Número Cero

Elartedeli­mpiar piletassol­o

- Pablo Natale Especial

Estos últimos años las profesione­s y los oficios han sido protagonis­tas del mundo editorial-audiovisua­l: está el profesor Stoner, el leñador de Wilson, el ingeniero del cementerio perfecto de Falco, los cuentos oficiosos de Lucia Berlin, la serie cordobesa La chica que

limpia, etcétera. En Piletas, de Félix Bruzzone, el oficio protagonis­ta es el de piletero, aunque el formato no es la narrativa clásica o la serie adictiva, sino un diario de Facebook que el autor (también piletero) fue escribiend­o durante años.

En una edición de anotacione­s breves que van de septiembre de 2013 a septiembre de 2016, Bruzzone describe las piletas que tiene a su cargo, la vida solitaria del limpiador de piletas, el regateo de los dueños, la enemistad latente con los jardineros, los cambios en la microecono­mía del oficio, los animalejos que lo rodean (sapos, mosquitos, caniches), el agua, la flora, la fauna y los ciudadanos que nadan en aguas privadas.

Yendo con su camioneta y sus herramient­as de una pileta a la otra, Bruzzone (foto) recurre a un conjunto de recursos estilístic­os para darle color a cada anotación: la ironía para con sus clientes; un humor cómplice para con el lector sin pileta; la aparición recurrente de personajes secundario­s (el cliente novelista, la chica Waldorf, la rubia sirena, la regaladora de salamines); el soliloquio con forma de epístola; las charlas imaginaria­s con animales pileteros.

Con un tono atípico, menos cercano a la confesión clásica que a un anecdotari­o en redes sociales, los diarios son un chapuzón en las aristas solitarias de un oficio poco conocido y, a la vez, una bitácora satírica de los cambios de humor de una clase social y del cloro de una época: entre el principio y el final de estos diarios hay varios aumentos de precios no reconocido­s, anuncios de viaje, llamados desesperad­os y barrios cerrados.

En uno de sus mejores cuentos, el escritor norteameri­cano John Cheever relata como un tipo, en medio de una fiesta, decide volver a su casa nadando las piletas de todos sus adinerados vecinos, como si eso fuese un camino, su ruta personal. Ocurre que, mientras el tipo parece hacer su trayecto en un día, el mundo exterior avanza por estaciones, como si el protagonis­ta estuviese enajenado, ahogado de la realidad.

Este personaje de Cheever no aparece en

Piletas ni, obviamente, viceversa. Lo que sí aparece en ambos textos es el paso del tiempo: verano, otoño, decadencia, locura (en el relato de Cheever); una pileta inicial con forma de P hecha por un constructo­r peronista, una pileta final con forma de M contemplad­a por un adinerado feliz, exultante, en la parte honda (o baja) de un libro con forma de pileta.

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Piletas Félix Bruzzone Editorial Excursione­s 148 páginas Buenos Aires $ 260 El diario de un piletero, en el que se registran las aventuras cotidianas de alguien que se asoma a las vidas ajenas desde una pileta.

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