Sin bermudas no hay jaque mate
Los organizadores de torneos de ajedrez se agarran la cabeza cada vez que deben lidiar con ajedrecistas zaparrastrosos en las salas de juego.
Hay una colección de grandes jugadores –y de malos exponentes también– que no tienen a la ducha ni a la vestimenta como pasatiempo preferido.
El maestro cordobés Fernando Bertona cuenta que durante su estancia en Europa, en una ocasión, tuvo que soportar el fuerte mal olor que despedía un gran maestro rumano mientras jugaban su partida.
Pero el tema cobró gran notoriedad hace pocos días, en una de las rondas de la Copa del Mundo que continúa disputándose en Tiflis, la capital de Georgia.
El incidente fue protagonizado por el joven gran maestro canadiense Anton Kovalyov (25), quien se formó ajedrecísticamente en Argentina.
Anton venía de derrotar al excampeón del mundo Vishy Anand y se disponía a jugar la tercera ronda frente a Maxim Rodshtein. Pero Tomasz Delega, el árbitro general del torneo, le pidió que cambiase las bermudas cuadriculadas por otro pantalón “más decente”.
Delega se apoyó en el artículo 8.1 del manual de Federación Internacional de Ajedrez (Fide) que estipula: “Todos los jugadores de ajedrez deben tener cuidado de su apariencia personal. La imagen del jugador de ajedrez debe ser digna y vestirse correctamente. No sólo mostraría respeto por el juego, sino también a los patrocinadores, potenciales o no, para que valga la pena gastar su dinero”.
El cuestionamiento sorprendió a Kovalyov, pues llevaba ya dos rondas jugando con la misma indumentaria. Aunque la polémica terminó de explotar cuando el presidente de Fide-Europa, Zurab Zurab Azmaiparashvili, se sumó a la discusión e increpó al joven maestro: “¡Pareces un gitano!”.
Ante semejante improperio, Anton decidió abandonar la Copa del Mundo y hacer público su descontento en las redes sociales.
Antecedentes
En abril pasado también se produjo un incidente del mismo tipo, cuando los organizadores de un torneo nacional de ajedrez en Malasia obligaron (y humillaron) a una niña de 12 años a cambiar de vestido por considerar que era “tentador desde cierto ángulo”.
Para algunos, la obsesión por el buen vestir en el ajedrez viene del dicho que sostiene que se trata de un “juego de caballeros”.
El cubano José Raúl Capablanca, además de ser un genio en el tablero, era un ejemplo de elegancia. Siempre lucía impecables trajes y su atractivo natural hacía suspirar a las mujeres que concurrían a los torneos.
Quien se atrevió a desafiar esa costumbre en aquella época, pero a la inversa, fue la gran jugadora alemana Sonia Graf, quien jugaba con traje de hombre para hacer visible el machismo imperante en el ajedrez. Ella fue, sin dudas, la mayor luchadora por la libertad y por la igualdad de género entre hombres y mujeres.
Como se ve, la vestimenta tiene un recuadro destacado en la práctica del juego ciencia.