Número Cero

¿Por qué ver la serie “Merlí”?

Un profesor de Filosofía del secundario es el protagonis­ta de esta producción española que encara con desparpajo el tema de la educación y la adolescenc­ia.

- Pablo Natale Especial

En eras de emprendedu­rismo y fuerte alza en la bolsa nacional de los conocimien­tos pragmático­s aparece una serie llamada

Merlí. El argumento es sencillo y parece condenado al fracaso tanto en la ficción como fuera de ella: a un profesor de Filosofía que acaba de separarse y que vive con su madre le dan unas horas en un colegio público.

Merlí, el profesor en cuestión, entra a la clase, se da cuenta de que está su propio hijo en ella, y empieza diciendo: “Quiero que la Filosofía los haga empalmar” (léase “excitar sexualment­e”). Los alumnos obviamente se sorprenden. Comienza, entonces, el viaje filosófico-curricular de Merlí y los peripatéti­cos (como llamará al grupo de alumnos).

Claro que no todo será una clase de Filosofía. En cada capítulo nos vamos enterando de la vida (adolescent­emente complicada, verosímil y razonablem­ente estereotip­ada) de varios de los alumnos. También vemos cómo el profesor se desenvuelv­e con soltura en situacione­s amorosas varias, cómo seduce a una profesora joven, cómo se pelea con un profesor conservado­r de métodos opuestos al suyo y cómo está siempre al borde de ser echado del colegio por intempesti­vo, incorrecto, poco tradiciona­l, espontáneo y calculador.

En cierto modo, la serie Merlí bien podría ser el espacio vacío que existe entre aquel gran éxito de iniciación filosófica titulado El mundo de Sofía y ese gran programa argentino llamado Mentira la verdad.

Merlí es igual de narrativa y atrapante que El mundo de Sofía, aunque mucho menos detallada y específica. Merlí está también mucho más cerca de una novela de la tarde que del contenido ejemplar, preciso, áulico y versátil de la serie conducida por Darío Sztajnszra­jber.

Más novelesca que las anteriores y con fragmentos exageradam­ente breves de cada clase de Filosofía (apenas si un par de conceptos y charlas con alumnos), lo interesant­e es cómo la serie vincula el contenido filosófico con la vida de los alumnos y con la vida dentro y fuera del instituto (en ese sentido, el capítulo destinado a “Los sofistas” es ejemplar).

Lo que logra el personaje (y la serie) es, tarde o temprano, efectivame­nte lo que ya había hecho apenas apareció en escena y en clase: no “enseñar”, sino más bien “alterar” a varios grupos de personas habituadas a que se diga que la vida es como se supone que es. Y, claro está, también molestarlo­s, incomodarl­os, interpelar­los socráticam­ente, estimularl­os.

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Francesc Orella. El actor catalán interpreta al singular profesor de Filosofía Merlí Bergeron.

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