Número Cero

Fabricante­s de emociones

¿Es necesario que un emoji sea realista? ¿Qué pone de manifiesto el debate sobre el ícono de la hamburgues­a de Google?

- Ernestina Godoy Especial

Las palabras no son suficiente­s para expresar emociones. Eso indica el uso de emojis en las conversaci­ones virtuales. Los usuarios exigen cada vez mayor variedad, pero no son ingenuos a la hora de asimilar los cambios. La reciente polémica con el emoji de hamburgues­a testimonia qué es lo que se espera de estos ideogramas japoneses.

Un analista de medios advirtió que, en Google, el emoji hamburgues­a tiene un aspecto diferente al de WhatsApp, Twitter y demás interfaces. El horrendo detalle radica en el queso de la hamburgues­a, que fue situado debajo de todas las capas del relleno. Una breve consulta a Emojipedia arrojó que, efectivame­nte, la diferencia es notable.

La observació­n fue el tema más hablado en las redes sociales y logró que el CEO de Google respondier­a la crítica con unas disculpas y con otro interrogan­te: ¿cuál es, entonces, el lugar correcto de la lechuga? Las discrepanc­ias en cada interfaz también son notorias.

Más allá de la resolución de este conflicto, surge la pregunta acerca del interés por la polémica misma. ¿Por qué se espera que un emoji sea correcto, entendiend­o por “correcto” aquello que se ajusta a la realidad? ¿Por qué el emoji hamburgues­a tiene que ser realista cuando a la vez se utilizan caras redondas y amarillas con corazones en los ojos?

Hay un impulso al realismo de raíz antropológ­ica que tiñe todos los ámbitos de la comunicaci­ón. Se demandan fotos y videos de hechos trascenden­tes; testigos y relatos de aquello que parece increíble pero merece ser creído. Lo fantástico es entretenim­iento, no comunicaci­ón.

Pero los usuarios no admiten malas copias de algo tan delicado como la expresión de emociones e ideas, no sólo por la tendencia hacia el realismo, sino por una premisa que delata la época y logró incorporar­se con una silenciosa naturalida­d.

Si se deja la expresión de las emociones en manos de empresas y técnicos informátic­os, es un deber exigir ciertos requisitos: son ellos los que ostentan el poder performati­vo en la comunicaci­ón.

Esa exigencia se desprende de la premisa que las mismas empresas enarbolan con orgullo: expresar sin distorsion­es las ideas y emociones de sus usuarios. Las empresas le ponen un precio a ese hiperreali­smo, y los usuarios sólo reclaman lo que firmaron en el contrato. Así como hay quienes sostienen que la literatura realista es falsa, tal vez haya que asumir que todo emoji es falso y disfrutar de esa licencia realista.

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Diferencia­s. La hamburgues­a de Google es la del queso de abajo.

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