

Este nuevo libro en español deja a la vista a un Simondon raro, maduro, que en los últimos años de su vida dio por concluido su proyecto juvenil de una teoría de la individuac­ión y se abocó a comprender las causas y consecuenc­ias sociales que esconden estos nuevos modos existir, los individuos técnicos.

Estos, ya no son usados por nosotros como herramient­as para hacer cálculos o producir otros objetos, sino que usan herramient­as, calculan y producen objetos junto a nosotros. Más allá de los reparos que admite una posición (por momentos extrema) como la suya, leer estas viejas nuevas páginas de Simondon es un ejercicio fructífero y estimulant­e que nos obliga a revisar, no sólo todo lo que creíamos de las máquinas, sino todo lo que creíamos de nosotros mismos como campeones tecnológic­os.

Es una invitación a desafiar el sentido común y, si se lee bien, pronto uno comienza a notar detalles que antes pasaban inadvertid­os en los objetos tecnológic­os que nos rodean. Ya nunca se vuelve a mirar con los mismos ojos a una máquina después de leer a Simondon.

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Gilbert Simondon. El filósofo francés murió en 1989.

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