La ficción tiene razón
Cuando las ciencias se redefinieron en oposición al arte, se desvinculó a la literatura de la producción de conocimiento. La ficción que la caracteriza, en consecuencia, fue identificada como lo que no tiene ni expresa “voluntad de verdad”; al no ser algo verdadero, pero tampoco falso, sería otra cosa muy distinta: un juego de la imaginación, una conjetura, sin más pretensión que el placer estético.
Ese rígido esquema ha sido analizado desde distintas perspectivas, por historiadores y filósofos, en las últimas décadas. Paul Veyne, Paul Ricoeur y Hayden White son algunos de los que buscaron poner en crisis la separación entre la historia y la literatura. Ahora le toca el turno al historiador Ivan Jablonka. En La historia es una literatura contemporánea sostiene que “la literatura no es necesariamente el reino de la ficción” y que “la historia es más literaria de lo que pretende”. Con todo, su provocador (y convincente) planteo se presenta como “una reflexión sobre los géneros” que le permite “sugerir una posibilidad”. Según una de sus formulaciones, “la historia es tanto más científica cuanto más literaria es”.
Jablonka explica cómo eran las cosas antes de esa gran división y en qué contexto se produjo. Su análisis del 1800, época en la que lee una fuerte “competencia” entre la historia nacional y la novela realista, es muy interesante, pues ambas –advierte– rivalizaban en “el objetivo de verdad, la capacidad de desciframiento, la epifanía de pueblo, la regeneración del pasado”. Y si tuviese que premiar a uno de esos proyectos, no dudaría: “El escritor no sólo realiza un trabajo más difícil que el historiador, sino que sus novelas son más auténticas, más demostrativas; en suma, más verdaderas”.
Entonces, en aquellos novelistas había un espíritu cientificista, aunque sus contrincantes se lo negasen. Si llegamos a esa conclusión, nos tocaría a nosotros, hoy, reconocerlo. A esa reivindicación apunta el segmento central del ensayo: a demostrar que la ficción, cuando está sostenida por un “razonamiento histórico”, excede la definición de literatura y se proyecta sobre el campo de la historia, lo mismo que el periodismo o la crónica de un viaje, porque “la historia (como razonamiento) está presente en actividades que no tienen nada de histórico”.
Ese razonamiento histórico, a través de una serie de operaciones, hace emerger la verdad. Y una ficción puede transmitírsela a un lector con una instantaneidad que la historia no posee. Esto no significa que haya que abolir la frontera entre realidad y ficción, sino algo más atractivo: aceptar que existe una literatura de lo real y que la historia puede asumir la experimentación literaria.