Retrato de familia
El alfabeto de la noche es un libro de poemas, pero también podría leerse como una prosa clara, con principio y nudo, en la cual el lector recorre un camino que se abre en cada verso. Además, las ilustraciones de la autora evocan aquellos espacios habitados en familia, como quien los calca para decirlos mejor que las palabras.
El gris acompaña el alfabeto y cuida los instantes de las palabras, de sus movimientos en los espacios que los recuerdos habitan: “Antes de salir cerramos/ las persianas verdes/ las puertas, los orificios/ los puentes subterráneos/ que dividían el terreno”.
El lector puede des- lizarse en los poemas como si la casa fuera todavía una trama suspendida en el aire. En la sutileza del relato, la noche crea un alfabeto propio y así es posible descubrir las estelas de esas “geografías sagradas”, que el libro menciona en la voz de la madre, y a las cuales la autora regresa poema tras poema. Allí los niños ríen al ver “figuras en las sombras/ en el techo”. Los que quedan de la familia tras la muerte del padre caminan desde el primer día que recuerdan hacia una ciudad nueva. Abandonan el pueblo: llevan sus muebles, siguen las estrellas.
Además de estar ilustrado con preciosos dibujos en blanco y negro que retratan el recorrido del alfabeto nocturno a través de plantas, muebles, calor de hogar o siluetas amorosas de un ayer terminado y continuo, es un auténtico retrato interior de una familia.