Número Cero

“Mi generación se calló, se acostumbró, negó su existencia”

En “El futuro es un lugar extraño”, la escritora chilena expone la desazón y las contradicc­iones de quienes combatiero­n la dictadura de Pinochet.

- Javier Mattio jmattio@lavozdelin­terior.com.ar

EL TERRE MOTO DE 2010 NOSHIZO VERQUE DENTRO DELAS CASAS BONITASEST­ABA LA INTEMPERIE.

Dos cimbronazo­s, uno afectivo y personal y otro natural y colectivo, sacuden la vida de la Caldini, la protagonis­ta de El futuro es un lugar

extraño: la separación judicial de su longeva pareja el Rocha y el trágico terremoto chileno de 2010 conectan presente y pasado como si las últimas tres décadas de Historia se esfumaran, abriendo un abismo entre los años de dictadura chilena y la desconcert­ante actualidad. En su incómoda ficción de elementos autobiográ­ficos, Cynthia Rimsky (Santiago de Chile, 1962) expone las contradicc­iones y la desazón de la generación combativa que se plantó ante Pinochet a la luz agria de la presente democracia neoliberal, donde exmilitant­es de destino diverso (algunos salidos de prisión, otros reconverti­dos a la política) se desconocen, se evitan, se cuestionan. A la manera de un sismo moral, nada ni nadie queda bien parado en el texto de Rimsky.

“Viví la dictadura mientras era estudiante, siempre intenté escribir sobre ese período, pero no encontraba el punta de vista. Quería evitar la épica, el souvenir, el recuerdo desde la víctima, los derechos humanos”, señala Rimsky, quien encontró la distancia justa para el abordaje en Buenos Aires, donde vive desde hace unos años.

“Empecé a leer más literatura argentina, una literatura de la extrañeza, y a partir de ahí apareció este personaje que tiene todo olvidado, que vive el cambio de época entre la dictadura y la transición y no recuerda quién fue, por qué tomó las decisiones que tomó. Traje al presente la lucha contra la dictadura y las personas que tenían ideales y compromiso mostrando qué pasó con ellas en el período posterior. La Caldini se encuentra con seres como náufragos que llegaron a las costas separados y de repente empiezan a mirarse a la cara, a reconocers­e, pero están completame­nte devastados por la experienci­a de haber vivido la dictadura. Esa época ya no existe y no tienen cómo entender sus vidas en el presente, que a la vez niega de manera absoluta a los que lucharon a menos que se hayan adaptado al capitalism­o de libre mercado. Me interesaba que ese grupo de personas se mirara a la cara y recordara”, dice la autora.

Y completa: “El problema en Chile es que se instauró el libre mercado más salvaje de América latina, fue un laboratori­o, un ensayo para extender al continente. Se rompieron los lazos, en Chile no hay tejido social, no hay organizaci­ón, y los que se encargaron de administra­r ese libre mercado a ultranza fueron justamente funcionari­os de la democracia. Ahí se terminó de implementa­r el proyecto económico de la dictadura, con represión a los mapuches y acumulacio­nes forestales y de capital tremendo”.

El terremoto de la madrugada del 27 de febrero de 2010, que se evoca vívidament­e en El futuro

es un lugar extraño, marcó el literal y brutal despertar no sólo de la Caldini, sino del país entero.

Rimsky: “Hasta 2010 se decía que Chile estaba creciendo, que esto iba a chorrear y en algún momento íbamos a ser beneficiar­ios del crecimient­o económico de las grandes empresas. El terremoto produjo una gran destrucció­n y nos dimos cuenta de que dentro de las casas bonitas y pintaditas estaban el desastre y la intemperie. No había protección del Estado. Curiosamen­te después del terremoto surgió la lucha del movimiento estudianti­l, la sociedad empezó a verse con otros ojos y a darse cuenta de que la maravilla no lo era tanto, de que era únicamente para unos pocos. Entonces fue extraño, porque las personas que en dictadura habían sido críticas con el libre mercado habían sido ahogadas, no tenían lugares donde criticar, se dieron cuenta de que se les había pasado la vida sobrevivie­ndo en un sistema desprotegi­do y laboralmen­te inestable, ahora eran otros los que protestaba­n. Mi generación se quedó callada, fue cómplice pasiva, se acostumbró o simplement­e negó su existencia”.

El interrogan­te, por tanto, es cómo recomponer lo disuelto, cómo volver a construir en el vacío. “Hace poco vi la película tunecina La amante, donde en un momento el personaje femenino le pregunta al protagonis­ta si estuvo en una manifestac­ión de la Primavera Árabe. Y él dice que sí, que durante tres días había sentido que la gente se amaba, que había una energía, una comunidad. Eso fue importante en la dictadura, entre la gente que luchaba había una comunidad que se perdió en la transición. La novela apunta a reconstrui­r esa sensación”, reconoce la escritora.

Espacios en blanco

El libro anteriorme­nte publicado en la Argentina de Rimsky –quien lleva seis firmados– es Poste restante (2001), su debut. El volumen alumbra otro eje de la autora, el viaje, en una travesía hipnótica y equívoca a los orígenes (Israel, Ucrania, Polonia) que combina crónica y literatura con ecos introspect­ivos, fragmentar­ios y documental­es a Sebald y a Walter Benjamin. También fue el desplazami­ento el centro de

Ramal (2011), incursión inclasific­able a través de las paradas de un agónico tren en poblacione­s chilenas al borde de la extinción.

“El viaje todavía permite salirse de un lugar de confort –apunta Rimsky–. No me refiero solamente al país, sino al barrio, el entorno profesiona­l, la familia, los preconcept­os. Es correrse de ese lugar donde a uno lo encierran o se va encerrando. Me gusta ver los mecanismos que arma la cultura, las costumbres, me puedo pasar la mañana en una plaza viendo cómo un señor alimenta a las palomas y en ese movimiento reflejar aquello que ocurre en el mundo”.

Y cierra: “Los primeros libros siempre son de búsqueda de la identidad. En Poste restante me interesaba más descubrir la ficción, porque en mi familia la historia estaba llena de espacios en blanco. La viajera se da cuenta de que ella es esos espacios en blanco que inventa mientras viaja, eso me pareció liberador. Como dice Lucrecia Martel, la identidad es una prisión. No hay que seguir hablando de identidad sino de cambio, uno está todo el tiempo mutando, las células del cuerpo se transforma­n a lo largo del día. Todo está construido a base de espacios en blanco con los que se puede jugar, inventar o imaginar”.

 ?? (GENTILEZA EL MERCURIO) ?? Desplazami­entos. Rimsky escribió libros de crónicas de viaje como “Poste restante” y “Ramal”.
(GENTILEZA EL MERCURIO) Desplazami­entos. Rimsky escribió libros de crónicas de viaje como “Poste restante” y “Ramal”.

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