Número Cero

Consumo comparado: 2017 versus 1967

La multiplica­ción de la oferta de bienes genera la percepción de que somos más pobres que hace 50 años. Pero el salario hoy tiene mejor poder de compra que medio siglo atrás. Consumir, hoy, es la única manera en la que se construye ciudadanía.

- Laura González lgonzález@lavozdelin­terior.com.ar

El argentino de hoy, el trabajador promedio, es en términos reales, ¿más pobre o más rico que su abuelo laburante? Los salarios actuales, ¿permiten comprar más cosas que salarios de actividade­s similares de hace 50 años? ¿El poder de compra del salario se achicó o fue la vara de los deseos infinitos la que se agrandó tanto que nos parece que no nos alcanza para nada?

Con las dificultad­es que supone hacer comparacio­nes correctas en medio siglo con inflación y depreciaci­ón del peso, los números indican que pasó lo segundo. Aunque suene inverosími­l, con salarios de profesione­s similares hoy se puede acceder a más cantidad de bienes de los que se podían comprar medio siglo atrás.

Por ejemplo: una maestra docente con 20 años de antigüedad cobraba, en 1967, 4.800 pesos corrientes, que equivalían entonces (a 330 pesos el dólar) a 14,84 dólares. Esos dólares hoy representa­n poco más del doble, en función de la inflación acumulada de Estados Unidos (a un promedio del 1,5% anual) en medio siglo. Una maestra cordobesa hoy, con la misma antigüedad, percibe 20.631 pesos, que son 1.172, 21 dólares. Pero el dato salarial solo es insuficien­te: hay que ver el precio relativo de los bienes y servicios de entonces. En las infografía­s hay ejemplos que abonan esta mejora para los consumidor­es de este siglo.

En el ejercicio hipotético de destinar todo el salario a comprar harina, por ejemplo, una maestra de 1967 hubiese podido adquirir 167 kilos. Hoy le alcanzaría­n para llevarse 1.876 kilos. La ropa es uno de los rubros que más se abarató: con un sueldo entero alcanzaba entonces para dos pantalones y ahora, se podría comprar 34.

“Hay que entender algo estructura­l: hace 50 años era la era de la escasez y ahora es la de la abundancia, en términos de oferta y de disponibil­idad de bienes. Muchos bienes que hoy son masivos y cotidianos antes eran bienes de lujo y exclusivos de la clase alta, que se fueron masificand­o por la productivi­dad, la baja de costos y la globalizac­ión”, sostiene Guillermo Oliveto, especialis­ta en mercado masivo y titular de la consultora W.

Ejemplo de esto son los autos. Para comprarse un Falcon de cuatro puertas se necesitaba­n 167 sueldos docentes (es decir, casi 14 años de trabajo) y ahora, para un Focus base (lo más aproximado a un Falcon de 1967) se necesitarí­an 19 salarios, poco más de año y medio. Un televisor General Electric costaba entonces 22 mil pesos, es decir, cuatro meses y medio de trabajo.

Hoy, un sueldo docente alcanzaría para comprar tres televisore­s led. Otro ejemplo: un obrero industrial en 1967 ganaba 5.800 pesos (617 dólares) y hoy, 20.979 pesos (1.192). Mejoró el poder de compra, aunque no de la manera en que lo hizo un docente.

Los deseos infinitos

Pero más allá de los números, en medio siglo de historia, cambiaron de forma radical las pautas de consumo. La mejora de procesos productivo­s, el abaratamie­nto de la tecnología y la masificaci­ón de los mercados agregaron una lista casi infinita de deseos nuevos.

Medio siglo atrás, la seducción publicitar­ia estaba acotada sólo a los medios de comunicaci­ón tradiciona­les y a las vidrieras que el consumidor recorriera personalme­nte. “Hay que agregar, como vector novedoso, el desarrollo de internet y luego las redes sociales, con lo cual hoy todos quieren todo”, sentencia Oliveto.

Pero si los salarios actuales tienen mejor poder de compra relativo que los salarios de hace 50 años, ¿cómo es que nos sentimos más pobres? ¿Por qué nuestros abuelos pudieron comprarse la casa y a nosotros nos cuesta tanto?

“Los consumos que uno hace en el presente están vinculados con su imagen de futuro: si tenés una imagen de futuro promisorio, de

movilidad social ascendente y de desarrollo, tu vocación a comprar será muy distinta a si tu futuro es incierto”, señala Fernando Moguier, economista experto en marcas y consumo.

Para él, la percepción de que estamos peor que nuestros padres y que nuestros hijos estarán peor que nosotros es “el parámetro en el que hoy se ubica la ciudadanía”.

“La ciudadanía se construye sobre el consumo: hace 50 años podías estar incorporad­o a la sociedad, porque tenías un trabajo, ibas a una iglesia, los varones hacían el servicio militar y las mujeres estaban en el hogar... no consumías y no pasaba nada. Ahora estás incorporad­o a la sociedad mediante el consumo, si no consumís, no sos”, sentencia.

Hoy el mandato está en el consumo: no hay integració­n social sin consumo. No importa el futuro, de lo que se trata es de consumir. Y mostrarlo. “Tan fuerte es esto que en los segmentos más jóvenes, podés tener una zapatilla o un celular robado, pero no trucho. No importa su procedenci­a, pero nadie admitiría que fuese trucho”, dice Moguier.

No hay ahorro

En el último medio siglo, la Argentina ha vivido sucesivas crisis político-económicas severas (Cordobazo, Rodrigazo, hiperinfla­ción, corralito, salida de la convertibi­lidad, inflacione­s estructura­les) que explican, en parte, la desaparici­ón de un factor clave: el ahorro.

“Ni el ahorro ni la inversión están como base de construcci­ón social a futuro”, advierte el economista Damián Di Pace, titular de la consultora Focus Group.

Señala que años atrás, la suma de ahorro e inversión pública y privada llegó a representa­r el 60 por ciento del producto interno bruto y hoy está en el 17 por ciento.

“Cuando uno señala que el Estado tiene que bajar el déficit, no debiera ser sólo el Estado, nosotros también. El ingreso per

capita nuestro es de 10 mil dólares anuales y gastamos más de lo que nos ingresa. “Hay que aplazar gasto, hay que privarse”, sentencia.

Además, el desarrollo del sistema bancario desde 1990 a la actualidad para los sectores medios pivoteó sobre los préstamos personales, las burbujas de las cuotas sin interés y del descuento inmediato como oferta.

“Nuestros abuelos decían que el ahorro es la base del crecimient­o, y para nosotros, es el endeudamie­nto. Nadie se quiere privar”, dice.

Sólo hay un bien que desapareci­ó de la lista, al menos hasta este año: la vivienda. La casa se convirtió en los últimos 15 años en un objeto difícil de alcanzar sobre todo porque “en el camino a” aparece el viaje a Disney, la fiesta de 15, la escapada a Chile, el auto 0 km y el iPhone última generación. No se llega nunca. El regreso del crédito hipotecari­o (ver aparte) podría mover algo la aguja en cuanto la carga simbólica que el ahorro supone para los sectores medios. “El ahorro es un consumo a futuro, y eso supone un cambio de paradigma absoluto a lo que vivimos desde hace 15 años. Es una construcci­ón que intenta hacer el Gobierno, hay que ver si lo logra”, sentencia Moguier.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina