Número Cero

Por qué ver “El cuento de la criada”

La serie está inspirada en una novela de Margaret Atwood y se llevó ocho premios Emmy, entre ellos el de mejor drama. La única advertenci­a: es de una crudeza tal que conviene evitar el atracón y digerirla despacio.

- Juliana Rodríguez jrodriguez@lavozdelin­terior.com.ar

Tras la colección de premios Emmy que recibió el domingo pasado, la pregunta que se impuso fue, en realidad, dónde ver la serie El cuento de

la criada. Es que la ficción que se llevó ocho estatuilla­s de la docena a la que aspiraba (entre ellas la de mejor drama, que arrebató a hits televisivo­s como

House of Cards o Stranger Things) no puede verse en los canales ni servicios de streaming pagos de Argentina. Ni en cable ni en Netflix. El cuento de la criada fue producida por la plataforma de

streaming Hulu, no disponible aún en el país. Como en la época de furor de Lost, la serie de la que habla todo el mundo vuelve a poner en evidencia que las alternativ­as menos “legales” para ver ficciones siguen siendo válidas en tanto las “oficiales” no estén a la altura y velocidad (o simultanei­dad) de las circunstan­cias. En síntesis: quien

googlea encuentra. Y los motivos para tomarse ese trabajo son varios. Primero, una advertenci­a: El cuento

de la criada no es una de esas series para deglutir en maratón mientras nos bajamos un pote de helado. Se trata de una distopía áspera, de una crudeza sin concesione­s, en la que cada capítulo plantea una realidad dolorosa. Dolorosa porque todas las penurias a las que se ven expuestas las mujeres de esta ficción están inspiradas en otras que sucedieron, suceden o podrían suceder.

La historia transcurre en un futuro incierto. Estados Unidos vive en un estado totalitari­o que, amparado en un regreso al puritanism­o religioso e impulsado por una epidemia de infertilid­ad, obliga a las mujeres fértiles a estar al servicio de parejas poderosas para “darles” hijos. Las mujeres son objetos reproducti­vos, sus cuerpos están al servicio de “un bien mayor”, sus deseos quedan suprimidos por la “moral de la comunidad” y las violacione­s son disfrazada­s de rituales.

Basada en la novela de la escritora canadiense Margaret Atwood (ya tuvo una versión en cine en la década de 1990, con Natasha Richardson y Faye Dunaway), la serie tiene un diseño de producción austero y poderoso (las criadas vestidas de rojo y con cofias desarrolla­n todo un paisaje en el relato), está protagoniz­ada por la talentosís­ima Elisabeth Moss (de las series Mad Men, Top of the lake), tiene a buenos directores entre sus filas y demuestra que el paso de la literatura a la TV no tiene por qué ser concesivo. Hay que tomar aire, respirar profundo y ver sus 10 episodios sin correr maratones.

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Sin concesione­s. En este drama hecho serie, las mujeres son objetos reproducti­vos y sus cuerpos están al servicio de “un bien mayor”.

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