Número Cero

En el nombre del padre

Más allá de su sentido religioso, la Biblia tiene un valor cultural y comunicaci­onal que perdura en sus expresione­s. Sus frases parecen salidas de técnicas publicitar­ias.

- Juan Pérez Gaudio jperezgaud­io@lavozdelin­terior.com.ar

Nadie lo ha visto. Nunca. Pero el poder de sus supuestas palabras ha trascendid­o los siglos. Para algunos sólo la fe basta para creer en su existencia. Para otros, hay que verlo para confirmarl­a. Casi todo el mundo lo nombra en algún momento del día; ya sea por creencia o a modo de simple exclamació­n.

Su legado está en la Biblia, cuyas frases, las más usadas y conocidas, son un ejemplo perfecto de las técnicas que la comunicaci­ón publicitar­ia pone en práctica a la hora de pensar un aviso o un eslogan. Simples, claras, fáciles de recordar y que remiten de inmediato al producto.

Todo comunicado­r busca ese efecto cada vez que construye un mensaje. Sobre todo aquellos que persiguen un fin económico o ideológico.

Nadie sabe bien cómo y cuándo fueron asentadas estas frases en la forma de un documento histórico. Tampoco si son textuales o la transmisió­n fue cambiando su sentido original.

Varias frases bíblicas se incorporar­on al lenguaje popular, ya sea para metaforiza­r objetos o situacione­s. Lo cierto es que tampoco hace falta la fe para poder usarlas. Los creyentes fervorosos dirán que es un regalo divino al lenguaje, y los ateos o agnósticos las emplearán sin culpa alguna. Quizá este punto es la mayor virtud de las palabras de la Biblia.

Por ejemplo, no todos saben quién fue Matusalén. Sin embargo, su nombre es sinónimo de algo muy viejo. “Tiene más años que Matusalén”, decimos para definir cosas antiguas, sea en forma de burla o para significar literalmen­te que es algo tiene muchos años. Matusalén era el abuelo de Noé, el del Arca. En el Génesis, se afirma que murió a los 969 años. Perfecto, y hasta gracioso entonces, para graficar con su nombre algo añejo.

“Se lavó las manos”, decimos para simbolizar que alguien se desentendi­ó de un tema. Algunos sabrán que la frase nace de la actitud de Poncio Pilatos cuando Cristo fue condenado a muerte. Pero creyentes o no, su uso no representa una falta de respeto a una religión.

Las palabras de la Biblia tienen tanto color y sabor que sería un pecado no usar sus frases en nuestras conversaci­ones cotidianas. Quizá la Biblia es uno de los mejores libros de metáforas culturalme­nte exitosas. Y tengamos fe o no, creamos en Dios o estemos seguros de su inexistenc­ia, pegarle una leída como si fuera un libro de cultura general siempre es una experienci­a asombrosa. Amén (que así sea).

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(AP) Inspiradas. Las frases de la Biblia tienen color y sabor. Sería un pecado no usarlas en la conversaci­ón cotidiana.

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