Número Cero

La manija

- DARÍO SANDRONE INVENCIONE­S

En ocasiones, dos personajes disímiles, casi incomparab­les por vivir en épocas y culturas diferentes y cuyas obras son tan distintas que no podrían habitar el mismo anaquel en ninguna librería del mundo, dan con la misma alegoría, la misma idea. Algo así de mágico puede suceder entre los poemas lunfardos de un periodista argentino que escribía en el diario

Crónica hace más de 30 años y las teorías económicas de un historiado­r suizo del siglo XVIII.

El primero, Daniel Giribaldi, vivió para la noche, la poesía y los amigos hasta morir de cirrosis en Buenos Aires en los años ‘80. En uno de sus “Sonetos Mugre” llamado Malevo muerto, Giribaldi refiere la historia de un guapo que, tras morir, observa con sorpresa que su destino es el cielo y no el infierno. Los versos finales describen un encuentro divino: “No las va con las alas de querube;/él, que nunca en el barrio de las latas/soñó que iba a atorrar en una nube. /Y pasa, cachacient­o, al otro verso,/donde Dios lo recibe en alpargatas/mientras le da manija al universo”. La imagen es potente: un universo mecánico, inconscien­te, una enorme máquina que funciona a fuerza del trabajo de un dios proletario, de entre casa, vestido con simpleza, que labura sin cesar para ponerla en funcionami­ento.

Hace cientos de años, a miles de kilómetros de distancia, JeanCharle­s-Léonard Simonde de Sismondi publicó varios tratados sobre economía política mientras se oponía a Napoleón y ejercía cargos públicos, hasta su retiro en su pueblo natal, donde murió en 1842. Sismondi fue uno de los primeros pensadores económicos en abordar la cuestión del trabajo y la máquina. Popularizó el término “proletario”, que tomó de

la antigua Roma, y sostuvo que la expansión de la máquina tenía consecuenc­ias para el trabajador que no podían ser desatendid­as.

En 1819 escribió en sus Nuevos principios de la economía

política: “¿Acaso la riqueza lo es todo y los hombres no son absolutame­nte nada?... En verdad, no queda más que desear que el Rey, permanecie­ndo solo en la isla, dando vueltas constantem­ente a una manivela, haga realizar por autómatas el trabajo de toda Inglaterra”. La imagen es poderosa: una nación vaciada de hombres, poblada de mecanismos, máquinas y estructura­s mecánicas tan bien articulada­s que todos los resortes, poleas y engranajes responden a una simple manivela, movida por un rey sin súbditos, un rey obligado a trabajar, un rey, finalmente, proletario.

El hecho de que la máquina simplifica el trabajo humano ha forjado el sueño de los tecnócrata­s, que proyectan un mundo sin hombres ni mujeres, prescindib­les porque su trabajo lo es. Sólo son necesarios, piensan, tres elementos para que el mundo funcione: un arreglo de mecanismos y dispositiv­os, una manija y un brazo fuerte, de un dios o de un rey. Giribaldi y Sismondi forjaron la misma imagen en dos tiempos y lugares distintos para reírse de esa fantasía.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina