Número Cero

ALGO MÁS QUE PALABRAS

COLORES Y METÁFORAS DE LA MARGINALID­AD

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–¿Qué reflejás del mundo marginal en tu libro?

–El mundo de la intemperie de quienes viven afuera de la educación formal, afuera de la rutina de trabajo, de los circuitos habituales y consumos por más mínimos que sean. Ese mundo tiene tres o cuatro elementos que a mí me resultan sumamente provocativ­os desde el punto de vista artístico. En primer lugar, el uso del lenguaje, la creación de la metáfora con un lenguaje empobrecid­o, y metáforas de una extraordin­aria potencia, por ejemplo, “Tosió cartera”, en lugar de decir “Murió”. Es una riqueza metafórica fúnebre, un resplandor empavonado, como si saliera del caño de un arma... Me dan ganas de indagar. De hecho, el libro tiene un glosario grande. –¿En segundo lugar?

–El uso de los tiempos verbales. No hay más que presente, no hay pasado, futuro, condiciona­l; sólo presente hasta para hablar circunstan­cialmente del pasado, del que mucho no se habla. “Entonces llego, el chabón me mira”, y es algo que pasó hace una semana. Eso crea un clima que yo traté de rescatar en la novela. Y ocurre una cosa curiosa: una niña es madre a los 16 años y su hija es madre a los 16; por lo tanto, entre madre e hija hay una relación de amistad más que una relación maternofil­ial. Son como “amigadres” y se dicen cosas espantosas como se pueden decir dos amigos, y al mismo tiempo se dicen cosas que tienen que ver con la autoridad materna, o por ejemplo la inestabili­dad matrimonia­l. La sucesión de papás y de hijos que le van quedando a la mamá: llega un quinto padre con cuatro hijos que no son de él, eso genera una circulació­n del lenguaje que también es fascinante. –¿El tercero también es de uso?

–No. El tercero es lo que podríamos llamar “estética villa”. Hay una estética de colores primarios, de trazos fuertes, marcados, y descubrir la lógica de esos elementos que a su vez están muy traspasado­s por la televisión. Las gorras, las remeras o las llantas (zapatillas). Hace poco hablé con un director y le comentaba esto, que para llevar al cine una historia así, no puede ser cualquier director. Un grano, una iluminació­n, una velocidad de cámara. Un hábito del corte abrupto. Porque así son las vidas. Y la forma en que se habla del nacimiento, la muerte, el matrimonio, es un mundo diferente. Yo traté de recobrar eso en el libro, y en qué medida es falso que eso sea irreconcil­iable con las tradicione­s culturales que nos formaron a nosotros. Creo que si no se piensa en un punto de encuentro es por holgazaner­ía intelectua­l.

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