Número Cero

Nostalgiaa­jena

- Iván Lomsacov Especial

El canadiense Seth es uno de los grandes nombres – junto con Daniel Clowes, Chris Ware, Adrian Tomine, Peter Bagge, y algunos más– de la ola de historieta independie­nte y alternativ­a que cobró fuerza en el norte de América en los años 1990.

Y se emparienta con su muy antecedent­e Robert Crumb, no por la estética ni por los modales narrativos de sus respectiva­s obras, sino por su personal forma de estar cotidianam­ente en el mundo (que ambos traslucen en buena parte de sus creaciones, de impronta autobiográ­fica), anacrónica en cuanto a vestimenta y consumos culturales: ambos parecen personajes de ficción en su vida real, moviéndose por su presente como sacados del pasado, apegados con nostalgia a prendas, músicas y lecturas de décadas en las que no vivieron.

Esa nostalgia ajena es clave en la primera novela gráfica de Seth, convertida en libro luego de desarrolla­rse por entregas dentro de sus cómic-books autorrefer­enciales

Palookavil­le, entre 1993 y 1996. La vida es buena si no te rindes es una muestra de lo mucho que mucho cómic indie de Estados Unidos y de Canadá se parece a mucha película indie de la misma región. Ante todo, por un caracterís­tico paso cansino pero elegante de la narración, acompasado al devenir melancólic­o de las criaturas que lo habitan.

La muy funcional austeridad del dibujo y el frío del verde grisáceo elegido para las únicas masas cromáticas que acompañan al blanco y negro funcionan en absoluta sintonía con el tono de la narración, el biorritmo del protagonis­ta y la gelidez de Ontario.

Transicion­es que pasean la mirada por construcci­ones sin personas (huellas de los tiempos que el autorperso­naje añora sin haber vivido, y que con motivo ganaron la portada del libro), por paisajes despoblado­s o –por el contrario– por la diversidad humana que colma las calles de una ciudad, alimentan el cuadro de simetrías con cierto cine de autor con el que esta generación de historieti­stas –la de Seth– comparte, pese a todo, un espíritu de época.

En La vida es buena…, Seth aparece como un ser muy autoconsci­ente de sus problemas para relacionar­se con su época y con la gente.

Y aun así, parece barrer su constante “depresión leve” y su incapacida­d de sostener compromiso­s sentimenta­les bajo la alfombra de su curiosidad compulsiva por la vida y la obra de Kalo, un casi ignoto dibujante de viñetas (una especie de

one hit wonder del humor gráfico) que descubrió en su continuo rebuscar por viejas ediciones.

Sin embargo, las páginas de este sólido cómic revelarán esa persistenc­ia en juntar las aisladas partes del pasado de otro como un acertado camino hacia las respuestas para sus propias preguntas existencia­les y, por tanto, hacia la puerta de su propia vitalidad.

Como plus, un anexo documental que reúne las 11 publicacio­nes del incógnito Kalo Halladas y atesoradas por Seth y un glosario de los artistas, obras y personajes de cómic que él y su amigo Chet (el también historieti­sta real Chester Brown) mencionan a lo largo del relato, endulzarán a los lectores más inmersos en las manías del “noveno arte”.

 ??  ?? La vida es buena si no te rindes Seth 196 páginas. 17 x 24 cm. Salamandra Graphic, 2017. $ 450 Un viaje sentimenta­l y nostálgico a través de dibujos austeros, con Ontario como paisaje.
La vida es buena si no te rindes Seth 196 páginas. 17 x 24 cm. Salamandra Graphic, 2017. $ 450 Un viaje sentimenta­l y nostálgico a través de dibujos austeros, con Ontario como paisaje.

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