Como una canción infinita
En su ensayo En La Habana, César Aira anota: “Los procedimientos mecánicos representan una salida radical fuera de los recursos del sujeto (...) La radicalidad está asegurada por el analfabetismo deliberado al que hay que someterse”. El nuevo libro de Pablo Natale, Las siete maravillosas antologías
contemporáneas, se inscribe en esa tradición de la escritura procedimental, y logra así emanciparse del objeto sagrado del poeta del que habla Aira: el yo.
Sin el yo, el objeto de la escritura puede ser cualquier cosa: algo tan absurdo como un cachalote, poco heroico como un ícono, o devastador como la inflación y el ACV. No importa. Y el autor tampoco, ya que es inevitablemente una máscara.
Y si no importan el objeto ni el autor es porque en las “antologías” hay algo más profundo que las emancipa: su uso del lenguaje como algo gratuito, un recurso infinito. En la era más escrita de la historia de la humanidad, el lenguaje parece haberse vuelto algo liviano, resbaladizo y transparente, como un gas. De esa operación se hace eco Natale, metiéndose de lleno en el corazón energético de la época: habla, habla y sigue hablando, desbocado, por pura gratuidad, felicidad, encantamiento.
Si en su poesía el autor pasó del libro familiar, Vida en común (2011), al de la desolación adulta, Viaje al
comienzo de la noche (2014), para saltar ahora a esta gran y maravillosa broma que son las “antologías”. Si antes había desafiado los materiales y el tono con el cual hablar de la propia biografía, acá destroza la obviedad de ciertas preguntas, que permanecen como pesadas piedras en las discusiones poéticas: qué es un autor, qué es una voz, qué es un estilo. Y también, incluso, qué es un libro, quién determina hoy su límite (¿el mercado?, ¿la circulación?). Porque las “antologías” podrían seguir infinitamente, como una canción que no deja de sonar y se escribe a la vez que es ejecutada.