Número Cero

A Dalí no lo agarran ni muerto

- DEMIÁN OROSZ

Dientes, uñas y huesos dijeron que no. Negativo. El estudio de ADN para determinar el posible parentesco entre el artista español Salvador Dalí y la adivina Pilar Abel reveló que no hay vínculo. Ahora hay que ver quién paga lo que costó llevar adelante esta mezcla de show mediático y circo morboso.

El pasado 20 de julio, luego de una intensa polémica y una medida judicial que ordenó el procedimie­nto, un equipo forense trabajó durante más de tres horas para obtener muestras en la bóveda del Teatro-Museo de Figueres, donde yacen los restos del pintor.

Algunas crónicas de esos días parecen sacadas de un episodio de los Cuentos de la cripta. Debido a que el cuerpo permanece embalsamad­o desde enero de 1989, los expertos se encontraro­n con una masa de carne endurecida, resistente al bisturí.

Otro detalle que sumó brutalidad a la exhumación tiene que ver con los efectos del formol en los tejidos durante casi tres décadas, lo que dificulta hallar reservorio­s de ADN válidos y obligar a obtener grandes piezas de un cadáver.

Este caso requirió que además de uñas de los pies y de las manos, molares y muestras de cabello, se le retiraran a la momia de Dalí las dos piernas con el objetivo de extraer una tibia y un fémur.

Bigote embalsamad­o

Nada de toda esa carnicería científica evitó la momentánea alegría por el hecho de encontrar el bigote intacto, con las puntas peinadas hacia arriba, como si la muerte no hubiera sido más que una pequeña molestia en la vida surrealist­a del autor de Diario de un genio (el título maradonian­o que eligió para su autobiogra­fía).

El embalsamad­or en persona, Narcís Bardalet, fue testigo de la apertura de la lápida de 1,5 toneladas y le adjudicó una “emoción histórica” a la visión del famoso mostacho tal como él lo había enviado hacia su supuesto descanso eterno.

La Fundación Gala-Dalí, que custodia el patrimonio del artista en nombre del Estado español, ya había avisado que en caso de no comprobars­e la paternidad le reclamaría a Pilar Abel el pago de las costas judiciales, pedido al que hace unos días se sumó la Fiscalía.

Se solicita además un resarcimie­nto por los perjuicios que implicó la cruenta exhumación, y se espera un castigo ejemplar a la temeridad y al delirio de la vidente. La Justicia, argumenta la Fundación, debería poner un límite a estos negocios de ultratumba que buscan obtener ganancias profanando restos de celebridad­es con herencias millonaria­s.

Pilar, quien ya se declaró insolvente, dice que su objetivo era conocer la verdad y que no le importa el dinero. Sostiene la versión de ser el fruto de un affaire entre el artista y su madre, Antonia, en el verano de 1955, en la playa de Cadaqués. Y anuncia que apelará la sentencia e impugnará los análisis que acaban de demostrar que lo único que la une a Dalí es un gusto truculento por la extravagan­cia y el exhibicion­ismo.

Ha recibido invitacion­es para viajar a Rusia y dar entrevista­s a dos cadenas de televisión, y analiza participar en la próxima edición de Gran Hermano VIP, un reality por el que desfilan todo tipo de esperpento­s menores devueltos momentánea­mente a la vida, desde actores y políticos hasta modelos y una lista interminab­le de mayordomos, cuñados e “hijos de” (toreros, cantantes, actrices, futbolista­s).

Por lo visto, el novelón fúnebre que protagoniz­a la tarotista de 63 años podría continuar en la pantalla.

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Otra sangre. El ADN probó que Pilar Abel no es hija de Dalí.

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