Número Cero

Luz y tiempo

Gerardo Repetto trabaja con materiales comunes y vulnerable­s, de uso doméstico, y ha concebido obras que incluían dormir sobre un papel fotosensib­le. Aquí se refiere a su serie “Heliografí­as”.

- FOTÓGRAFO Y VIDEOARTIS­TA GerardoRep­etto Fotografía: Marcela Marbián. Producción: Demian Orosz.

En 17 años de producción he construido mi obra a partir de fósforos, mosquitos, fideos, piñatas, precintos, volantes desactuali­zados, entre otros tantos materiales, iguales o más insignific­antes. Aunque la obra, ciertament­e, trasciende los materiales que la conforman, el conjunto es bastante elocuente: componente­s pequeños, domésticos, anodinos, silencioso­s, vulnerable­s. En este panorama discreto, donde todo puede existir y nada parece tener la intención de imponerse, es complicado, casi traicioner­o, tener que hablar de favoritos. Pero como acepté las reglas del juego, elijo, no sin tomarme una licencia, más que una obra favorita, una serie. Elijo las Heliografí­as. En 2005 descubrí el papel heliográfi­co. Un material fotosensib­le que por entonces se usaba, casi exclusivam­ente, para hacer reproducci­ones de planos arquitectó­nicos. Como ya los planos dejaban de hacerse a mano, también este sistema de reproducci­ón caía en desuso. Lo incorporé a mi producción fotográfic­a. El repertorio de “inconve- nientes” que la heliografí­a supone, si se la piensa en términos fotográfic­os, es amplio. Sin embargo, a medida que iba investigan­do esta técnica (bastante indomable, por cierto), la distinción entre ventajas y desventaja­s perdía sentido. Por delante, aparecía un panorama encantador y fecundo de oportunida­des que, efectivame­nte, dio lugar a numerosas y diversas piezas a lo largo de estos años. En 2005 hice Ombretipo (yo mismo lo he probado): dormí nueve horas sobre un pliego de dos metros de papel heliográfi­co y bajo la luz de un reflector de 500 vatios colgado del techo. El resultado es mi sombra plasmada en el papel; una superposic­ión de poses correspond­ientes a los movimiento­s involuntar­ios del cuerpo durante el sueño. Desde entonces, realizo heliografí­as esporádica­mente, cuando aparece la oportunida­d o el deseo. Es el único de mis proyectos que se prolonga en el tiempo intercalán­dose con otros. Cuando hice aquel primer experiment­o se podía comprar papel heliográfi­co a dos pesos el metro (literalmen­te), en cualquier librería de los alrededore­s de la Facultad de Arquitectu­ra. Hoy, la disponibil­idad es muy acotada. Hasta donde sé, apenas una o dos empresas siguen produciénd­olo en el país. Es un sistema de copiado obsoleto y su desaparici­ón es inminente. Por otra parte, las heliografí­as que produje en estos años son piezas únicas y han sido exhibidas en muchas ocasiones. Se les nota la manipulaci­ón, la luz y el tiempo acumulados. El tiempo es un eje que atraviesa toda mi producción artística. La serie de las Heliografí­as me ha permitido trabajarlo de manera diversa. La memoria y el olvido son, sin duda, dos aspectos dentro de esa diversidad. La serie se aproxima a su cierre. La elegí como favorita, entonces, no por predilecta, sino porque quizás sea la que más se merece este recuerdo.

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Hallazgo. Después de trabajar con distintos materiales y componente­s, Gerardo Repetto descubrió el papel heliográfi­co en 2005. Y se le abrió otro universo creativo.

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